Música clásica

El arte de la violinista Leticia Moreno con la OBC

La española impacta con su poderío en su regreso a la temporada de la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya

Leticia Moreno

Leticia Moreno / L' Auditori BCN

Pablo Meléndez-Haddad

Pablo Meléndez-Haddad

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La violinista Leticia Moreno regresó a la programación de la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC) exponiendo nuevamente ante el público todo su poderío. La intérprete madrileña se convirtió en la protagonista absoluta de esta velada que, bajo el título de ‘Tzgiane’, paseó al público por obras con aire gitano. Moreno se lució como solista en la primera audición de la OBC de la ‘Rapsodia para violín y orquesta Nº 1 en Sol menor’ de Bartók, en la ‘Tzigane para violín y orquesta’ de Ravel y –también en primera audición por el conjunto catalán– en la ‘Chanson para violín y orquesta de cuerdas Nº 1, Op. A8’ del violinista y compositor Joan Manén.

Armada de su violín Nicola Gagliano de 1762, la violinista española mostró todas sus cartas desde sus primeras intervenciones en la obra de Bartók, luchando a ratos con el volumen orquestal, pero aplicando sin problemas una digitación de virtuosa y muy en estilo. En Ravel pudo mostrar toda su pericia sobre todo en esa introducción que ofreció con la fórmula interpretativa justa, agitanada en el fraseo, los acentos y en el manejo del arco, con perfecta afinación y en un equilibrado diálogo con la orquesta, destacando la solista de arpa.

Admiradora de Strauss

La breve obra de Manén dejó muy clara la inventiva melódica del compositor, suntuoso en el sonido, elegante y de pasión contenida. No hay duda de su admiración por Richard Strauss.

El programa, que también se ofreció en ‘streaming’, incluyó además la ‘Sinfonía de cámara sobre el Cuarteto de cuerdas N° 3 Op. 73a’ de Shostakovich en una fantástica adaptación de Rudolf Barshai. El director asturiano Pablo González, que comandó en un período gris a la OBC, volvió a teñir de cierta pesadez al reducido conjunto que ahora tuvo a su cargo. Acompañó con seguridad a Leticia Moreno (sobre todo en Ravel), y en la obra de Shostakovich mostró un enfoque desenfadado y contrastado, tirando de decibelios, aunque se echó en falta la ligereza propia del primer movimiento y ataques más limpios de la cuerda.