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'La canción de Ipanema': un homenaje a la música de Vinicius de Moraes

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Eduardo de Vicente

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Vinicius de Moraes fue uno de los compositores y cantantes más importantes que dio la música brasileña en el siglo XX. Impulsó la bossa nova contribuyó decisivamente a la internacionalización de los ritmos de su país junto a otros artistas como Antonio Carlos Jobim, Baden Powell o Joao Gilberto. En su carrera destacan las canciones para la película Orfeo negro, que contribuyó a expandir el fenómeno, o sus discos en los años 70 en el café concierto bonaerense de La Fusa junto a Maria Bethania, Maria Creuza y el guitarrista Toquinho producidos por el catalán Mike Ribas.

Pero su obra más recordada es La chica de Ipanema (Garota de Ipanema), que fue versionada por grandes estrellas como Frank Sinatra, Nat King Cole y hasta por mujeres como Shirley Bassey, Ella Fitzgerald y, más recientemente, por Madonna o Amy Winehouse. La leyenda cuenta que la inspiración le vino al músico mientras veía pasear por la playa a una joven, Helô Pinheiro, como paradigma de la mujer carioca. Pero no siempre las historias son tal como nos las contaron…

Del aeropuerto al bar de Caetano

Eso es lo que intenta demostrar La canción de Ipanema, el montaje que dirige el actor Rubén Yuste y que acaba de ver la luz en el Aquitània Teatre. Combina una mínima trama romántica para hacer un repaso de la obra del genial compositor en la que figuran también otras canciones menos populares, pero más deliciosas incluso como Minha namorada Samba en preludio, que se interpretan en la función. Mientras el público accede a la sala se nos muestran unos escuetos datos biográficos de Moraes, Pinheiro y Jobim.

El escenario está ocupado por un edificio con puertas y ventanas a la izquierda y, al otro lado, una mesa y unas sillas del bar Veloso (otra referencia a otro de los impulsores de esta música) en Río de Janeiro. En el centro, una pantalla que se utilizará para mostrar diversas proyecciones como la emblemática silueta del Cristo del Corcovado.

Recuerdos de un amor y una canción

Unos bailarines nos dan la bienvenida antes de que aparezca en escena Assumpta Serna manifestándose en el aeropuerto de Río donde es retenida por un comisario (Toni Sevilla) con el que acabará confesándose. Le explica que ella, Nelita, fue la auténtica inspiración del músico con el que vivió un apasionado romance cuando ella contaba tan solo 19 años y el artista, 49. El policía se interesa por su relato y ella decide contarle su versión. Ambos serán el hilo conductor de la acción, que irá alternándose con sus recuerdos de juventud en 1962 en los días previos al debut artístico del cantante y los días posteriores.

La auténtica magia se apodera de la platea cuando José Luis Sánchez (autor del texto) toma la guitarra entre las manos e interpreta los temas de Moraes empezando por su famoso Corcovado, perfectamente acompañado por los músicos Bruno Butenas y Gabriel Fortunato que juegan con la armónica, el saxo, la flauta o las guitarras. Por momentos nos parece habernos trasladado a la playa de Río o ser testigos excepcionales (como Serna y Sevilla) de un concierto adicional en La Fusa. La joven Nelita es interpretada por Adriana García y brilla en versiones como A última esperança mientras que la brasileña Lari Antunes destaca enfundada en un vestido rojo con guantes negros que parece emular a la Rita Hayworth de Gilda.

Más allá de la historia romántica, la obra también pretende denunciar la situación de la mujer en aquella época en la que no podían decidir su futuro por sí mismas, ya que estaban sometidas a la voluntad del padre, papel que interpreta Jordi Cadellans (que encarna también el personaje de Jobim), lo que complica que Nelita pueda unirse al bohemio Vinicius. El otro mensaje es un canto al amor, a la libertad para amar sin tener en cuenta lo que opinen los demás. Una pieza ligera que destaca más por su apartado musical que por su trama dramática y que se disfruta como si fuera un concierto íntimo con el añadido de unos textos teatralizados. Mira, ¡qué obra más linda!