CRÍTICA DE CINE
'El Halloween de Hubie': miedo por los motivos equivocados
Adam Sandler celebra el terror y los buenos sentimientos en una comedia familiar sin gags ni emoción
Juan Manuel Freire
Periodista
Periodista y crítico cultural.
Juan Manuel Freire
De una cima como 'Diamantes en bruto', Adam Sandler salta sin solución de continuidad a esta sima llamada 'El Halloween de Hubie', intento fallido de comedia familiar que visionar ritualmente en cada noche de los difuntos. Había esperanzas porque la coescribe Michael Herlihy, guionista de 'El chico ideal', pero también había miedo porque dirige Steven Brill, el mismo del peor producto de la alianza Sandler-Netflix, es decir, 'The do-over'. Los peores temores se han cumplido.
Sandler está más cansino que gracioso como Hubie Dubois, un carnicero de Salem, capital de Halloween, cuya mayor fijación es que la Noche de las Brujas se celebre dentro de unos estrictos parámetros de seguridad y bienestar. Sobre todo, por su propia salud mental: sufre de un legendario miedo a todo. Pero el truco o trato de este año podría ser intenso, porque un psicópata se ha escapado de un hospital psiquiátrico, un hombre lobo parece rondar por las inmediaciones y ha empezado a desaparecer gente, a veces delante de las narices de Hubie.
Dubois, que rima con Pubois, como la película insiste en resaltar, empieza recibiendo palos por todas partes, pero al final de quien se hace burla y escarnio es de los cínicos o amargados capaces de atacar a gente con buenas intenciones. Como en otras ocasiones, Sandler combina comedia escatológica y cafre con accesos de sentimentalismo, sin acabar de afinar esa ecuación como hicieron los Farrelly. Sin grandes gags y rudimentaria en sus tramas románticas, 'El Halloween de Hubie' funciona mejor, curiosamente, cuanto más terrorífica: la desaparición de cierto personaje en un laberinto de maíz podría estar firmada por el Shyamalan de 'Señales'.
También como en otras ocasiones, Sandler se ha conseguido rodear de un reparto abrumador, en este caso gente como Maya Rudolph, Steve Buscemi (al que toca compartir una escena muy incómoda con Rob Schneider), Ray Liotta o el siempre gracioso, sin esfuerzo aparente, Kenan Thompson. Pestañeas un momento y puedes perderte alguna aparición estelar, ya sea Michael Chiklis como párroco o Ben Stiller de camillero. Tratar de no perderse a nadie evita caer en la somnolencia profunda.
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