Crítica de cine

'El profesor de persa': érase una vez el Holocausto

La película genera dosis efectivas de tensión a partir del evidente riesgo que afronta su héroe, pero a cambio resulta tan inverosímil que acaba insultando a la audiencia y trivializando los horrores que recrea

El profesor de persa

Nando Salvà

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¿Hasta dónde puede llegar una persona para evitar la muerte? Es la pregunta que se hace la nueva película del ucraniano Vadim Perelman a través de la historia de un judío belga que sobrevive en la Segunda Guerra Mundial haciéndose pasar por iraní y enseñando farsi, idioma que desconoce por completo, a un comandante nazi.

La película genera dosis efectivas de tensión a partir del evidente riesgo que afronta su héroe, pero a cambio resulta tan inverosímil -a pesar, ojo, de estar presuntamente inspirada en hechos reales- que acaba insultando a la audiencia y trivializando los horrores que recrea. A ese efecto contribuye la mezcla tonal que el relato propone; somos testigos de la tragedia de los prisioneros, pero también de episodios cómicos protagonizados por sus captores. 

Entretanto, Perelman se muestra menos interesado en las interesantes dinámicas de poder que la premisa propone -la víctima se convierte en maestro de su verdugo- que en reciclar clichés sobre la vida en los campos de concentración en aras del sentimentalismo, y se contenta con retratar a los prisioneros judíos como una simple masa a pesar de que, sobre el papel, el objetivo mismo de la película es precisamente reivindicar las identidades de las víctimas.