ESTRENOS DE CINE DE LA SEMANA

'Ane', o cómo enfocar el problema vasco sin hablar nunca de ETA

David P. Sañudo debuta en la dirección con un valiente y maduro drama materno-filial dotado de un fuerte sustrato político

Patricia López Arnaiz, en un fotograma de 'Ane'

Patricia López Arnaiz, en un fotograma de 'Ane'

Beatriz Martínez

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En los últimos tiempos han sido varias las ficciones que se han aproximado al conflicto vasco desde diferentes perspectivas. De 'Patria' a 'La línea invisible' pasando por miniseries documentales como 'El desafío: ETA', que se estrenará a finales de mes en Amazon Prime. 

La ópera prima de David P. Sañudo, 'Ane', da un paso más allá dentro de esta cadena evolutiva a la hora de hablar de ciertos temas que hasta el momento habían sido incómodos para buena parte de la sociedad. En este caso no se menciona la organización terrorista, no hace falta. En la primera secuencia estalla un cóctel molotov y poco después vemos un contenedor en llamas. 

La acción se sitúa en Euskal Herria en el 2009, en un pueblo de Vitoria en el que han comenzado las obras para la construcción del AVE, la llamada Y vasca, proyecto que se convirtió en uno de los últimos objetivos de la banda armada. Buena parte de la sociedad también se mostró en contra de este plan ferroviario, algunos criticaron las profundas transformaciones que generaría en el paisaje desde una perspectiva ecológica. Otros se levantaron contra la expropiación de viviendas. Precisamente en esa lucha se halla Ane, joven simpatizante de los movimientos abertzales que lleva varios días sin aparecer por casa. 

Sin embargo, el punto de vista inicial corresponde con el de su madre Lide (una volcánica Patricia López Arnaiz). La violencia se ha instalado en su propia casa y de pronto tiene que asumir que no conoce a su hija. El contexto político externo se cuela en las entrañas de la cotidianidad de un hogar que tiene que hacer frente a las consecuencias de un activismo que surge del miedo y la intimidación. 

Líneas divisorias

«Es uno de los temas que quería tratar en la película, la imposibilidad de escapar de aquello que nos rodea», cuenta el director David P. Sañudo a EL PERIÓDICO. «Por eso toda la narración se establece alrededor de una serie de líneas divisorias, una de ellas es la fractura entre el interior y el exterior de la casa, lo que ocurre dentro y lo que ocurre fuera, incluso a nivel formal está representado a través de distintos estilos. Lo social influencia lo íntimo, sobre todo en el País Vasco de esa época». 

No es el único riesgo que corre esta valiente y madura ópera prima. 'Ane' es al mismo tiempo un 'thriller' de investigación, una película con un fuerte sustrato político y un drama materno-filial repleto de pliegues. «De alguna manera la relación entre madre e hija funciona como un espejo», dice Patricia López Arnaiz. «Se ven reflejadas la una en la otra y eso les provoca terror. Mi personaje estará sujetando una pesada losa durante toda la película. Lo complicado es soltar ese peso». Incomunicación, decisiones equivocadas, frustración, rabia, son algunos de los aspectos que entran en juego en este complejo mecano emocional. 

«Es una película que funciona como un pliego, en los límites entre los géneros, entre lo público y lo íntimo. La edad de Ane es también fronteriza, 17 años, a punto de cruzar a la madurez. El paisaje está diseñado en forma de trazado de línea de tren, como una línea que separa y divide», continúa Sañudo. Más escisiones clave: el personaje de Ane no aparecerá hasta la mitad de la película, una decisión complicada que les obligó a construir una estructura en dos tiempos en la que el espectador tiene que replantearse qué tipo de película está viendo. 

Fuerza y carisma

Es la de Patricia López Arnaiz probablemente la mejor interpretación femenina del año. La actriz dispara en euskera diálogos a ritmo de ametralladora, pese a que no es su lengua materna. Su fuerza y carisma funciona tanto cuando calla, a través de una mirada desafiante o llena de inseguridades, como cuando pasa a la acción con sus momentos «más cañeros» (en sus palabras). «Lide no tiene límites, no es un personaje que va del punto A al B. Su recorrido es más sinuoso». 

Pérez Sañudo no quería hablar de la violencia en el País Vasco a través de grandes discursos o representaciones. Quería centrarse en un momento, un lugar y unos personajes concretos y despojarse de cualquier mirada o lectura nacionalista, algo que reconoce que en Euskadi resulta difícil. «Me interesaba más hablar en un sentido abierto y universal, no desde los conceptos de país. Eso da mucha libertad». 

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