Los discos de la semana

Crítica de 'Endless Arcade', de Teenage Fanclub: delicia pop de mediana edad

La banda escocesa conserva intacto su esplendor en el reconfortante 'Endless arcade', álbum facturado tras un lapso de cinco años y después de la marcha de uno de sus tres compositores, Gerard Love

Los nuevos álbumes de The Coral, Matt Sweeney & Bonnie 'Prince' Billy, Pat Metheny y Guided By Voices

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Rafael Tapounet
Jordi Bianciotto
Roger Roca
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Del roce de las guitarras ásperas y las voces en armonía salieron álbumes que imprimieron acentos de luz al ‘indie’ de los 90, como ‘Bandwagonesque’ o ‘Grand prix’, amparados por la escudería Creation, de Alan McGee. Los chicos de Teenage Fanclub telonearon a Nirvana, tiñeron de melancolía las tardes de algunos macrofestivales y se establecieron como marca de confianza de un pop a la vez corpulento y sensible, sin urgencias, que nunca ha dejado en la estacada a sus seguidores. Aquí está este ‘Endless arcade’ para hinchar el orgullo de fan con su suculento cancionero de mediana edad.

Teenage Fanclub llega al 2021 con una herida interna: del trío de compositores ha caído uno de los pilares, Gerard Love, que alegó desinterés en las largas giras. Razón paradójica, visto el panorama. Ahora, en lugar de cuatro canciones de cada autor, la proporción de álbumes anteriores, ‘Endless arcade’ contiene seis temas de Norman Blake y otros seis de Raymond McGinley. Y la historia continúa. No hay cambios ostentosos en la arquitectura sonora, tan distintiva, aunque sí es posible apreciar nuevos matices como los sintetizadores de un flamante fichaje, Euros Child, el que fuera líder de aquella rareza psicodélica galesa llamada Gorky’s Zygotic Mynci.

Franqueza

Un solo de bienvenida Hemos crecido con Teenage Fanclub y hay algo reconfortante en el encuentro con esas estrofas tan vividas y con el mimo con el que tratan cada pequeña inflexión en sus canciones. La sinceridad en el arte es un valor vidrioso, pero hay un rastro de franqueza en este álbum desde el tema de apertura, ‘Home’, donde Blake resuelve su perplejidad diaria ("cada mañana abro los ojos, / despierto a la realidad, / me siento desconcertado") con la terapia de un solo de guitarra de cuatro minutos.

Se percibe la complicidad con el oyente y la bonhomía en la pieza titular ("no tengas miedo de esta sala de juegos sin fin que es la vida") y en esa fatalista ‘Everything is falling apart’, en clave de ‘big bang’ cósmico: "Relájate, encuentra el amor / Agárrate a la mano de un amigo / Pero, hey, diviértete / porque todo se va a acabar".

Canciones excelentes

‘Endless arcade’ desliza muchos versos para el disfrute generacional, pero sobre todo atesora un alto número de canciones excelentes. ‘The sun won’t shine on me’ atrapa con su baladismo con vestigios del guateque y sus primorosas cenefas de guitarra, ‘In our dreams’ desprende un halo dorado y ‘I’m more inclined’ es ambrosía pop, incluyendo un esbelto puente de guitarras. Y el festín sigue con las armonías vocales de ‘Back in the day’ o a lomos de la introspectiva ‘The future’, con resonancias de los Beach Boys. La química interna no se ha desvanecido, y Blake, McGinley y compañía vuelven a anclarnos en su lógica de tonadas triunfantes para que le cojamos gusto a la idea de envejecer con ellos.

Otros discos de la semana

 La alianza entre Sweeney, guitarrista de alta cuna (Zwan, Chavez, Johnny Cash), y el desdoblado Will Oldham se estrenó con el loado ‘Superwolf’ (2005), y resucita ahora en este álbum sibilinamente sereno y psicotrópico. Mandan las guitarras, pero tanto pueden invocar una aridez con sello ‘Americana’ como el folk inglés de un John Renbourn, cruzándose incluso con pulsiones tuareg (oigan la vertiginosa ‘Hall of death’). Sueño con monstruos y viaje sensorial a los dominios de la licantropía. J. B.

La banda de Wirral llega a su décimo elepé de estudio tras una accidentada carrera y decide darse un homenaje con un álbum doble vagamente conceptual. Gira en torno a una fantasmal ciudad costera con parques de atracciones en ruinas y bares decadentes en los que suena una música que lo mismo bebe del merseybeat más soleado que del pop melodramático de los Walker Brothers y de las producciones espectrales de Joe Meek. Nostalgia de un mundo inexistente en 15 canciones y 9 insertos con mucha más sustancia que relleno. Rafael Tapounet 

Que un grupo que ha publicado, atención, 32 discos de larga duración anuncie que su nuevo elepé está compuesto de canciones descartadas no parece un augurio muy prometedor. Por eso el resultado es doblemente asombroso. Con una quincena de retales recuperados durante el confinamiento, Robert Pollard ha armado un estimulante collage que pasa de un ropaje estilístico a otro a la velocidad de un Frégoli rockero sin dejar de lanzar triunfales ganchos melódicos ni abandonar esa proverbial tendencia al descarrilamiento glorioso. R. T.

¿Tiene sentido un disco de Pat Metheny sin Pat Metheny? Por primera vez, el guitarrista más reconocible del jazz contemporáneo escribe música para que sean otros quienes la interpreten: una suite para Jason Vieaux, estrella de la guitarra clásica, y otra para los cuatro virtuosos del Los Angeles Guitar Quartet. Y como siempre, toque o no toque Metheny, su música es tan sofisticada, rica y compleja en su arquitectura como fácil al oído de quien la escucha. O sea que sí. Tiene todo el sentido. Roger Roca