La fiesta mayor de Barcelona

La música de la Mercè tiene, por fin, ojos de mujer

Ikram Bouloum y Aïda Camprubí son las primeras mujeres que forman parte de la dirección del festival musical BAM, que desde este año comanda la cooperativa L'Afluent

Ikram Boulum y Aïda Camprubí

Ikram Boulum y Aïda Camprubí / JORDI COTRINA

Ignasi Fortuny

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Por primera vez desde su nacimiento, hace 28 años, el festival Barcelona Acció Musical (BAM), la joya musical de la Mercè, tiene en su dirección artística presencia femenina. Son dos mujeres, Ikram Bouloum y Aïda Camprubí, parte de la cooperativa L'Afluent (integrada también por Sergi Egea, Artur Estrada y Miquel Cabal), ganadora del concurso público convocado por el Institut de Cultura de Barcelona (Icub) para encargarse de la programación del festival los próximos cuatro años.

Ellas, conocedoras de la industria musical por varias de sus aristas (como programadoras pero también como músicos y periodistas), tienen el vergonzante hito para la ciudad de ser las primeras. "A mí me incomoda mucho. ¿Qué ha pasado? ¿Cómo puede ser que no se hayan tomado medidas?", se pregunta Camprubí, de 32 años. ¿Por qué no ha pasado hasta ahora? "Es una pregunta para ellos. Toda la industria ha sido construida a través de la visión de un hombre blanco heterosexual que ha proyectado ahí sus deseos y no ha dado cabida a que otros deseos sean representados. Y los deseos de esas personas con tanto poder acaban constituyendo el deseo colectivo", responde.

Hasta ahora, el BAM siempre había sido timoneado por un hombre. "Este rol ha estado mandando casi 30 años, creo que es suficiente y que como mínimo debe haber 15 años de que esto no se repita. El ayuntamiento debería ponerlo como norma en los siguientes concursos", propone Camprubí.

La industria musical ha sido construida a través de la visión de un hombre blanco heterosexual

— Aïda Camprubí

No solo en eso hay un cambio de paradigma, también es la primera vez que la dirección es colectiva. "Es importante que sea colectiva y mixta, es la única manera de acercarse a la realidad social y entender lo que está pasando", comenta Bouloum, de 28 años. Escoger las bandas y artistas para esta edición ha supuesto largos debates de pros y contras de cada uno de los grupos, aseguran. No solo se trata de estilos musicales, sino de quién los representa. "Que los que salgan al escenario no sean identidades tan obvias. Queríamos huir de la heteronormatividad blanca y, principalmente, masculina", explica Camprubí.

El cartel ha sido elaborado desde una "perspectiva feminista interseccional" con la paridad como un término superado. "La paridad no es hombres vs mujeres, sino que va mucho más allá", coinciden. Por poner tan solo dos nombres: actuarán en el BAM (desde este jueves hasta el domingo) la travesti Samantha Hudson o el cyborg Kai Landre.

"Son identidades que han existido desde siempre. Un programador debe tener la curiosidad para encontrar otras identidades discursivas. No nos podemos quedar solo con la música de calidad, como si la calidad fuera un baremo, la calidad está en muchos sitios", sentencia Camprubí. Entre otras normas, se han impuesto que nadie repita en el BAM. "Tenemos el deber de dar el altavoz y poner el foco, ceder un espacio de calidad", incide Bouloum.

El BAM presenta una treintena de propuestas musicales -"sin cabezas de cartel"- en cuatro escenarios. El covid no ha permitido desarrollar su voluntad de esparcirlas por los barrios de la ciudad. Una de sus premisas era "hacer un buen festival, hacer una buena ciudad". Lo quieren hacer potenciando todos los actores que circulan fuera o por debajo de la cultura 'mainstream'. Un tejido cultural resiliente al que la pandemia ha acabado de estrangular en muchos casos. "Son los que hacen el trabajo de transgredir, cambiar, replantear, cuestionar", expone Bouloum.

El suyo es un trabajo a cuatro años (el tiempo que dura el contrato): la realidad es tan compleja que con 30 nombres en su cartel no basta. No piensan presentarse de nuevo, pero confían en que su giro de timón marque el rumbo cara al futuro. "Para mí lo más importante que podemos dejar como legado a la ciudad es que nuestro paso por el BAM no permita ir atrás, que se haga un festival más diverso del que hemos empezado. Pedimos al ayuntamiento que sepa continuar el puente, que no lo queme. Que se continúe dando voz a colectivos y a otras miradas diversas en la programación de eventos públicos", zanja Camprubí.