EL LIBRO DE LA SEMANA

Crítica de 'Otoño': quien no arriesga no gana

Ali Smith arranca con esta novela una tetralogía sobre el paso devastador del tiempo con el trasfondo del 'brexit'

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Olga Merino

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Juega fuerte Ali Smith (Inverness, Escocia, 1962). Una de las escritoras británicas más reconocidas por la crítica, presenta en 'Otoño' el estreno de una tetralogía dedicada a las cuatro estaciones, una primera entrega cuyo núcleo central lo constituye el paso del tiempo, cómo experimentamos su tránsito o su simultaneidad, sin duda el aspecto más arduo de reflejar en el arte de la novela. La autora presenta las armas de su ambición ya desde la primera línea, pues arranca el relato con la misma frase que abre un clásico del gran pope Charles Dickens, 'Historia de dos ciudades' (1859), aunque habiéndole dado la vuelta con un sarcasmo: «Era el peor de los tiempos, era el peor de los tiempos». En efecto, los contrapesos dickensianos se han quebrado en el mundo de Smith, situado después del referéndum del 'brexit', con el Reino Unido roto en dos mitades.

Amistad en el tiempo

Galardonada con uno de los premios Llibreter, en 'Otoño' los alambres argumentales se han reducido al mínimo, a la relación de dos personajes a través de los años: Elisabeth, una profesora de 32 años con un sueldo precario, y Daniel Gluck, un hombre centenario, antiguo vecino de la chica, que yace postrado en una residencia de ancianos, sumido en un duermevela que brinda los momentos líricos más bellos del libro. Su amistad sostenida en el tiempo, su afecto, plasmado mediante 'flashbacks' de sus conversaciones, representa el único tronco sólido al que agarrarse en esta deriva ideológica y económica en la que tanto personajes como lectores se mantienen a flote.

Smith es inteligente. Su prosa, fresca. Posee una mirada sagaz para escarbar en lo cotidiano, las ruinas del viejo imperio británico, el desmoronamiento de los servicios, los desgarros del tejido social—«cuando el Estado no es amable […], el pueblo se convierte en carne de cañón»—, y lo hace con un sentido del humor impagable, como en la escena en que Elisabeth acude a renovarse el pasaporte y a su foto le faltan cinco milímetros para cumplir con las normas burocráticas estipuladas. Otra carcajada cuando escribe: «Daniel no es homosexual. Es europeo».

La novela se pespuntea también con la historia de dos personas reales, dos mujeres víctimas de su propio fulgor: la artista pop británica Pauline Boty, olvidada y reconocida después de su muerte, a los 28 años; y

la modelo Christine Keeler, quien mantuvo, en el apogeo de la guerra fría,relaciones sexuales simultáneas con el ministro británico para la Guerra y un diplomático soviético (el 'escándalo Profumo'). Páginas brillantes salpicadas de múltiples referencias literarias: Shakespeare, Aldous Huxley, Dylan Thomas, Joyce. Y, sin embargo, a pesar del magnífico despliegue creativo, 'Otoño' no acaba de converger en un mecanismo compacto, sino que su efecto se diluye —signo de los tiempos—, como si la pólvora se hubiese gastado en salvas. Pero habrá que seguirla con atención: la voz rompedora de Smith ha llegado para quedarse. Como dicen en inglés, «nothing ventured, nothing gained» (quien no arriesga, no gana).