DÍA DE LA MUJER

Un techo roto a 1.500 metros de altitud: Tania Plaza, la primera guarda de montaña en España

La asturiana lleva ocho años al frente del refugio del Meicín en el parque natural de Las Ubiñas-La Mesa.

Tania Plaza  primera guarda en un refugio de Espana foto La Nueva Espana

Tania Plaza primera guarda en un refugio de Espana foto La Nueva Espana

C. M. Basteiro

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Habrá quien lea la historia de Tania Plaza y se quede en la superficie. Una joven que decidió vivir en el monte y que, años después, se convirtió en la primera mujer guarda titular en un refugio de montaña en España. Título que ostenta con holgura, desde hace ocho años, en el refugio del Meicín, en el paque natural de Las Ubiñas-La Mesa, en Asturias.

Pero esta es una historia para leer de cerca. Para reconocer el mérito. Todo el esfuerzo, todo el trabajo y tantos obstáculos salvados. Gracias a ella –“y a muchas otras mujeres”, matiza Plaza– el montañismo ha cambiado y hacer cumbre ya no es solo para los hombres. Con ustedes, Tania Plaza: una “rompetechos” a más de 1.500 metros de altitud.

Todo empezó hace casi una década. La asturiana Tania Plaza, de Langreo, decidió pedir la excedencia en el bar en el que trabajaba para irse a la montaña. Quería conocer todos los puertos de Asturias. Pero quién le manda al azar: por casualidad, terminó cuidando de una cabaña en las Ubiñas. Allí mejoró sus conocimientos de montaña, conoció los rincones del parque natural y ató lazos con los vecinos. Dice que han sido de gran ayuda siempre. Especialmente, cuando se puso al frente del refugio del Meicín. “Había mucho que mejorar”, explica. Se arañó las manos en aquellas obras, se dejó un poco del alma.

Tania Plaza, la primera guarda de montaña

Controlando la redes sociales

El refugio quedó como nuevo y, lo que nunca antes había ocurrido, Tania Plaza le hizo buen sitio en las redes sociales. También mejoraron los servicios: en temporada alta, hay comida casera casi a diario. Y una comida casera a 1.500 metros de altitud requiere de caminatas, portes con caballos cargados y un aliento de ilusión. “Mucha gente agradece el esfuerzo que hacemos por mejorar. A otros no les agrada, pero no le puedes gustar a todo el mundo...”, afirma sentada en un banco del parque Viejo de La Felguera.

Más que un refugio, el Meicín es ahora una casa. Y ahí, dice ella, está una de las huellas que deja la mujer en la montaña: “Creo que la hacemos más humana, la convertimos en hogar. Es lo que yo intento en el refugio”, explica. “Yo soy la primera guarda titular, pero antes de que yo llegara hubo mujeres que trabajaron mucho por la montaña”. Como Lecia Otero, quien, para Tania Plaza, “siempre será la primera guarda".

Decían que detrás de todo gran hombre siempre hay una gran mujer. En esta historia, hay que contarlo al revés. Porque ella agradece el apoyo de su marido, David Matos, 'Gummo', que realiza labores de mantenimiento. Aunque ella es la titular, que quede claro: “Antes tenía que hacer cierto esfuerzo para explicar a algunos turistas que yo era la guarda, y no mi pareja”, ríe ella. En los últimos años percibe una “feminización” de la montaña: “Cada vez hay más mujeres que suben solas, mujeres trabajando en labores de rescate... Creo que estamos próximos a la igualdad total en lo que se refiere al montañismo”, afirma.

Está deseando que mejore la situación sanitaria para reabrir el refugio. ¿Lo que más le gusta de la montaña? “El silencio. Cuando llega la noche y solo escuchas los cencerros de les vaques. Eso préstame por la vida”. Sonríe tras la mascarilla. Habrá quien solo vea en Tania Plaza a una princesa. Lástima que ni siquiera intuyan a esta guerrera.

Trabajo duro para respirar la montaña

Tania Plaza tiene cuatro palabras para hablar de la montaña: “Ye’l mio hogar” ("Es mi hogar" en bable). Su sitio, del que no quiere estar lejos. Lleva unos meses en Langreo por la crisis sanitaria del covid-19, pero cuenta los días para que todo pase y reabrir las puertas de esa casa que la espera a 1.500 metros de altitud, en Lena. A pesar de todo. También de los portes que tiene que hacer, junto a su marido, para subir comida y gasoil para la caldera. A pesar de las críticas, que las hay. A pesar de los días de frío, que llegan casi sin avisar para quedarse durante meses. Vive tanto la montaña que, a través del blog del refugio, despierta las ganas de un paseo por el monte hasta al más confeso urbanita. Una de sus últimas entradas en la página se la dedicó a la nieve: “Desde pequeña me gusta la vida cuando la tierra cambia el traje parece que va a casarse y se viste de blanco”, escribió. Para no perdérselo.

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