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'Gustafsson R60': una reunión de amigos tan catastrófica como hilarante

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Eduardo de Vicente

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Las reuniones de antiguos amigos suelen ser un tema recurrente tanto en el cine como en el teatro para sacar a la luz las verdades ocultas y los auténticos sentimientos de los personajes. Los ejemplos son múltiples: El nombre, Los amigos de Peter, Pequeñas mentiras sin importancia, Cena de amigos, etcétera. El Versus Glòries acaba de reabrir sus puertas con una obra que se inscribe en este grupo, pero que tiene un protagonista menos habitual, un objeto inanimado, una mesa de diseño que, incluso, se convierte en el título de esta comedia, Gustafsson R60. Rosa Molina, autora de diversas piezas de microteatro y cortometrajes, escribe y dirige el texto al servicio de seis divertidos actores… y el citado mueble.

El escenario está presidido por la Gustafsson R60, es bonita y elegante, sí, pero tampoco es como para encapricharse por ella, incluso podría ser del Ikea… en el fondo, es la excusa para provocar el conflicto, como el cuadro blanco de Arte, la obra de Yasmina Reza. En uno de los laterales, dos huecos que simulan ser el lavabo y la cocina del piso. En este espacio diáfano también hay esparcidas unas cuantas cajas y es que una de las parejas, formada por Pau (Xavier Pàmies) y Martina (Rafaela Rivas), acaba de mudarse. Ella ha organizado una reunión de amigos porque quiere hacer un anuncio (aunque su pareja ignora de qué se trata) y le ha pedido a su compañera de infancia, Núria (Núria Sanmartí) que le deje la citada mesa porque aún no tiene mobiliario.

Mentiras arriesgadas

Pero, en la primera escena, ya descubrimos que las mentiras serán el principal elemento de la trama, ya que Núria y Pau son amantes. Ella es la ex de Joel (Edgar Moreno) con quien acabó fatal hace tan solo unos meses y que acude también a la cena con la secreta ambición de recuperarla (no a su antigua novia, sino a la mesa, que es todo un símbolo para él). Llega acompañado por Estel (Laura Porta), una actriz muy romántica y algo boba, con la que ya está viviendo y esperan un hijo, pero aún no se lo han dicho a los demás. Completa el grupo Eric (Óscar Jarque), un misterioso compañero de trabajo de Martina muy hablador del que Pau sospecha inmediatamente y es que, pese a ser infiel, no soportaría que ella hiciera lo mismo.

Martina y Pau tienen un lema: “L’home s’encarrega del menjar i la dona, de la logística” y, por eso, ella prepara unos adornos, unos globos para celebrar algo que nadie sospecha mientras él se ocupa de intentar que sus amigos tengan algo para cenar, aunque resultará más difícil de lo que parece. Como ocurre en otras de esas cenas ficticias de amigos (Perfectos desconocidos), no es una noche cualquiera, ya que durante la misma Venus y Júpiter estarán alineados y, astrológicamente, cualquier proyecto que surja durante esas horas está llamado a tener éxito. Veremos…

A mayor tensión, más carcajadas

Las risas forzadas se sucederán pero, sobre todo, las mentiras, las indirectas, las puyas, las venganzas, las miradas de odio y las falsas identidades, todo ello salpicado con los temas de Chemical Brothers y una inesperada aria de Madame Butterfly. La combinación es explosiva y, a medida que aumenta la tensión, las carcajadas en las gradas son aún mayores, el enredo es monumental y las consecuencias de lo que vaya sucediendo son totalmente imprevisibles.

Es una comedia simpática sobre la amistad, el amor y la sinceridad que plantea un montón de conflictos y los resuelve pensando siempre en sorprender al espectador y provocar, por lo menos, una buena cantidad de sonrisas. Resulta ideal para quienes deseen pasar una hora y media divirtiéndose a costa del mal rollo que hay entre los personajes y olvidarse de los problemas cotidianos. El reparto se ajusta con eficacia a sus respectivos roles y cada uno de ellos tiene su momento para el lucimiento, incluso la mesa, para quienes los actores piden también un aplauso al final.

La cultura es más que segura

Finalmente destacar el esfuerzo que están haciendo, como en otras salas, los responsables del Versus Glòries para demostrar que la cultura es segura. La entrada es escalonada, los espectadores son citados a horas diferentes para que puedan mantener las distancias, se ofrece gel, hay una alfombra para mojarse la planta de los zapatos y otra para secarlos, nos toman la temperatura y entre una butaca y otra hay una de separación. Todo para que nos sintamos seguros… de que pasaremos un buen rato en nuestro reencuentro con el teatro.