Reestreno

'Masacre: Ven y mira': la mejor, y más atroz, película de guerra de la historia

Treinta y seis años después de ver la luz, ‘Masacre: Ven y mira’ sigue siendo la película más devastadoramente antibélica jamás rodada.

Este viernes se reestrena en España en una versión restaurada en cine y, a partir del 28 de mayo, en la plataforma Filmin

Fotograma de 'Masacre: ven y mira', de Elem Klimov

Fotograma de 'Masacre: ven y mira', de Elem Klimov / El Periódico

Nando Salvà

Nando Salvà

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

François Truffaut declaró una vez que “el cine antibélico no existe”. En su opinión, el mero hecho de escenificar la guerra de por sí implica una suerte de glorificación ‘voyeur’ de la violencia, incluso si las intenciones son justo las contrarias. Y el maestro francés probablemente se habría tragado gustoso esas palabras si antes de morir hubiera tenido ocasión de ver ‘Masacre: Ven y mira’ (1985), quizá la película más devastadoramente antibélica jamás rodada. Dicen que la guerra es el infierno, y pocas cosas lo dejan tan claro como sentarse frente a ella.

Reestrenada este viernes en salas en España, la obra cumbre del soviético Elem Klímov retrata la invasión nazi de Bielorrusia durante la Segunda Guerra Mundial -durante la que más de dos millones de personas fueron asesinadas por los alemanes- a través de los ojos de un niño. La película acompaña al mocoso en un viaje a través de un averno terrenal a lo largo del que literalmente lo vemos envejecer a medida que experimenta una sucesión de traumas, y que nos enfrenta a un paisaje rural generalmente arrasado e implacable pero también, eso sí, por momentos inquietantemente bello.  

Sin duda, la escena más horripilante de ‘Ven y mira’ corresponde a la devastación de un pueblo entero a manos del ejército de Hitler, tal vez la masacre más apabullante, y más brillantemente coreografiada, de la Historia del cine. En medio del caos, entre los asesinatos, las violaciones, las risas de los verdugos y las profanaciones de cadáveres, un oficial de las SS es visto jugando con el exótico primate que tiene por mascota, y una hermosa mujer alemana escucha ópera y come langosta en su coche mientras las llamas se propagan a su alrededor; son esos momentos surrealistas, grotescos y aterradores los que imprimen esas imágenes a fuego en nuestra memoria, y que no nos rompen el corazón sino que, directamente, lo petrifican. 

Un director atormentado

“La intención fue contar la verdad”, aseguró Klimov acerca de su quinta película, y es lógico que él lograra acercarse a ese objetivo más de lo que la mayoría de cineastas occcidentales hubieran podido pretender -posteriormente confesaría que, de haber filmado todas las imágenes que anidaban en su cabeza, la película habría sido insoportable-; nacido en 1933, a los nueve años fue testigo de la destrucción de Stalingrado y tuvo que escapar de la ciudad con su familia por el Volga; conocía de primera mano qué aspecto tiene el Apocalipsis. Durante el rodaje, la búsqueda del realismo más extremo lo llevó a llenar la película de extras que habían vivido el nazismo en sus propias carnes, y a usar munición real en las escenas de disparos. Para preparar a su actor principal, Alexei Kravchenko -por entonces solo tenía 13 años-, lo hizo visionar horas y horas de terribles imágenes de archivo y lo mató de hambre. Incluso llegó a pensar en someterlo a hipnosis para protegerlo de las considerables exigencias psicológicas del personaje.  

El cineasta Elem Klimov, director de 'Masacre: Ven y mira'

El cineasta Elem Klimov, director de 'Masacre: Ven y mira' / El Periódico

Klimov era un hombre atormentado, por la tragedia personal -su esposa, la también directora Larisa Shepitko, murió en la carretera en 1979- y el alcoholismo derivado de ella pero también por sus problemas con la censura. Había tardado 10 años en estrenar su tercera película, ‘Agoniya’ (1981), por culpa de los burócratas de Moscú, y ‘Ven y mira’ corrió una suerte parecida. Empezó a trabajar en ella en 1977, pero el guion permaneció bloqueado por el Kremlin -entre otras cosas, los censores prohibieron su título original, ‘Mata a Hitler’- hasta que finalmente se dio luz verde a su producción para hacer coincidir el estreno con el 40º aniversario de la victoria soviética en la Segunda Guerra Mundial. Y, aunque la película obviamente es la antítesis de una celebración, cosechó el éxito suficiente para garantizar a Klimov libertad inusitada a la hora de afrontar un siguiente proyecto. Sin embargo, no volvió a hacer cine hasta su muerte en 2003. Tras completar ‘Ven y mira’, sentía que no le quedaba nada por contar. Y no hay más que sentarse frente a la película para entenderlo.

Suscríbete para seguir leyendo