De 'Aplauso' a 'Efecte Collins'

Música y televisión, una pareja en crisis

Las cadenas han renunciado a los programas con ambición de llegar al gran público y apuestan por la música sobre todo para mezclarla con otros ingredientes, como la competitividad o el humor

Àngel Casas, junto a Leslie, de los Sirex, en el 'Musical Express'.

Àngel Casas, junto a Leslie, de los Sirex, en el 'Musical Express'.

Jordi Bianciotto

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Hace mucho que comenzó a circular la máxima de que “la música no da audiencia”: fue en los 90, cuando, con la creciente sofisticación de los audímetros, los programadores fueron capaces de detectar crisis de atención en aquellos momentos en que ruiseñores del pop y otras variantes captaban las cámaras (el irónico ‘efecto Collins’ al que, en alusión al pobre Phil Collins, da nombre al nuevo programa de TVE producido en Sant Cugat). El posterior pelotazo de ‘Operación Triunfo’ y de los sucesivos ‘talent shows’ ha ido matizando la afirmación: la música funciona en televisión cuando se mezcla con otros ingredientes, ya sea la competición, la emotividad u otros recursos de carácter transversal.

El panorama actual contrasta con tiempos en que a los programas musicales se les dispensaba un tratamiento real en la parrilla de TVE: espacios como el popular ‘Escala en hi-fi’ (1961-67), con sus ‘playbacks’ de primera hornada y sus platós pintorescos. Más tarde, el magacín de los sábados tarde ‘Aplauso’ (1978-83) estableció el patrón de programa de actualidad con bolos enlatados en un plató con público feliz, aliñado con entrevistas y reportajes. Por ese multicolor contenedor desfilaron desde los Jackson Five a AC/DC, pasando por Ramones, Depeche Mode o King Crimson, cruzándose sin apuros con Mocedades o Raffaella Carrà.

Aquellos contenedores para todo

Apoteosis inclusiva, aquella, sobrevolando tribus y tendencias, respondiendo a una idea amplia de la actualidad y abarcando todo aquello que ‘Popgrama’ y ‘Musical Express’ no cubrían desde sus trincheras ‘underground’ en La 2. Después de ‘Aplauso’ vinieron ‘Tocata’ (1983-87) y ‘Rockopop’ (1988-92), estirando una fórmula hoy enterrada. ¿Qué ha ocurrido? “En los 70 y 80, la discográficas tenían mucho poder, todo pasaba por ellas y presionaban para que la música tuviera peso en la televisión”, argumenta Jero Rodríguez, director de ‘La hora musa’ (espacio que en el 2019 apostó a contracorriente por la música en directo, ahora en barbecho por la imposibilidad de juntar público y traer a artistas internacionales), además de coordinador de ‘Efecte Collins’ y inventor, en su día, de ‘Cachitos de hierro y cromo’.

Los artistas son ahora “sus propias empresas” y gestionan canales propios para comunicarse con los seguidores. Y la fragmentación de estéticas musicales complica la viabilidad de un espacio que pretenda reflejarlas a todas. “En ‘La hora musa’, los audímetros nos decían que los artistas con más tirón eran Luz Casal, Manolo García o Kiko Veneno, pero luego, los vídeos que colgábamos en YouTube que más visionados tuvieron fueron los del grupo de hip-hop Natos y Waor y la cantante urbana Bad Gyal”, explica el realizador. “¿A quién debíamos hacer caso?”.

Humor, viajes, gastronomía

El fenómeno de ‘Cachitos’, un espacio que en sus aquelarres de fin de año ha alcanzado puntas de audiencia de nueve millones (casi el 20% de la población española), indica este camino de la música como conductor complementario: fundido con la nostalgia y el sarcasmo, o bien con la mirada social-costumbrista (en ‘Un país para cantarlo’, que conduce Ariel Rot) o la gastronomía (‘Banana split’, a cargo de Mikel López Iturriaga). Pero causa vértigo imaginar a qué imágenes podrán recurrir quienes en 2040 deseen explicar cómo era la música del 2021.

En el ámbito de la televisión pública, pese a todo más receptiva que la privada, TV3 ha seguido una tendencia semejante o más bien a la baja, acogiéndose al auge del ‘talent show’ (‘Oh happy day’, el nuevo ‘A2Veus’), dejando languidecer la histórica marca ‘Sputnik’ y perdiendo en la memoria programas de autor como ‘Autògrafs’, ‘Hidrògen’ o ‘Rodasons’. La música se cuela en las propuestas culturales de ‘Quan arribin els marcians’ y en el comprimido ‘Clipping’. Y en Betevé, ‘Àrtic’ filtra novedades como magazín cultural y ‘Feeel’ se especializa en la escena (muy) subterránea. Todos ellos se las tienen que ver con las plataformas de la Red, encabezadas por YouTube y su subsidiaria Vevo, a las que la música parece tener ligado su destino.