LOS DISCOS DE LA SEMANA

Crítica de 'Surrounded by time’', de Tom Jones: vuelta de tuerca a los 80

El cantante galés sorprende con ‘Surrounded by time’, un álbum reflexivo donde mezcla vestigios de blues y folk con aventuradas texturas electrónicas en un repertorio de autores como Bob Dylan, Michel Legrand o Michael Kiwanuka

Los nuevos álbumes de Esperanza Spalding, Dinosaur Jr., Los Deltonos y Field Music, también reseñados

tom jones

tom jones

Jordi Bianciotto / Juan Manuel Freire / Roger Roca / Rafael Tapounet

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Hace algo más de una década que Tom Jones dio un giro a su carrera con ‘Praise and blame’ (2010), dejando atrás el pop vestido para vender y decantándose por la exploración de sus amores de juventud, del góspel a los sonidos ‘roots’ entroncados en el blues y el folk. Un punto de inflexión acorde con el alejamiento de unos ‘hit parades’ cada vez más difíciles de atar corto y con su edad provecta. En esa estela, aunque expandiendo el paisaje con novedades aventuradas de estilo y sonido, se sitúa este ‘Surrounded by time’, proyectando a un Tom Jones hondo y despierto a punto de cumplir los 81.

El cantante galés siempre se ha mostrado receptivo al cambio y la innovación: recordemos, en otro orden, aquel ‘Kiss’, de Prince, con The Art of Noise, en 1988, o los duetos de ‘Reload’ (1999), donde se las vio hasta con Portishead. En su última trilogía de álbumes se puso en manos de Ethan Johns (Kings of Leon, Ryan Adams, Paul McCartney; hijo del también productor Glyn Johns), que se convirtió así en algo parecido a lo que Rick Rubin representó para el último Johnny Cash. La alianza ha dado ahora para un capítulo más, el cuarto, en el que Jones expresa una poderosa voz propia a través de un cancionero de firmas muy variadas, de Bob Dylan a Michael Kiwanuka, alternando texturas de cantautor crepuscular con ‘soundscapes’ electrónicos sobre los que su vozarrón de barítono adopta formas narrativas.

Atmósferas intranquilas

El caballero ‘Sex bomb’ se aleja del perfil depredador, y en el canto a corazón abierto de la primera pieza, ‘I won’t crumble with you if you fall’, de la activista Berenice Johnson Reagon, se puede intuir la promesa de resistir sin desmoronarse dispensada a su esposa Linda, fallecida hace cinco años, tras casi seis décadas de matrimonio. Las atmósferas intranquilas envuelven el clásico ‘The windmills of your mind’, de Michel Legrand, y el encuentro del lenguaje musical tradicional y las pistas electrónicas da resultados sustanciosos: la incursión ‘bluesy’ con sitar y psicodelia de ‘No hole in my heart’, de Malvina Reynolds, o el ‘spoken word’ de ‘Talking reality television blues’, pieza del cantautor Todd Snider en torno a las ‘fake news’ favorecidas en la ‘era Trump’.

Este es un disco de puro Tom Jones alejado de lo que, hasta no hace mucho, se suponía que debía ser un álbum de Tom Jones. Con sus autores más queridos (Tony Joe White en la reflexiva ‘Ol’ mother Earth’; Dylan en la más canónica ‘One more cup of coffee’), ejercicios expansivos de afirmación vital (‘This is the sea’, de The Waterboys) y abundancia de pistas autorreferenciales: ahí se cuelan, al final, la confesión de ‘I’m growing old’ (Bobby Cole), asistida por el piano, y la mirada a la trascendencia de ‘Lazarus man’ (Terry Callier). Afianzan la sensación de que este Tom Jones todavía tiene mucho por decir. JORDI BIANCIOTTO


OTROS DISCOS DE LA SEMANA

¿Música terapéutica? La contrabajista, cantante y compositora sirve una pequeña suite en tres partes diseñada, literalmente, para producir bienestar. Hay melodías en bucle, coros celestiales, sonidos hipnóticos, voces que entran y salen como en un sueño, aires orientales y un final catártico con el saxo de Wayne Shorter. Detalles técnicos -qués y por qués, referencias científicas y esotéricas- en la web que da nombre al disco. “Om”, pero no un “Om” cualquiera. Spalding, siempre audaz. Roger Roca

Esta banda pionera del alt-rock sigue siendo un valor seguro para quienes vean en aquel ‘underground’ de los 90 una edad de oro de las guitarras eléctricas. J Mascis y compañía se alían aquí con Kurt Vile, coproductor del álbum, en un cancionero que rinde honores a sus signos de identidad históricos: marejadas altivas en la estela de Crazy Horse, hard rock abollado y subidones emocionales (la sentida ‘Garden’), en tenso equilibrio entre melodía y distorsión, del lirismo a la embestida. J. B.

“Vale, vale, que sí, que sí, que el rock ha muerto…”, canta con sorna Hendrik Röver en el tema que abre el álbum, ‘Hey gente’. Sus ‘riffs’ humeantes y sus versos en resabiada primera persona arañan tanto o más que en los viejos tiempos, tres décadas atrás, con prestancia granítica y oficio artesanal. Rock, sí, hecho a sí mismo, naturalizando el influjo bautismal del blues en canciones de narrativa franca, con reflejos de humor seco, en otro alto eslabón de una carrera ajena a las modas. J. B.

Los hermanos Brewis abandonan en su octavo elepé la agenda política de anteriores lanzamientos para abordar asuntos más íntimos pero no de menor calado (la pérdida, la ausencia, el sentimiento de culpa, la esperanza…), y lo hacen en unas canciones de textura intrincada e intrigante que miran sin pudor hacia el pop facturado entre 1966 y 1986 (aquí hay ecos de Beatles, Yes, Genesis, Fleetwood Mac, Prince y, sobre todo, XTC) y que se presentan al oyente revestidas con unos sofisticados arreglos entre barrocos y ‘arties’. Rafael Tapounet. Rafael Tapounet