'Molly Bloom': Penélope contra los Ulises

Temporada Alta salva el estreno de uno de sus platos fuertes internacionales con la compañía belga Needcompany

icult   Molly Bloom

icult Molly Bloom / Maarten Van Den Abeele

Manuel Pérez i Muñoz

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James Joyce puso fin a su enrevesado ‘Ulises’ con un monólogo torrencial sin signos de puntuación titulado ‘Penélope’. Molly Bloom, reverso de la novela, proyecta en él sus erráticos pensamientos, salta dispersa de un recuerdo al otro, evoca sin tapujos amores y sexo mientras su marido duerme la mona a pocos metros. A pesar de estar escrito en 1920, el fragmento da forma a una mujer liberada de la moral de su época, un ser volcánico que desabotona los corsés de género. Una revisión muy oportuna para los tiempos que corren y un proyecto tortuoso para la Needcompany, habituales en la programación internacional del festival Temporada Alta. Primero chocaron contra los herederos del escritor irlandés y, tras expirar los derechos, ahora esquivan como pueden el contexto pandémico. Con la ocupación al 50% y el confinamiento perimetral, en teoría solo 300 espectadores de Salt pudieron disfrutar de las funciones de viernes y sábado.

No es poca cosa. En escena Viviane de Muynck, legendaria actriz de la escena belga que a sus 74 años vuelve a protagonizar un montaje de Jan Lauwers después de ‘Isabella’s room’, aquella filigrana que vimos en Girona en 2018. Sin la comparsa impagable del resto de la compañía, el monólogo se presenta casi al desnudo: tres sillas y una mesa. La actriz irrumpe en escena entre solemne y entrañable, chapurrea un par de frases en catalán para ganarse al público y explica que cada asiento lo ocupa simbólicamente uno de los hombres de la vida de la protagonista. Sin intermediación se sumerge en la corriente abrupta de su memoria, viaja del Gibraltar arcádico de su juventud a un presente descolorido, sin amor y con el deseo ardiendo en tiempo de descuento. La diferencia de edad no importa, la intérprete desborda su personaje más joven añadiendo una mueca de sarcasmo. Molly hablando desde el ahora podría encajar impúdica en una novela de Virginie Despentes.

Con tanta potencia convocada, lástima del ruido. Puede que, buscando esa complicidad entre escenario y platea, la luz sobre el público permanece encendida durante toda la función. Se consigue el efecto contrario, que cualquier movimiento vecino distraiga. Tampoco ayuda ese juego insertado de la apuntadora en el lateral lanzando frases en momentos clave, y de Muynck que parece mirar constantemente una pantalla de subtítulos para buscar el texto. Verdad o no, despista y la distancia de su criatura. Al final aparece la música que nos avisa de cuando nos debemos emocionar. Se acaba pensando aquello de que menos es más.