Director del Barcelona Jazz Collective

Gianni Gagliardi: "Prohibir los conciertos es una ruina total"

El saxofonista denuncia la nula regulación en la comunidad musical: "Hay muy pocas ayudas y apoyo institucional, no hay un caché fijo"

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María De Lama

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La crisis sanitaria del covid-19 ha afectado duramente al sector musical y tras las nuevas medidas establecidas que prohíben los conciertos los músicos son víctimas de lo que parece una "masacre cultural", según Gagliardi, que tiene previsto actuar el viernes (22 horas) en Sa Qüestió, pese a la incertidumbre por estas nuevas restricciones.

Gianni Gagliardi nació en Barcelona en 1987, empezó a estudiar violín con cinco años y después tocó la flauta barroca y renacentista en un conservatorio de su ciudad. A los 15 años se decanta por el saxofón y, dos años más tarde, se traslada a los Países Bajos para obtener un Bachellor en Jazz Performance en el Conservatorio de Ámsterdam. En 2011 gracias a una beca de AIE y Berklee College of Music se traslada a Nueva York. Un año después, es galardonado con una beca para la nueva escuela Berklee València como Embajador. Actualmente es el director del Barcelona Jazz Collective, una plataforma para los jóvenes compositores e improvisadores. 

¿En qué momento de su vida se encontraba al empezar la pandemia?

En ese preciso momento estaba de gira en Polonia y me quedaban alrededor de cuatro meses sin parar, tenía bolos todos los días por toda Europa, desde marzo hasta ahora. Con la crisis del coronavirus se canceló todo, a los tres o cuatros días de empezar a actuar se inició el cierre de las fronteras, se cancelaron muchos vuelos y cerraron Noruega, donde estaba viviendo, no podía volver. Por lo tanto, decidí regresar a Barcelona a casa de mis padres a pasar el confinamiento, tuve que cruzar Chequia y Polonia para coger un avión y volver a España.

¿Cómo ha vivido los meses de confinamiento?

En Barcelona el confinamiento fue una locura, mi padre estaba trabajando en una clínica y mi madre acababa de salir de un cáncer y era persona de riesgo. Cuando acabó la cuarentena necesitaba salir de ahí y busqué un trabajo en Ibiza, un contacto me metió en Ecofeixes y el 15 de junio ya estaba aquí. Mi intención era quedarme porque tengo familia y estoy a gusto, pero me han dado una residencia artística en Suiza y me trasladaré.

¿Le gustaría formar parte del Eivissa Jazz Festival?

Sí, como líder saxofonista he tocado en dos ocasiones. Antes había una cosa llamada 'Circuitos de Música Injuve' para la gente joven que, cuando ganabas, el premio era tocar en Ibiza, Getxo y Madrid. Después de eso no he podido tocar más en la isla, pero me gustaría.

¿Cómo le ha afectado que se prohíban los conciertos?

Es una ruina total, es terrible para todos, pero el mundo de los músicos está sufriendo de la peor manera posible. Yo diría que el 95% del trabajo de los músicos no se cotiza, es decir, solo tasas un día en cada bolo. Hay gente que lleva haciéndolo tres años y a lo mejor solo tiene tres meses cotizados. Por eso, todas las ayudas que el Gobierno dio para los autónomos nosotros no las podíamos tener. Yo tuve la suerte de llevar un año pagando autónomos, así que me pude acoger a esa prestación y me salvó, además de irme a vivir con mis padres.

¿Qué opina sobre las medidas restrictivas en el sector musical?

Es terrible, como poner más palos en las ruedas, la situación lleva años siendo muy precaria y no está para nada regulada. En el sector de la música hay gente que vive de la gracia de Dios, nadie te contrata para tocar, hay muy pocas ayudas y apoyo institucional a la música y a la cultura en general. No hay un caché fijo que se respete, la gente te paga lo que quiere o directamente no lo hace, al contrario que en otros países donde hay sindicatos muy sólidos que dictan los precios y todo el mundo lo respeta.

¿Cuántos conciertos ha tenido que suspender?

Hasta el momento he cancelado un mínimo de 60 conciertos o más desde marzo. La última actuación que di fue el 10 de marzo en Ostrova, en la frontera con la República Checa, y ahí ya se empezaba a cancelar todo en Polonia.

¿Ha tenido tiempo para componer y para ensayar durante estos meses?

Igual que a muchos amigos músicos les ha pasado, se te cae el mundo encima y no ves ningún futuro con la música. No encontraba ninguna motivación para componer, estuve un poco de bajón. Cuando la pandemia pegó fuerte en marzo no sabía dónde meterme, de hecho, estaba en casa de mis padres y no podía tocar el saxo por los vecinos y estuve tres meses sin tocar una nota. En Ibiza empecé a tocar un poquito, pero como he estado trabajando full time no he tenido ni energía ni tiempo para ensayar.

¿En qué se inspiró para componer su nuevo CD 'Nomadic Nature'?

En el CD están mis temas originales que grabé con un grupo de Nueva York, muy buenos artistas y amigos míos. Éramos un grupo de músicos que quedaba todos los miércoles a las 12 horas. Cada semana traíamos temas y, a raíz de esas quedadas, salieron muchas canciones, por eso hay un poco de todo. El nombre 'Bikram' alude al pequeño sitio donde quedábamos, que parecía una sauna del calor que hacía. Decíamos que hacíamos 'Bikram Jazz' ya que el yoga tiene una variedad con ese nombre, que consiste en hacer deporte exponiéndose a altas temperaturas, como nosotros en esa pequeña habitación componiendo.

¿Echa de menos subir al escenario?

Sí, tengo muchas ganas de tocar, ya no me acuerdo prácticamente de cuál era el sentimiento de subir a un escenario. Seguro que será un poco extraño volver. De hecho, toqué hace poco en Sa Qüestió con dos músicos cubanos que viven aquí en la isla. Fue mi primer bolo después del confinamiento y fue raro, todo el mundo con las mascarillas además del miedo que tienen las personas de asistir a este tipo de eventos. Es un poco estéril todo.

¿Qué está suponiendo la crisis sanitaria para la cultura?

Es la gota que colma el vaso, si la cultura ya estaba muy débil ahora la está aniquilando. Son tiempos muy complicados para la cultura y la música, sobre todo en directo, que es el sustento de todos los músicos. El 90% de nosotros vivimos del día a día, sin ningún tipo de seguridad ni estabilidad y hay mucha gente que se aprovecha de ello.