Crítica de cine
'Crock of gold: bebiendo con Shane MacGowan’: una celebración con autocrítica
El centro de atención de este documental es el exlíder de The Pogues, por supuesto; pero a su alrededor Julien Temple teje otras historias y vivencias, a modo de elegía crepuscular pero con ironía
Quim Casas
Periodista y crítico de cine
Profesor de Comunicación Audiovisual en Universidad Pompeu Fabra y docente en ESCAC, FX, Cátedra de Cine de Valladolid y Museu del Cinema de Girona. Autor de diversos libros sobre David Lynch, David Cronenberg, Jim Jarmusch, Fritz Lang, John Ford y Clint Eastwood. Miembro del Comité de Selección del Festival de Cine de San Sebastián.
Julien Temple, uno de los directores más característicos del género ‘rockumental’, tiene especial querencia por los músicos ‘destroyer’: ha rodado películas sobre Joe Strummer, Wilko Johnson y Keith Richards, a los que ahora suma a Shane MacGowan, quien fuera líder de The Pogues, banda que mezcla la balada tradicional irlandesa con el punk hasta lograr aquella fórmula festiva, irreverente y etílica que dio en llamarse ‘celtic punk’.
Otra mezcla, habitual en su forma de abordar la vida y obra de los músicos que le interesan, es la que realiza Temple con imágenes de archivo de los viejos tiempos de MacGowan, filmes británicos de delincuencia de los años 60, documentales célebres como ‘Hombres de Arán’, actuaciones –no muchas– de los Pogues, entrevistas, una distendida charla entre MacGowan, su esposa y Johnny Depp –devoto seguidor y productor de la película– y fragmentos de animación de trazo siempre muy bruto, casi exabruptos en dibujos animados a lo Monty Python.
El centro de atención de ‘Crock of gold: bebiendo con Shane MacGowan’ es el músico, por supuesto, en un estado físico bastante deplorable desde hace años. Pero a su alrededor, Temple teje otras historias y vivencias, como las raíces gaélicas, la vida en los ‘cottage’ rurales, la hambruna en el siglo XIX, la emigración, la música irlandesa, el IRA e incluso una conversación entre MacGowan y Gerry Adams sobre el conflicto irlandés. Tiene algo de elegía crepuscular, pero con ironía, coronada con una actuación que le dedicaron varios amigos en su 60 cumpleaños, entre ellos Nick Cave, que es muy triste y también bella.
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