ENTREVISTA

Max Richter: "Habrá que ver hasta dónde pueden empeorar las cosas"

El músico británico lanza 'Voices', un álbum inspirado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos

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Jordi Bianciotto

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Unas semanas después de que su versión de ‘Las cuatro estaciones’, de Vivaldi, sonara en el Cruïlla XXS, Max Richter vuelve a la actualidad por la publicación, este viernes, de su nuevo disco, ‘Voices’, inspirado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

-Muchos de sus trabajos tienen un enfoque que podríamos llamar humanista.

-Sí, porque creo que la creatividad, la cultura, la música, deben tocar los grandes temas. ‘Voices’ tiene una dimensión activista y es un reflejo de las preguntas que tengo en la cabeza.

-Ahora, el covid-19 llena todo el campo visual, pero ya antes de que entrara en nuestras vidas, el mundo parecía ir en una dirección inquietante.

-Los orígenes del álbum se remontan al 2010 y parten de las revelaciones sobre Guantánamo. Una de las piezas, ‘Mercy’, la escribí entonces, y a partir de ahí comencé a pensar, con mi cómplice Yulia Mahr, en crear una pieza musical más larga fundida con imágenes cinematográficas.En esta década hemos pasado de un cierto consenso liberal acerca de lo que es, o parece ser, el progreso, a una degradación con el crecimiento del populismo y el autoritarismo. Es fácil sentirse desilusionado, y lo que quería era reflejar todo eso en la música, porque el trabajo creativo te lo permite.

-¿Incluye el ‘Brexit’ en esta foto?

-Obviamente, el ‘Brexit’, tanto desde una perspectiva británica como europea, es un desastre, algo trágico. Para el Reino Unido, es un acto irracional de autodestrucción surgido del partido conservador. Será la gente la que pague el precio. Es deprimente.

-Esas voces que dan título al álbum representan a la humanidad.

-Son las que leen el texto de la Declaración de los Derechos Humanos, un documento que salió del gran caos provocado por la Segunda Guerra Mundial, en 1948, y que resulta muy inspirador y da mucha esperanza. En el disco oímos primero la voz de Eleanor Roosevelt, cuyo papel en el impulso de la Declaración fue crucial. Luego está la actriz estadounidense Kiki Layne. La Declaración va, en buena parte, del futuro, así que quería una voz joven y vibrante como la suya. Y luego hay voces de gente normal y corriente de todo el mundo, que respondió a mi petición en las redes sociales mandándome sus grabaciones en distintas lenguas. Esta parte fue muy bonita.

-¿Hay que sufrir un trauma colectivo para que la humanidad diga “venga, vamos a trabajar juntos”?

-Venimos de una era marcada por una serie de consensos imperfectos y ahora todo es más fragmentado y fracturado. Sí, la Declaración es un ejemplo de gente trabajando junta. Y al final, eso, trabajar juntos, es algo que habrá que hacer. Deberemos hacerlo. Somos una comunidad. Pero hay que esperar a ver hasta qué punto deben empeorar las cosas para que nos demos cuenta.

-¿Es un optimista pese a todo?

-En esencia lo soy, porque todos nuestros problemas no estaban flotando en el espacio: los hemos creado los seres humanos. Y tenemos las soluciones en nuestras manos. Podemos encontrarlas. Solo hay que tomar decisiones y concentrar ahí la energía.

-En términos musicales, usted viene del minimalismo. ¿Qué diría que aporta el álbum a esa tradición?

-El minimalismo tuvo un gran impacto en mí cuando era muy joven: el americano, el holandés, el de los estados bálticos... Pero lo importante de este disco para mí era presentar ese texto de una forma llana, hacerlo inteligible. La música tiene una presencia reducida.

-En los 90 trabajó con el dúo electrónico The Future Sound of London. La electrónica, el pop..., ¿le interesaron en algún momento?

-Por supuesto. Tengo una educación de piano clásica, pero me enamoré de la música electrónica la primera vez que oí a Kraftwerk, con 12 o 13 años. El rock, el punk y la música experimental de grupos alemanes como Can, Neu! o Einstürzende Neubauten, todo eso representa maneras muy emocionantes de entender la música. Nunca he creído en la división entre clásica y pop, ni creo que la gente escuche la música de esta manera, colocándola en unos compartimentos. Ahora, muchos músicos clásicos trabajan en lenguajes híbridos y me parece muy natural.

-Usted puede actuar en un festival de músicas populares, en un entorno clásico, o de vanguardia, y en el Sónar, donde se le pudo ver en el 2013.

-Claro, me siento cómodo en todos esos lugares. No creo que las categorías de estilos tengan mucho sentido.

-Ha trabajado intensamente en bandas sonoras de series y películas. ¿Un disco como ‘Voices’ es más libre?

-Es otra cosa. Una banda sonora es fundamentalmente una colaboración, y está supeditada a cómo la música enriquece o ilumina un material cinematográfico, conjuntando los elementos. Es muy distinto. En un disco se trata de contar una historia en unos términos muy concretos. Pero disfruto de ambas cosas.

-¿Prepara nuevos ‘scores’?

-Sí, el de una película de Kevin MacDonald, con Benedict Cumberbatch y Nicole Kidman. También estoy con un nuevo ballet con Wayne McGregor, que iba a estrenarse este año y ha saltado al 2021.

-¿Echa de menos las actuaciones ante el público?

-Aprendes mucho de ellas, porque hasta que no interpretas una pieza ante el público, no es más que una teoría. La actuación es una experiencia única y distinta cada vez, y la disfruto. La situación actual es frustrante, pero yo no toco mucho en directo y no me afecta tanto como a algunos amigos músicos, que están sufriendo efectos devastadores.

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