ÓBITO

Javier Reverte, el escritor que nos contó África

El periodista y escritor, referente de la literatura española de viajes, fallece en Madrid a los 76 años

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Antonio Baquero

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Un viaje a África da para mucho. En su exuberante naturaleza e historia siempre hay veta para el relato. Pero hay que saber contarlo. Y el periodista y escritor Javier Reverte, fallecido este sábado a los 76 años, lo hizo mejor que nadie en las letras españolas. Quizá porque así cumplía el sueño de un niño madrileño a quien su madre vio tan apasionado de Tarzán que decidió inventarle historias sobre aquel continente.

Autor prolífico, dejó 24 libros de viajes. No solo de África. Sus zapatones y su pluma recorrieron casi todo el globo con el espíritu siempre como una página en blanco para recibir lo que el camino quisiera darle. "Soy solo unos pocos días más viejo que cuando partí…; pero mucho más sabio".

Tras estudiar Filosofía, se diplomó en Periodismo, un oficio donde destacó como enviado especial y que le llevó a ser subdirector de 'Pueblo', corresponsal en París y Londres y reportero de 'En Portada', en TVE.

Con su obra cumbre, ‘El sueño de África’ -primera entrega de su ‘Trilogía de África’-, alcanzó un éxito poco habitual con ese género literario en España. Y eso que ese texto fue rechazado por varias editoriales. Pero todo fue aparecer en las librerías y el boca-oreja hizo el resto con un libro en el que Reverte acuñó una fórmula -mezclar el relato de un viaje guiado muchas veces por una gran obra literaria con la narración de eventos históricos- que repetiría más tarde en otros destinos.

“África tiene un aura especial y la tersura de un sueño infantil”, escribió este orfebre de las descripciones paisajísticas. Su talento también desplegaba sus alas cuando tocaba relatar episodios del pasado. En sus páginas quedan retratados con todos sus claroscuros personajes históricos como Livingston, Burton, Speke, Stanley, Brazza, Shaka o el español Pedro Páez, el jesuita que fue el primer europeo en ver las fuentes del Nilo Azul, entre muchos otros.

Impagable es su descripción del encargo que en 1869 Gordon Bennet, entonces director de 'The New York Herald', hizo a un inexperto periodista Henry Morton Stanley, que estaba en Madrid escribiendo un reportaje sobre el general Prim. “Encuentre a Livingston”, le ordenó Bennet a Stanley aunque, eso sí, ya de paso, antes le encargó que asistiera a la inauguración del Canal de Suez, que remontara el Nilo, que luego fuera a Jerusalén, después a Constantinopla, que cubriera la guerra de Crimea y que visitara el Cáucaso, que como Bagdad estaba de camino mandara desde allí algún artículo, que cruzara Persia para dirigirse a la India y que ahí se embarcara para África. “Páselo bien y que Dios le acompañe”, remató el director.

En sus textos, Reverte alternaba profundas reflexiones personales -“La función del hombre en la Tierra es vivir, no existir”- con hilarantes anécdotas y descripciones, como la que hace sobre una aerolínea tanzana a la que se apodaba ‘Air May Be’ (Air Quizás): “La distinguen tres características: nunca cumple los horarios de salida, nunca cumple los de llegada y en muy pocas ocasiones tampoco los itinerarios anunciados”.

Jugarse la vida

Como el propio Reverte reconocería, el éxito de ‘El sueño de África’ le permitió acometer la segunda, ‘Vagabundo en África’, donde se dejaba llegar por la estela de Joseph Conrad en el ‘Corazón de las tinieblas’ y en el curso de la cual a punto estuvo de perder la vida a manos de un miliciano drogado en el Congo. También estuvo al borde de la muerte por malaria cerebral en la Amazonia, a dónde se desplazó por otro de sus libros.

Pero Reverte no era solo un escritor de viajes. Quedarse ahí es quedarse a medias con quien fue autor de cinco biografías, cuatro poemarios y 12 novelas, entre ellas las reseñables ‘Campos de fresa para siempre’ y ‘Lord Paco’, el vibrante 'thriller' ‘El médico de Ifni’ o esa joya que es ‘Todos los sueños del mundo’.

Los últimos años de su vida mantuvo una lucha legal con la Seguridad Social, que consideraba incompatible su pensión como jubilado con los derechos de autor por su obra y que en el 2015 le impuso una multa de 120.000 euros y le retiró la pensión. Finalmente, en el 2019, la justicia le dio la razón aunque para entonces había tenido que vender incluso una vivienda para hacer frente a aquellos pagos.