LA GRAN CITA DEL FANTÁSTICO

Sitges 2020, la edición pandémica

Ambiente en la jornada inaugural del Festival de Sitges 2020

Ambiente en la jornada inaugural del Festival de Sitges 2020 / periodico

Juan Manuel Freire

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Casualidad o no, la 53ª edición del festival de Sitges se abrió el jueves con una película sobre infectados: 'Malnazidos', de <strong>Javier Ruiz Caldera</strong> y <strong>Alberto De Toro</strong>, traslación de los motivos del subgénero zombi al entorno de la guerra civil española. Doble casualidad o no, el otro título (en principio) estelar de la jornada, 'Península', más conocida como 'Tren a Busan 2', giraba en torno a una sociedad devastada y aislada a raíz de un misterioso brote viral. 

Esa confluencia de títulos sobre contagios se habría tomado como algo normal en cualquier edición reciente, pero cobra una incómoda resonancia en el año del SARS-CoV-2, ese villano invisible que nos hace mirar con suspicacia cada pequeña tos, sobre todo si la detectamos en un sitio cerrado. 

El festival de Sitges celebra y defiende el terror, pero solo el terror del bueno, ese que puede dificultar nuestros sueños, pero no tanto nuestras vidas. Por eso <strong>sus organizadores han buscado el modo de hacer una edición lo más segura posible</strong>. Los cambios saltaban a la vista nada más llegar al Hotel Meliá, sede principal del festival: algo menos de trasiego humano que otros años y ni rastro de los cazadores de autógrafos profesionales; este año está prohibido acercarse a las personalidades, a menos que sea durante algún acto creado expresamente para fans. 

Festival en sala y en casa

Dentro de las salas, también la experiencia es distinta, lo que no quiere decir peor en todo. Es una pena que el aforo se haya limitado al 70% (el festival pudo permitirse un 80%, pero prefirió no llegar tan lejos por cuestiones logísticas), porque reduce ligeramente el calor humano. Por otro lado, entre esa reducción de aforo y la numeración y asignación previa de asientos, es más difícil fenecer bajo aquellas conocidas estampidas a la caza de filas privilegiadas o butacas favoritas. Hay algunos otros cambios: si en el Auditori del Meliá se respira seguridad, es en parte por la introducción de un sistema que mide y mejora la calidad del aire a tiempo real.

Algunos precavidos fans del fantástico, sea como sea, han preferido no viajar a Sitges este año y disfrutar el festival en su versión digital. Alrededor del 60% de los títulos (largos, cortos, documentales) se pueden disfrutar en la sala virtual diseñada por la plataforma FestivalScope-Shift72. No es una experiencia tan distinta a la física: también existe un número limitado de entradas para cada película, así que conviene echar un vistazo rápido a la selección y hacerse con lo que más interese. En el formato 'on line' aparecen joyas como 'Host', de Rob Savage, sensación 'indie' con paisaje de Zoom, o una de las mejores óperas primas de esta edición, 'Relic', de Natalie Erika James.

Más no siempre es más

No podrán encontrar 'on line' 'Península', más que nada por tener distribución en salas en España: llegará el 6 de noviembre. Pero tampoco es una de las películas esenciales de Sitges 2020, aunque a distancia lo pareciera. La primera era mejor, por tirar de tópico aguafiestas. Esta cuenta con el doble de presupuesto, pero la mitad de diversión. Es más grande, pero muy inferior.

La proyección empezó de forma tan concisa como entrañable: el director de la película, el surcoreano Yeon Sang-ho, había enviado un mensaje en vídeo que era pura síntesis. Básicamente nos decía que 'Península' pasaba cuatro años después de 'Tren a Busan' y nos deseaba un feliz pase. Minimalismo en contraste con los excesos de su película.

Si en la anterior entrega, Sang-ho aprovechaba el espacio limitado del tren con dinamismo e inteligencia, aquí ha preferido abrir la acción a una ciudad, Incheon, en cuarentena tras el brote zombi, como toda Corea del Sur. El exsoldado Jung-seok (Gang Dong-won) vuelve allí como parte de una operación para recuperar un botín oculto en un furgón abandonado: un MacGuffin como otro cualquiera. Allí acaba lidiando con zombis reunidos en hordas o un grupo militar corrupto, el que secuestra a su cuñado, pero encuentra también algo parecido a una nueva familia.

El principal problema de 'Península' radica en su apoyo excesivo en unos efectos digitales desmadrados pero mejorables, capaces de restar amenaza a los zombis o excitación a una carrera de coches final con clara inspiración en 'Mad Max: Furia en la carretera', una película en la que, por cierto, no se notaba la infografía. Por otro lado, Sang-ho era más creíble cuando prefería el nihilismo al melodrama: los intentos de emoción de 'Península' son de una obviedad terrorífica.

Quizá tuvieran más suerte los que eligieran acercarse, alrededor de la misma hora, a 'Saint Maud', el celebrado debut de Rose Glass, del que hablaremos más adelante en estas páginas. La jornada del jueves incluyó también pases de la citada 'Amulet'; la intrigante 'Vicious fun', de Cody Calahan, sobre una terapia de grupo para asesinos en serie, o el estreno mundial de 'Archenemy', thriller de ciencia ficción de Adam Egypt Mortimer.

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