Entrevista

Ferran Palau: "Educar a mi hijo trans me ha enseñado mucho"

El músico de Collbató destila su pop de línea clara y trasfondo turbio en 'Parc', reafirmándose como uno de los autores punteros de la escena catalana. Un álbum en el que flota el cuestionamiento de los roles de género normativos y que presentará el 24 de abril en la sala Barts, dentro del festival Guitar BCN

ICULT FERRAN PALAU FOTO SILVIA POCH

ICULT FERRAN PALAU FOTO SILVIA POCH / Sílvia Poch

Jordi Bianciotto

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'Parc' es su quinto disco en solitario, ¿o lo ve más como el tercero del ciclo pop iniciado con 'Blanc' (2018) y seguido por 'Kevin' (2019)’?

Sí, estos tres discos los he hecho muy seguidos y tienen más en común que los dos anteriores. Pero no pensé en hacer una trilogía, aunque notas que ahí hay un recorrido. En general, tomo pocas decisiones. Me dejo llevar por lo que me apetece, y no tengo ni idea de cómo será lo próximo.

En 'Parc', álbum producido, como los anteriores, con su primo, Jordi Matas, ¿primó la idea de vaciar todavía más el sonido y dejarle solo las capas más nítidas?

No nos hemos dicho: "haremos esto, pero más perfilado". Yo tenía unas canciones y comenzamos a trabajarlas y darles lo que necesitaban. Sí que en nuestra filosofía está la economía de recursos. Nos gustan las cosas muy simples y eso hace que cada vez seamos más productivos.

¿Quién es la chica de la contraportada? Visten más o menos igual, invitando a pensar en la superación de los roles de género.

Es mi hermana Meritxell, que tiene seis años y pico menos que yo. Sí, un poco es eso, pero la foto fue por casualidad. Ella y yo vestimos muy similar, y esa foto se la robé. No le dije que sería para la contraportada. Encaja muy bien con la idea del tema 'Reflexe' y con el abanico de géneros.

¿Es obligatorio hoy en día que un álbum tenga un concepto detrás para poder luego dar un contenido a las entrevistas?

No lo es, pero algo te tienes que inventar. Creo que no es necesario, pero está bien; te hace pensar. Creas un espacio de reflexión para la gente y todo suma.

En este disco flota una ambigüedad clínica en materia de género.

Esa ambigüedad me interesa en general en las letras: el tú y el yo cambian de género en según qué canción. El disco 'Kevin' conseguí escribirlo todo él sin género, para que cualquier persona se pudiera identificar. Sí, es una cosa que en mi vida está muy presente, que me importa y que se acaba filtrando en mi música, pero nunca de una forma evidente. Nunca haría un discurso político en una canción.

En la pieza 'Amor', que canta con la voz muy procesada, se diría que ya no hablamos de masculino o femenino, sino de humano o maquinal.

Totalmente. Tiene que ver con ese concepto de 'transhumano'. Personas cuyo cuerpo humano ya no le representa, que se sienten ellos mismos cuando están en internet y se hacen avatares. Es una realidad que ya tenemos muy cerca.

¿Hay ironía en lo suyo?

Podría ser. Pero el ser humano ha dividido el mundo en dos bloques, y todo lo vemos o bien serio o de risa, o alegre o triste, o blanco o negro. Yo no lo veo así. Todo tiene un poco de todo. En mi música puede haber ironía y oscuridad a la vez. ¿'Amor' puede hacer reír a la gente? Pues fantástico. Me gusta que uno se refleje en mi música y vea ahí lo que él es en realidad. Mirarte al espejo y preguntarte: ¿eres tú o lo que quiere que seas la sociedad?

¿Siempre ha dado vueltas a estos temas?

Soy inquieto en ese sentido, y educar a mi hijo trans, Leo, me ha abierto mucho, me ha enseñado muchas cosas y me ha hecho pensar. No soy lector de libros, ni me culturizo demasiado. Soy disléxico y eso me cuesta. Un día tomé una decisión: yo aprendo de mis propias experiencias y de la gente que tengo alrededor. Mi hijo Leo está presente en estos tres discos. Gran parte de la fórmula de hacer canciones está influida por lo que me ha enseñado él: la apertura, la inconcreción, dejar que las cosas pasen, no intentar controlar la situación. Y he hecho canciones dedicadas a él, como 'Blau' en este disco.

"Blau era un canvi / Blau eres tu i canviaves".

Está inspirada en su momento de tránsito: cuando tenía tres años, su manera de decirnos que era un niño y no una niña era su obsesión por el color azul. Cuando hizo el tránsito, a los cuatro años, esa obsesión desapareció. Vivir eso te hace crecer y tener una percepción del mundo más abierta. Te das cuenta del problema binario que tenemos, de esa obsesión por esquematizar las cosas.

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