CRÍTICA DE CINE
Crítica de 'Mank', de David Fincher: la narrativa concéntrica
El driector de 'Seven' consigue reflejar el estado de ánimo del cine de Hollywood de los años 30 y 40 sin dejar de lado la modernidad por la que se le reconoce
Quim Casas
Periodista y crítico de cine
Profesor de Comunicación Audiovisual en Universidad Pompeu Fabra y docente en ESCAC, FX, Cátedra de Cine de Valladolid y Museu del Cinema de Girona. Autor de diversos libros sobre David Lynch, David Cronenberg, Jim Jarmusch, Fritz Lang, John Ford y Clint Eastwood. Miembro del Comité de Selección del Festival de Cine de San Sebastián.
Quim Casas
David Fincher invoca la figura de Herman J. Mankiewicz, el guionista de ‘Ciudadano Kane’ –uno de los filmes que más tinta a hecho correr, especialmente sobre la paternidad de su libreto original–, a partir de un guion escrito por su progenitor, Jack Fincher, fallecido hace siete años. Fincher padre tenía un interés particular en los entresijos del Hollywood de la era clásica, y escribió un guion sobre Howard Hughes antes de que Martin Scorsese realizara su película sobre el magnate, ‘El aviador’, partiendo de otro tratamiento.
Es la primera vez que el director de ‘Seven’ y ‘La red social’ se embarca en un proyecto de estas características, hurgando en el ingenio cinematográfico ajeno. Lo hace con la segunda gran apuesta en blanco y negro de Netflix tras ‘Roma’. Consigue reflejar el estado de ánimo del cine de Hollywood de los años 30 y 40 sin dejar de lado la modernidad por la que se le reconoce. Fincher no ha hecho un ejercicio retro. Tampoco es una reivindicación en toda regla de Mankiewicz. Y la disputa con Welles por la autoría del guion no es su tema central. La espina dorsal de esta magnífica película es la creación artística, porque el guion de ‘Ciudadano Kane’ fue puro arte revolucionario.
Por eso mismo, Fincher asume los modos de la estructura narrativa de aquel filme en un bello juego de espejos. ‘Mank’ está construida en saltos temporales, informaciones en paralelo y armoniosas transiciones entre secuencias como ‘Ciudadano Kane’. Mankiewicz, interpretado con mesura y distancia –pese a sus salidas de tono etílicas– por Gary Oldman, dice que la narrativa es un círculo concéntrico. Se jacta de haber sugerido una narrativa irrefutable y un destino. A dónde lo lleve es tarea suya, dice refiriéndose a Welles.
El relato viaja en el tiempo, hasta decisivos episodios en los años 30, a partir de la situación central, la escritura del guion en el desierto de Mojave, un retiro creativo y obligado dada las condiciones físicas de Mankiewicz. Por las imágenes de un blanco y negro pastoso, como en un sueño difuminado, desfilan Irving Thalberg, David O. Selznick, Louis B. Mayer, Marion Davies, Upton Sinclair, los más famosos guionistas de la época, Joseph Mankiewicz, hermano del protagonista, y, sobre todo, el poderoso William Randolph Hearst al que da vida Charles Dance, quien ya encarnó a David W. Griffith en ‘Good morning, Babilonia’. Kane es Hearst, es sabido, y en todo caso, Fincher nos recuerda que la película fue una 'vendetta' personal de Mankiewicz y no de Welles.
“La gente que va al cine deja voluntariamente su incredulidad en la entrada”, dice Mankiewicz. Eran otros tiempos, los de la fábrica de sueños, creación y corrupción. ‘Mank’ es un trago amargo, pero irrechazable.
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