Festival de Jazz de Barcelona

Ricard Gili: 'La Locomotora Negra podría haber llegado más lejos, pero no éramos profesionales"

La 'big band' decana del jazz en Catalunya se despide este viernes en el Palau de la Música tras 50 años en los escenarios

Ricard Gili, alma máter de La Locomotora Negra.

Ricard Gili, alma máter de La Locomotora Negra. / Robert Ramos

Roger Roca

Roger Roca

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La Locomotora Negra, decana del jazz en Catalunya, dice adiós tras 50 años en los escenarios. El viernes, la orquesta amateur más célebre del país vuelve por última vez al Palau de la Música de la mano del 52 Voll-Damm Festival de Jazz de Barcelona. Ricard Gili, trompetista, cantante, maestro de ceremonias y alma mater de la banda, echa cuentas de medio siglo dedicado a una afición que ha sido un compromiso vital.

¿Desde cuándo saben que lo dejan?

Desde hace un par de años. En la asamblea que hacemos anualmente planteé que había que dejarlo cuando aún no diésemos pena, por decirlo de alguna manera.

¿Sabe si hay 'big bands' en activo tan veteranas como la suya?

Pues no me consta. Duke Ellington, que es nuestro referente, formó su orquesta en 1924 y murió en mayo de 1974, aunque la orquesta siguió adelante con su hijo. Y nosotros no hemos querido superar al maestro. Ni en este ni en ningún otro aspecto.

¿Qué era el jazz para un joven de Barcelona en los años 60?

Había un núcleo de aficionados muy militantes, que sabían que estaban defendiendo una música más intensa, de un grado superior a los boleros y las cancioncillas que sonaban en esa época. Era una especie de resistencia contra el consumismo que avanzaba a través del rock and roll y otros sucedáneos.

Ustedes eran hijos de familias con recursos. ¿Nunca se sintieron intrusos, en una música nacida de una realidad tan diferente?

Sí, sí, pequeñoburgueses y todo lo que quiera. Pero nuestra actitud ha sido siempre de admiración. De respeto por una gente oprimida, como son los negros norteamericanos, que mediante su música conquistó el corazón del planeta. Y cuando hemos tenido la oportunidad de tocar con algunos de ellos, hemos visto que valoraban que una gente tan alejada de su mundo quisiera tocar su música. Incluso grabamos un disco con un músico negro de Alabama, Gene Connors.

¿Cree que La Locomotora deja descendencia?

Eso tendrían que decirlo ellos, pero creo que la Vella Dixieland, que sí se profesionalizó, avanzó tras la estela que abrimos nosotros. Y luego hay gente que nos cuenta que nos habían visto en concierto de pequeños, como Dani Alonso, director de la Barcelona Jazz Orquestra. Supongo que nuestras actuaciones motivaron a músicos más jóvenes.

¿La divulgación ha sido la razón de ser de la banda?

En los 60, el aficionado al jazz era un poco un apóstol. El núcleo original del grupo se formó a partir de las audiciones comentadas de discos que organizaba mi padre. Y esa actitud nos marcó desde el principio. Con el tiempo el jazz se ha ido arrinconando, convirtiéndose en una música para sabiondos. Y nuestra preocupación siempre ha sido mostrar que hay un jazz de entrada fácil pero de mucha calidad con el que la gente se lo puede pasar muy bien. En los últimos años montamos la Fundació Privada de Jazz Clàssic para que esta labor de divulgación siga más allá de la Locomotora.

Artísticamente, ¿a qué aspiraban?

Siempre hemos sido conscientes de nuestras limitaciones. Pero aspirábamos a revivir en la gente las mismas sensaciones que tuvimos nosotros viendo a los grandes del jazz. No hemos querido ser creadores. Eso no. Pero sí buenos intérpretes de este lenguaje, hablarlo de la mejor manera posible.

¿Y cree que lo han conseguido?

En 2008, el crítico norteamericano Stanley Crouch, que estaba en Barcelona por el festival de jazz, vino al camerino a felicitarnos durante un concierto en el Palau. “Se nota que sois aficionados, pero sabéis qué es el jazz y lo queréis”, dijo. Puede parecer poca cosa, pero es más difícil de lo que parece.

¿De qué grabación se siente más satisfecho?

Hay un disco, 'Originals', de temas hechos por nosotros a medida de nuestros solistas, del que me siento muy orgulloso. Y pronto saldrá 'La Locomotora Negra 50 anys' con grabaciones inéditas desde los los 80 hasta hoy.

¿Alguna espina clavada?

En la Locomotora cada cual lo verá a su manera. Mi único pesar es que no hayamos tenido más disponibilidad. Más tiempo de estudio individual, más tiempo para ensayar. Más tiempo para ser mejores, en definitiva. Pienso que podríamos haber llegado más lejos, pero no puedes pedir más a músicos que no éramos profesionales. Tomando algo de distancia, pienso que el vaso está medio lleno.

¿Y usted? ¿Qué nota se pone, como músico?

A mí me ha faltado una formación reglada. Pero por otro lado, creo que tengo cualidades que echo en falta en músicos que son mejores que yo. Virtudes que aprendí escuchando mucha música y a gente que me aconsejó de joven, como el pianista francés Jimmy Rena, que venía al pueblo donde yo veraneaba. No he llenado el vaso, claro. Pero la mitad sí. Tengo 72 años, la trompeta es muy exigente y no me queda mucho recorrido como músico. Mientras pueda soplaré en grupos pequeños, con gente cercana, pero sin tener que gestionar nada.

Una 'big band' es, en sí misma, un instrumento. ¿Echará de menos dirigirla?

No es fácil manejar tanta gente y tan diversa. Lo recordaré con agradecimiento, pero creo que sin nostalgia.

En Catalunya son una institución. ¿Les han tentado desde la política?

No. Cuando nos han contratado para un mítin hemos ido. Y en el grupo teníamos a uno de la Liga Comunista Revolucionaria, a veces tocábamos en cosas de las que organizaba. Pero no nos hemos significado políticamente. Ni nos han venido a buscar, aunque a título personal, Maragall, Trias o Pujol nos han demostrado su simpatía.

 ¿Le interesa el jazz que se hace ahora?

Hay gente actual que me interesa, como Wynton Marsalis, Terell Stafford, Cyrus Chesnutt, Nicholas Payton cuando no se le va la olla, Joshua Redman... Gente que no ha roto con el hilo del lenguaje original negro americano. Pero se hacen otras cosas que ya no me interesaban en los años 60 ni me interesan ahora. 

Suscríbete para seguir leyendo