Josep Maria Mainat

Retorno a Canet

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Núria Navarro

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Esta información se publicó el día 01 OCT 2020. El contenido hace referencia a esa fecha.

Una de las obsesiones de Josep Maria Mainat, extrinco y mito en vida del entretenimiento televisivo, es la cruzada contra el envejecimiento. Y eso no pasa solo por los ejercicios de cardio, las paellas de quinoa y el cóctel de antioxidantes. Ni por tener una hija a los 65 años, Jana, que siempre obliga a doblar el espinazo para plegar el cochecito. Tiene que ver con que las sinapsis vayan a toda castaña, saber leer los tiempos como nadie y proponer algo revolucionario. Y en eso está on fire. La última: en una comida con su excuñado Fede Sardà y Gemma Recoder, apareció el recuerdo de Canet Rock, el festival que impulsó La Trinca en los 70 y, ¡zas!, Mainat propuso resucitarlo viendo el paralelismo de estos tiempos infames a la par que expectantes con los del ocaso del franquismo, pero sin el peligro de que un Martín Villa te intente clavar una multa morrocotuda por «atentar contra la moral y la decencia públicas» y por ondear banderas que no tocan. ¿O sí?

De la 'costellada' al imperio

Ese cazarlas al vuelo, decíamos, no se le marchita. Como la sonrisa burleta que esboza con las propias ocurrencias. Mainat (Canet, 1946), hijo de payeses, comenzó y no acabó Arquitectura. Prefirió parir canciones con Toni Cruz y Miquel Àngel Pasqual, que primero fueron de costellada y bajo el nombre de Els Vikings de la Costa, y acabaron, con La Trinca, haciendo la crónica gamberra de la Transición, con algunos efectos colaterales -nadie ha vuelto a oír la Quinta Sinfonía de Beethoven con la misma disposición de ánimo- y el inicial desprecio de la Nova Cançó que se tomaba demasiado en serio su papel en la Historia.

Entre elepé y elepé, y fueron 38, se quedó huérfano de madre -tenía 45 años cuando un coche la atropelló al cruzar la carretera-, se casó con Rosa Maria Sardà y tuvo un hijo, Pol; participó en el Grup d'Independents pel Socialisme, que dio pie al PSC; y protagonizó 6.000 sketches en la tele, en los que casi siempre le tocaba el papel de señora. Pero después de 20 años de conya marinera y travestismo, captaron la oportunidad que suponía el desembarco de las teles privadas. Cerraron La Trinca, y no se habló más de La patata ni el Quesquesé se merdé.

Se fueron sin salvar la humanidad, como prometieron en una de sus canciones, pero Mainat y Cruz -Pasqual se desgajó pronto- sanearon la economía a unos cuantos centenares de familias que trabajaron en y para esa descomunal factoría de éxitos de televisión llamada Gestmusic. Inventaron dos clásicos, Crónicas marcianas y Operación Triunfo, e importaron el adictivo formato de Gran Hermano, ideado por su socio holandés John de Mol.

Hubo un momento en que en Gestmusic, como en el imperio de Felipe II, nunca se ponía el sol. Llegaron a tener 100 horas semanales de televisión de su autoría en la parrilla, cosecharon las críticas más sangrantes -«pensamos en reunir las de No te rías que es peor en un libro titulado Cómo aguantar las críticas sin que te estropeen el día»-, diversificaron capital en las bodegas Laurona y en un par de restaurantes chic e, intuyendo que venía la crisis antes que Niño Becerra, vendieron en el 2002 su parte de Gestmusic a Telefónica por un potosí, librándose del desplome de la publicidad y, después, de las órdenes que venían de Berlusconi.

Joan Ramon, presente

Pero no fue para jugar a la petanca, sino para abrir junto a Cruz Reset TV, un laboratorio de ideas que ya ha aliñado un concurso para TV-3 titulado Com som y que se estrenará en abril, y un talent show musical, Yo soy el artista, para Telemundo/ NBC, que se emitirá en septiembre en EEUU. Por si fuera poco, y mientras rumia apuntarse a la carrera de Física, «de Física cuántica concretamente», cría a sus tres hijos menores, Jana, Misha y Mar -los dos últimos adoptados con su anterior pareja- y defiende sin caretas la consulta soberanista donde haga falta, se ha enredado en el Woodstock catalán del 2014. Un festival que, para él, tiene un fleco íntimo: el embrión de las 6 hores de Cançó a Canet, en 1971, fue «un acto pequeño organizado por Joan Ramon -su hermano- con la ayuda de los boy-scouts del pueblo». El cáncer se llevó a Joan Ramon en el 2004. Así que el retorno a Canet tiene algo de honra a su memoria. Pero también es una forma de volver a la juventud. Antiaging del bueno.