Crítica de música

Un mahleriano de Murcia

El barítono José Antonio López triunfa con su lectura de 'La canción de la Tierra' de Gustav Mahler

El director Matthias Pintscher en un momento del concierto de la OBC este viernes.

El director Matthias Pintscher en un momento del concierto de la OBC este viernes.

Pablo Meléndez-Haddad

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Ya con el 100 por cien del aforo permitido continuó en el Auditori la temporada de la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC), que propuso para este fin de semana dos grandes momentos de la música germánica: el 'Siegfried-Idyll' ('Idilio de Sigfrido') (1870) de Richard Wagner, poema sinfónico con el que celebraba el nacimiento de su hijo y el cumpleaños de su segunda esposa, y la compleja y monumental sinfonía con voces solistas 'Das Lied von der Erde' ('La canción de la Tierra') (1908) de Gustav Mahler, una de las obras más impresionantes concebidas por el compositor bohemio cuando hacía poco que había enterrado a su hija Maria Anna.

Bajo la dirección de un entregado Matthias Pintscher, la OBC atacó la obra de Wagner -para conjunto camerístico, aunque aquí con todo muy bien nutrido, superando los 40 ejecutantes- con delicadeza extrema, tanta que le faltó rotundidad a quienes buscan un Wagner sonoro y lacrimógeno, aunque se sintió el 'crescendo'. La obra es una pequeña maravilla e incluye motivos usados por Wagner en la 'Tetralogía', pero Pintscher, al no cargar las tintas, no llegó a emocionar.

Acústica en contra

Más tarde la fundamental obra de Mahler sonó mucho más desinhibida con una OBC que sumaba casi 80 profesores y, como solistas, contando con el tenor suizo Michael Schade y el barítono murciano José Antonio López, una de las voces más destacadas del panorama nacional, tan versátil como dúctil. Si su canto fue inmaculado, certero y teatral, la pésima acústica para las voces de la sala Pau Casals le pasó factura al tenor, que ya no está en su mejor momento: fue fagocitado por el conjunto y los poemas a su cargo pasaron con más pena que gloria. Sus esfuerzos cayeron en vano y su actuación tuvo, incluso, algo de parodia, como si el Herodes straussiano de 'Salomé' hubiese asumido la parte. Por suerte también estaba José Antonio López, quien, en plenitud de facultades, simplemente maravilló con su entrega, llegando al 'Ewig' final lleno de emotividad. El maestro le cuidó, deteniéndose en detalles y saboreando los solemnes silencios que siguen a la flauta moribunda en 'Der Abschied'. La orquesta estuvo impactante, con una flauta y un oboe extraordinarios por nombrar solo a un par de sus estrellas.

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