Muestra hasta el 18 de julio

Las fotos escondidas de la Guerra Civil en Barcelona

El MNAC abre una exposición con las imágenes, muchas de ellas inéditas, que el fotógrafo Antoni Campañà tomó entre 1936 y 1939 y que su familia halló dos décadas después de su muerte

Exposición fotográfica 'La guerra infinita', de Antoni Campañà, en el MNAC

Exposición fotográfica 'La guerra infinita', de Antoni Campañà, en el MNAC. En la foto, una miliciana en una barricada de la calle Hospital de Barcelona, en julio de 1936. /

Anna Abella

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Una sonriente miliciana republicana con el brazo en alto en una barricada de la calle del Hospital de Barcelona o caballos muertos en la plaza de Catalunya, en los primeros combates que hicieron fracasar el golpe de Estado, en julio de 1936. Pero también imágenes de las botas de soldados italianos o de las tropas moras entrando por la avenida de la Diagonal en el desfile de la victoria franquista del 21 de febrero de 1939. El inicio y el final de la Guerra Civil. Dos bandos retratados por una misma cámara. Tras el objetivo, los ojos de Antoni Campañà (1906-1989), fotógrafo y combatiente de la República que ocultó de por vida las alrededor de 5.000 instantáneas que realizó durante el conflicto en dos cajas de positivos y una de negativos, todas rojas, que solo mucho después de su muerte halló accidentalmente su familia en 2018. Ahora muchas de ellas ven la luz por primera vez entre las 300 que forman parte de la exposición ‘La guerra infinita’, con la que el MNAC reivindica hasta el 18 de julio a uno de los grandes nombres de la fotografía catalana y española del siglo XX.  

Fotógrafo de gran calidad artística, reconocido y premiado internacionalmente antes de la guerra, había militado luego en la CNT y la UGT, fue cabo conductor de la aviación de la República (lo que le alejaría de los combates) y había facilitado fotos a anarquistas, comunistas y al Comissariat de Propaganda de la Generalitat, que convirtió las de sus milicianos en iconos. Con la victoria de Franco, sus conexiones con el mundo de la fotografía, en concreto gracias al fotógrafo e ingeniero aeronáutico franquista José Ortiz Echagüe, logró una depuración exprés y sin sanciones. Pero jamás hablaba de la guerra y nunca, ni tras la muerte del dictador, reveló que guardara las fotos de aquel periodo. ¿Por qué? "Quedó traumatizado por un conflicto bestial. Guardó silencio sobre ellas. No las enseñó. Las ocultó. No las destruyó", constata Pepe Serra, director del MNAC, que nada más ver las imágenes que le enseñó la familia les propuso exponerlas en el museo. 

Exhibición de las momias de las monjas del convento de las Salesas, en el paseo de Sant Joan de Barcelona, en julio de 1936.

Exhibición de las momias de las monjas del convento de las Salesas, en el paseo de Sant Joan de Barcelona, en julio de 1936. / ANTONI CAMPAÑÀ

"No puedes fiarte de nadie en una guerra. Ni de los zapatos que llevas puestos", llegaría a afirmar Campañà. "Era una herida que no quería enseñar. No quería recordar la guerra, decía", apunta su nieto, Toni Monné, comisario de la muestra junto a Arnau González y Plàcid Garcia-Planas, que opina que también pudo influir el temor a las posibles represalias franquistas hacia algunos retratados y la manipulación que los dos bandos hicieron de algunas de sus fotos en beneficio de las respectivas propagandas.  

Manipulación flagrante

Hubo casos flagrantes y no gustó nada a Campañà que otros pusieran los pies de foto por él. En 1937 retrató en el Estadi Olímpic de Montjuïc a los refugiados llegados a la ciudad desde Málaga, una ‘desbandá’, como se la llamó, que huía de los rebeldes. Una de aquellas dramáticas fotos, una madre abrazando protectora a su hijo, cual ‘Pietà’, sería utilizada por el comunista John Heartfield para una revista alemana haciendo creer que eran víctimas del bombardeo de la Legión Cóndor sobre Gernika, como prueba del terror rebelde contra civiles. Eso, a pesar de que ese mismo año había dado testimonio gráfico de los ataques aéreos nacionales sobre la Barceloneta o el Poble Sec, con mujeres aturdidas entre los escombros o un niño y un hombre heridos a punto de ser trasladados al Hospital Clínic.

Caballos muertos en la plaza de Catalunya de Barcelona, en los primeros combates de julio de 1936.

Caballos muertos en la plaza de Catalunya de Barcelona, en los primeros combates de julio de 1936. / ANTONI CAMPAÑÀ

En el otro extremo, en el libro de Francisco Lacruz de 1944 ‘El alzamiento, la Revolución y el Terror en Barcelona’ el franquismo pondría como ejemplo de la "barbarie rojo-separatista", una decena de fotos de Campañà sin firmar. Porque su cámara también captó la miseria en comedores sociales, gente buscando alimentos entre la basura y las protestas de mujeres contra el racionamiento ante la Pedrera, donde había la Consejería de Abastecimientos de la Generalitat, y enfocó las iglesias asaltadas y las momias de monjas profanadas y expuestas ante el convento de las Salesas, en el paseo de Sant Joan, en julio de 1936, en plena contestación revolucionaria. Hechos que siendo católico no dejó de testimoniar. Para impedir más manipulaciones acabó recuperando y ocultando las fotos que en 1940 había depositado en el Archivo Mas de Barcelona. Ni en 1989 quiso cederle algunas a Marta Gil comisaria de una monográfica sobre él. 

Aviones en la Sala Oval

La exposición del MNAC se enmarca en un programa conjunto sobre Guerra Civil: en mayo el museo abrirá las nuevas salas dedicadas al conflicto, en junio expondrá la instalación de Francesc Torres con aviones republicanos en la Sala Oval y, a partir de junio presentará la muestra sobre la salvaguarda del patrimonio artístico entre 1936 y 1939. Pero aunque esos años son el centro de la de Campañà, los comisarios abordan el antes y el después de su trayectoria.  

Refugiados de Málaga en el estadio de Montjuïc, en 1937.

Refugiados de Málaga en el estadio de Montjuïc, en 1937. / ANTONI CAMPAÑÀ

Con una cámara al hombro ya con 10 años, antes de la guerra, era conocido entre los especialistas por su mirada artística y pictoricista, utilizando procesos químicos como el bromóleo, que mostró como paisajista, con su fotografía deportiva profesional y ‘amateur’ (inmortalizó a Zamora parando el gol que dio el triunfo al Real Madrid en la final dela Copa de la República ante el Barça), o con su obsesión por la modernidad mecánica (trenes y coches) que hacía desaparecer un mundo rural. Suya es la premiada foto ‘Tracción de sangre’, con dos caballos de labranza (hoy en la colección del MNAC).

bombardeo

Dos mujeres después de un bombardeo, en el barrio del Poble-Sec, en 1937. / ANTONI CAMPAÑÀ

El conflicto le convirtió en una suerte de fotoperiodista artístico, siempre atento a las personas anónimas, y sus fotos llegaron al Pabellón de la República de París de 1937. Luego escaparía hacia una fotografía estética y comercial. Siguió las obras de construcción del Camp Nou, fue fotógrafo industrial de SEAT, fundó el diario ‘Dicen’ y el sello de postales turísticas a color CYP con Joan Andreu Puig Farran, y colaboró en medios como ‘El Correo Catalán’, ‘Diario de Barcelona’, ‘Destino’ o ‘La Vanguardia’. Uno de sus hijos es Antonio Campañà Capella, fotógrafo fundador del 'Sport' y esquiador olímpico en 1970.

Monné, que iba con su tío cuando hallaron dos de las cajas con las fotos de la guerra en un rincón del garaje de su antigua casa de Sant Cugat, bajo pilas de material de la tienda de fotografía que Campañà abrió en la Rambla de Catalunya (en 1933 tenía la de Boada en la calle de Tallers), aún no sabe dónde irán las fotos de su abuelo. Pero el mejor lugar para su correcta conservación, opina, sería el Arxiu Nacional de Catalunya. 

Habrá más Campañà: una exposición en Casa-Seat la próxima semana, otra en abril en el Museu del Exili en La Jonquera, un documental y, en breve, una segunda entrega del libro ‘La caja roja’ (Comanegra).