Crónica teatral

'Bonus track': la vida pasa volando

Carol López monta una lustrosa y agridulce comedia generacional en el Lliure de Gràcia con sus cómplices habituales

Tráiler de la obra 'Bonus Track' en el Teatre Lliure

Tráiler de la obra 'Bonus Track' en el Teatre Lliure. / periodico

José Carlos Sorribes

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De parejas, de amigos, de ilusiones perdidas y futuras, de situaciones cotidianas, de la vida sin más, se nutre buena parte del teatro de Carol López. La dramaturga y directora barcelonesa vuelve a ese entorno tan cómodo para ella en 'Bonus track', en el que es su regreso al Lliure tras una prolongada ausencia. Lo hace además con un grupo de intérpretes en el que figuran sus cómplices habituales. Todos, como ella, de la generación de los 'baby boomers', la del numeroso pelotón que ronda una frontera de la vida, los 50 tacos, en la que miras mucho atrás porque igual te asusta lo que viene por delante.

López ha montado una lustrosa propuesta teatral en el Lliure de Gràcia en un espacio escénico que es a la vez cinematográfico por su amplitud, pero también propio de un vodevil por las continuas entradas y salidas. Vemos a seis personajes, un grupo de amigos, a lo largo del último año de su vida, y también algunos breves viajes al pasado, en una panorámica muy actual con alusiones al confinamiento y a la pandemia.

Dilemas de envergadura

Bego (Dolo Beltran) y Manu (Paul Berrondo) son hermanos, pero poco tienen en común, salvo que comparten la casa de su abuela en el Maresme y que los dos se enfrentan a dilemas personales de envergadura: ella, actriz –“la mejor figuranta del mundo”- va a ser una tardía madre soltera; a él le ha dejado su novio y no supera el duelo. Félix (Borja Espinosa) y Emma (Anna Ycolbazeta) tienen dos hijos y él quiere formalizar su unión con boda, algo que a ella no le convence. Él también es actor y ella vive a su sombra. La última pareja, Vicky (Vicenta N’Dongo) y Flaco (Andrés Herrera), también tiene asuntos incómodos: la primera, una hija adolescente que se quiere ir de casa y él, un uruguayo simpático, otra que aparece en su vida de forma imprevista.

El cuadro se va desplegando en breves escenas, la mayoría entre las parejas, a lo largo de las cuatro estaciones. López teje así un ‘patchwork’ generacional que arranca de forma algo desmadejada y poco a poco va cogiendo forma con su tono de comedia agridulce, y por momentos dramática. Resulta el adecuado para retratar a esos 'baby boomers' a los que ya les cuesta mantener la cohesión grupal. Porque cada uno carga con lo suyo. En ese sentido, un montaje condimentado con canciones en directo (algo ya inevitable con Dolo Beltran en el reparto) tiene un brillante colofón. Se trata de un 'hit' ganador -con Herrera tocando el cajón- como el 'Volando voy', de Camarón, metáfora certera de cómo pasa volando la vida.

Pero el drama tiene un resquicio esperanzador. Siempre queda un 'bonus track' para esa entrada en la irreversible madurez. Como el que se plantea Bego con su maternidad tardía. No todo está perdido, nos vienen a decir López y sus cómplices, en una obra sin grandes pretensiones, que no nos descubre nada, pero que funciona por una dirección ajustada, un texto ágil y un elenco con kilómetros a sus espaldas.