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La sala Rocksound, templo de la música de guitarras, será derruida

El carismático club rockero del Poblenou echará el cierre el 4 de octubre y Barcelona quedará aún más pobre de música en vivo

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Nando Cruz

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El final de la sala Rocksound era la crónica de una muerte anunciada. Desde su mismo nacimiento. Cuando en el 2008 Antonio Celeiro alquiló el local en el 116 de la calle Almogàvers, los edificios de al lado y de detrás ya estaban derruidos. Los planes urbanísticos de la zona jugaban en su contra y en el ayuntamiento le advirtieron de que su local podría tener que cerrar en unos tres años. Al final, Rocksound ha vivido con la soga al cuello más de una década; casi 13 años en los que el circuito de músicas de raíz americana y, en general, cualquier banda de guitarras potentes sabía que tenía allí un escenario en el que presentarse.

Los británicos Godfathers, los estadounidenses Supersuckers, los australianos Hard-Ons, cantautoras como Tift Merritt, bandas de rock sureño, de rockabilly y de todas las gamas del metal sabían que esta sala estaba disponible los siete días de la semana. Por eso podías ver allí un concierto del rockero tex-mex Joe King Carrasco un lunes por la noche. Como tantos otros locales de música en vivo, Rocksound era un servicio público. Su escenario, así como la barra y el rótulo de la entrada, todos de madera, los talló y colocó el propio Celeiro, carpintero de oficio y rockero de corazón. Tanta madera dotaba al local de un carácter único. Entrabas y te sentías transportado a un bar de carretera secundaria de Wisconsin. Tal vez por ello, las bandas yanquis se sentían en casa.

"El cierre de la sala no supone mi ruina", reconoce Celeiro, que nunca se ganó la vida con ella sino con su otro trabajo en una empresa de ropa. "Pero es una putada para la ciudad porque hay todo un circuito de bandas americanas que ya no pasarán por Barcelona", asegura. Lo dice con conocimiento de causa. Él también es promotor de conciertos y, tras el cierre de la sala Monasterio debido al reordenamiento de la zona del Port Olímpic que conlleva el cierre de los locales de ocio nocturno, apenas quedan salas pequeñas donde aporrear la batería como si te fuera la vida en ello y subir los amplificadores de las guitarras al máximo sin temor a molestar al vecindario. Alquilar una sala para tocar es un gasto que determinadas bandas no saben si podrán recuperar y las disuadirá de tocar en Barcelona. Así de endeble y precario es nuestro circuito musical.

Aunque el Poblenou sigue acogiendo salas de conciertos como Razzmatazz, Bóveda, Vol, el bar Ceferino o la recién estrenada Wolf, los planes urbanísticos del 22@ son una pesadilla omnipresente que se remonta al 2002, con el cierre del Garatge Club, y cuya última pérdida había sido el Hijauh USB. Los martillos hidráulicos y las excavadoras han vuelto a apostarse frente al rótulo de madera de Rocksound. Empieza fase de construcción de los edificios y este antro rockero, el último edificio en pie, es un estorbo. La fecha de demolición es el 10 de octubre, pero antes aún celebrará una edición de despedida del ciclo Rootsound, un programa de grupos nacionales de músicas de raíz americana, y el 4 de octubre echará el cierre con un concierto de Los Mambo Jambo.

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