Crítica de música

Un moderno Strauss para comenzar

El Liceu inaugura su temporada por todo lo alto con 'Ariadne auf Naxos' en la visión de Katie Mitchell

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Pablo Meléndez-Haddad

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La sana competencia entre el Teatro Real de Madrid y el Gran Teatre del Liceu de Barcelona ha ido avanzando en el tiempo sus respectivas inauguraciones de temporada y anoche ganó por poco el coliseo de La Rambla, ya que el de la Plaza de Oriente recibe esta noche desde el Rey al cuerpo diplomático para comenzar el curso. Si el Liceu durante décadas dedicó septiembre a la danza dejando la ópera para principios de octubre, este año la magia de Richard Strauss y de su 'Ariadne auf Naxos' ha impuesto la nueva tradición. Con dos repartos, ocho funciones y hasta el 4 de octubre, esta ópera nacida del genio de uno de los más grandes operistas del siglo XX con la colaboración de su libretista de cabecera, Hugo von Hofmannsthal, ha sido la encargada de hacer disfrutar a un público expectante y a una amplia nómina de invitados encabezados por el president Aragonès, la alcaldesa Colau y varios ministros y consellers.

Antes de la función, en el Saló dels Miralls se inauguró una colorista instalación de la artista Okuda San Miguel, un paso más en el esfuerzo que está realizando el Gran Teatre para transformarlo en un centro de arte más allá de la lírica.

El artista Okuda San Sebastián, saltando frente a 'La estrella del caos', obra que acaparó todas las miradas en el Saló dels Miralls.

El artista Okuda San Sebastián, saltando frente a 'La estrella del caos', obra que acaparó todas las miradas en el Saló dels Miralls. / Elisenda Pons

Pero el público quería ópera, y eso fue lo que degustó. 'Ariadne auf Naxos' (1912/1916) remueve conciencias y propone una reflexión sobre el arte 'pagado'. El primer acto dibuja cómo un acaudalado mecenas encarga una ópera y una comedia, espectáculos que, mezclados por orden del mecenas ante el horror de la diva de turno, es lo que se desarrolla en el segundo acto, con una trágica Ariadna abandonada a quien da ánimos una compañía de cómicos.

El Liceu contó para esta ocasión con una puesta en escena de Katie Mitchell (Aix-en-Provence, 2018) que traslada la acción a la actualidad sin forzar y con muchas ideas, como una Ariadne embarazada y una compositora mujer. En la segunda parte, sin embargo, se enreda en una vorágine que hace decaer la atención. Josep Pons no tuvo problemas para concertar a una entregada Simfònica liceísta reducida a una cuarentena de efectivos y a un amalgamado grupo de solistas.

Impecable Värelä

La Compositora de Samantha Hankey impresionó por su bella voz y efectivo fraseo y fue impecable la Primadonna-Ariadne de Miina-Liisa Värelä, quien ya había asumido este doble papel en esta producción en Finlandia, mientras que la española Elena Sancho Pereg se movía sin dificultades como Zerbinetta, ofreciendo una aplaudida interpretación de la imposible aria 'Grossmächtige Prinzessin', toda una prueba de fuego. Nikolai Schukoff interpretó al Tenor y a Bacchus con problemas en los sobreagudos, al igual que el Brighella de Juan Noval Moro y que el Maestro de Danza de Roger Padullés. Del cuarteto de amantes de Zerbinetta sobresalió sobre todo el Truffaldino de Alex Rosen, de voz espectacular, mientras que el Arlequino de Benjamin Appl aportaba tablas y corrección. La Náyade de Sonia de Munck, la Dríade de Annaïs Masllorens y la Echo de Núria Vilà se movieron siempre con soltura y el amplio reparto contó además con el destacado Maestro de Música de un inspirado José Antonio López y con el sobrado Scaramuccio de Vicenç Esteve, además del Oficial de Josep Fadó, del Peluquero de Jorge Rodríguez Norton, del Lacayo de David Lagares y del Mayordomo de Maik Solbach.

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