PAISAJES CON MÚSICA Y LETRA (4)

El Sitges que marcó a Warren Zevon

El cantautor estadounidense vivió en la localidad del Garraf, con su mujer, Crystal, durante dos meses de 1975, tocando en los pubs locales y componiendo canciones

zentauroepp54505472 warren zevon a sitges 1970200815213518

zentauroepp54505472 warren zevon a sitges 1970200815213518 / periodico

Jordi Bianciotto

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El 31 de mayo de 1975, dos ciudadanos estadounidenses aterrizaban en Madrid, cada uno por su cuenta: el presidente, Gerald Ford, y un cantautor sin suerte llamado Warren Zevon. Mientras el primero, acompañado del secretario de estado, Henry Kissinger, posaba con el Generalísimo, el otro yacía en el Hostal Buelta, muy cerca de Atocha, con su esposa, Crystal. Ambos se preparaban para subirse a un tren con rumbo al “país de Dalí y Gaudí”, un lugar que intuían como “una España distinta, más de nuestro gusto”.

Así lo escribió Crystal Zevon en el libro de memorias ‘I’ll sleep when I’m dead’ (Harper Collins, 2007), en el que evocaba la sensación de epifanía que experimentaron tan pronto el convoy de Renfe comenzó a trepar por la costa mediterránea y pudieron vislumbrar la blanca Sitges. “Este es el lugar”, se dijeron, procediendo a saltar del vagón con un equipaje que incluía en una “ajada guitarra Martin”. Contactada por este diario, Crystal recuerda que estaban sobre aviso. “Después de cinco días en Madrid, oímos que las cosas eran mucho más tranquilas en Barcelona, y así que decidimos irnos para allá”. Luego, en el tren, “otros jóvenes viajeros” les recomendaron hacer en Sitges su parada y fonda. Ella había contrariado a sus padres con su destino de viaje. “Estaban muy preocupados porque nos fuéramos a la España de Franco”.

Rumbo a una nueva vida

Warren Zevon había publicado un álbum seis años atrás con el que no pasó gran cosa, si bien sus aptitudes para el retrato de personajes al límite de la ley y de las buenas costumbres le habían procurado sólidas complicidades: amigotes como Jackson Browne y la bohemia hippie de Laurel Canyon. Pero, a sus 28 años, Zevon, que se había ganado la vida girando con los Everly Brothers, anhelaba una nueva vida y, quizá, un nuevo público. La pareja decidió echar raíces aquí y no volver en una larga temporada.

Sitges les acogió por el carril guiri, hay que decir: unos canadienses que conocieron comiendo tapas les indicaron el camino al pub irlandés The Dubliner, regentado por un tipo llamado David Lindell, un expiloto de las fuerzas aéreas estadounidenses de quien se ha dicho que era un mercenario, punto este discutido por algunos testimonios. La mañana que Zevon fue a verle, este “le invitó a una cerveza para desayunar”. Nacía una gran amistad. El que sí era mercenario era el protagonista de ‘Roland the headless Thompson gunner’, la canción que Lindell y Zevon acabaron componiendo juntos, sobre un noruego enredado en la guerra civil nigeriana.

Una canción inédita

Otras canciones tienen que ver con aquel viaje y aquella estancia. Como ‘Back turned looking down the path’. “La escribió Warren cuando estábamos ahorrando dinero y preparándonos para ir a España, y la terminó la noche que llegamos a Madrid”, revela Crystal Zevon. Alguna de las estrofas de ‘I’ll sleep when I’m dead’ fue escrita en Sitges, una noche que se alargó más de lo que el cuerpo les pedía. Y hay más. “Otras canciones que nunca se terminaron, o que ni siquiera se grabaron”, señala la entonces esposa del cantautor. “Una de ellas fue una pieza llamada ‘Old girl’, sobre crecer juntos, con muchas referencias a nuestra etapa en España. Se llegó a grabar, pero parece que con el tiempo se acabó perdiendo”.

Lindell, o Lindy, como le llamaban, ofreció a Warren 200 pesetas a la semana por cantar en el pub, así como los desayunos y las comidas, gestionados por su esposa alemana, Lisa, especialista en huevos con beicon y en el repertorio completo de manjares ‘yanquis’. Aunque, a los Zevon, Sitges les pareció “un lugar más tranquilo que Madrid”, sentían que debían estar “en guardia”, recuerda Crystal. “Sobre todo, cuando Warren comenzó a hacer sus actuaciones y yo pasaba el sombrero. Podría habernos traído problemas, pero nos libramos”. Recalaron también en otro local llamado Spotted Dog.

En Sitges, Warren y Crystal llevaron una vida apacible, entre canciones y partidas de pinball, comiendo paella los jueves y midiendo el paso del tiempo al son de las campanadas de la parroquia de Sant Bartomeu i Santa Tecla. Llegaron a considerar convertirse al catolicismo. Del hotel de las primeras semanas, que ella recuerda con el nombre de Mariangle, se trasladaron a un apartamento, y hablaron de tener descendencia.

El gran dilema

Surgió una propuesta para grabar un disco en España con un sello suizo, pero cuando le estaban dando vueltas les llegó una postal de Jackson Browne con un requerimiento amical: “Demasiado pronto para abandonar. Vuelve a casa. Te conseguiré un contrato de grabación”. Warren se decantaba aún así por quedarse en Sitges, pero Crystal dudaba. “Temía que algún día se arrepintiera de no haberlo intentado”. Otra oferta les hizo ganar tiempo: pasar un mes en Londres grabando con Phil Everly. A finales de julio dejaban Sitges, no sabían si por unas semanas o para siempre, y un mes más tarde, ya decididos, volaban de vuelta a Los Ángeles.

La pareja tuvo una hija, Ariel, si bien su matrimonio no aguantó. Y el autor de ‘Werewolves of London’ murió en el 2003 de un cáncer de pulmón. El aura mítica de aquel episodio hace que parezca más largo de lo que fue: dos meses de retirada sabática, que para Crystal siempre han representado un refugio emocional, como “una especie de cuenta de ahorro secreta” a la que acudir en caso de necesidad. Así lo siente todavía, tantos años después. “En nuestra última conversación, una semana antes de que Warren muriera, me dijo: ‘por muy duras que se pongan las cosas, recuerda, Crystal: siempre nos quedará España'”.