Cineasta único

Chema García Ibarra o la cotidianidad de Elche filmada por un marciano

El director presenta 'Espíritu sagrado', su primer largometraje, en Locarno tras haber configurado un mundo propio en sus trabajos previos

El realizador se confirma como una de las voces más particulares de nuestra cinematografía gracias a su genial mezcla entre lo cotidiano y lo insondable

Chema Garcia Ibarra director de cine

Chema Garcia Ibarra director de cine

Beatriz Martínez

Beatriz Martínez

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

A Chema García Ibarra le dijeron que si quería hacer cine no le quedaría más remedio que mudarse a Madrid o a Barcelona. Tenía que ir donde estaba el cine, y él lo que quería era justo lo contrario, llevarlo donde estuviera él. Así que se quedó en Elche, y allí comenzó a rodar sus cortos, en su barrio, con su gente, con su pareja Leonor Díaz, que se encarga de la dirección artística, tan característica, de su universo. Y desde Elche ganó Sundance (dos veces) y montones de premios en todo el mundo hasta convertirse en uno de los directores españoles que acumula más galardones. 

Ahora estrena su primer largometraje en el Festival de Locarno, 'Espíritu Sagrado', sí, como aquel disco de principios de los 2000 que mezclaba la electrónica con los cantos de los nativos americanos. Y en él demuestra que sigue siendo fiel a su universo particular, ese que comenzó a configurar en 'El ataque de los robots de Nebulosa 5' y continuó con 'Protopartículas', 'Misterio' o 'Uranes', en el que se mezcla lo cotidiano con la ciencia ficción, o lo que es lo mismo, Elche con los marcianos. Una combinación explosiva a la que el director no ha parado de sacar partido. 

"A mí me gustan mucho cuatro cosas y las exploro todo el rato, no me canso, porque no se acaban. Es como los físicos que estudian la materia, que comienzan con algo pequeñito y según van avanzando cada vez ven más cosas. Pues yo cojo cuatro coordenadas y me dedico a ver todo lo que me ofrecen y no voy a salir de ahí, ese es mi mundo, donde estoy cómodo. No tengo ningún interés en la versatilidad", cuenta el director unos días antes de viajar al certamen.

Contraste

Esas cuatro coordenadas a las que se refiere se podrían resumir en una: el choque entre lo domestico y lo insondable. Ese contraste también incluye la utilización de actores no profesionales y de espacios cotidianos que cobran una dimensión de profunda extrañeza. "Quiero que en mis películas haya rostros reales, acentos, localismos, que la gente utilice sus expresiones o su propia ropa. Yo busco la naturalidad, y eso no me lo pueden dar los actores, porque llegarían a ella a través de un trabajo de búsqueda de la naturalidad. A mí me gusta más una persona siendo ella misma delante de la cámara". 

En cuanto a los espacios, las localizaciones, García Ibarra también lo tiene muy claro: "No me gusta nada lo cosmopolita, no me interesa, me parece aburridísimo". De nuevo, Elche. 

'Espíritu Sagrado' comienza con la noticia de la desaparición de una niña, la Vane. Alrededor de ese caso encontramos abuelas médiums, una sociedad ufológica ilicitana (OVNI Levante), casas forradas con telas de leopardo, símbolos esotéricos, seres del más allá que hablan a través de laringófonos y una versión tecnorumba del ‘Zombie’ de The Cranberries a cargo de Los Sobraos. Además, el protagonista, José María, el tío de la Vane, tiene un proyecto secreto para cambiar el destino humano a través de la abducción. Y está esperando a que algo inminente ocurra. 

Mezcla de géneros

"En todos mis trabajos hay una sensación muy fuerte de inminencia. Es un concepto muy presente en el mundo de la ufología, eso de estar a la expectativa. Hay ahí una tensión que me parece muy poética y bella, esperar a que algo muy grande vaya a suceder". 

A Chema le gusta mezclar todos los géneros posibles y pasarlos por el filtro de su personalidad. 'Espíritu sagrado' es una comedia, es un drama, es un 'thriller' policial, es una película de ciencia ficción y es una revisión de la crónica negra levantina, y en ella se mezcla la pureza con la incomodidad, la luz con la oscuridad. "Cuando pones una escena chorra y después otra muy oscura, hay un momento en el que estás compartiendo ambas sensaciones, estás como en medio, riendo y al mismo tiempo traumatizado. A mí me interesa ese terreno en el que no sabes cuáles son las instrucciones de la película, encontrar ese espacio en el que te hundes y no sabes dónde asirte. En ese sentido yo quería hacer una película divertidísima y que la recordaras como si fuera de terror".

Suscríbete para seguir leyendo