PAISAJES CON MÚSICA Y LETRA (1)

Caetano Veloso, flechazo en el Empordà

El cantautor brasileño se enamoró de la Costa Brava en el verano de 1970, donde fue reclamado por el cineasta Glauber Rocha, estancia en la que hizo amistad con Serrat, Pi de la Serra y Pau Riba

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Jordi Bianciotto

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Hace 50 años, Caetano Veloso y Gilberto Gil habían sido invitados por la Policía Federal brasileña a esfumarse de su país, por ‘tropicalistas’ y mala gente, y depositados en un avión con destino a Lisboa. De ahí, volaron a París, y por fin, a Londres, donde se quedaron tres años respirando cultura pop sin filtros y viendo tocar a Jimi Hendrix, Led Zeppelin y la Incredible String Band. Fue entonces cuando, huyendo de una dictadura, fueron a parar a otra, la española, aunque es posible que las asperezas del franquismo, mientras daban despacho a una dorada a la sal en la Bahía de Roses, fueran un poco más llevaderas que la vida en las cárceles del Brasil, donde habían dado con sus huesos durante unos meses.

La conexión con la Costa Brava vino de la mano del realizador Glauber Rocha, el as del Cinema Novo, que pasó allí el verano de 1970 rodando ‘Cabezas cortadas’, cinta delirante en la que arremetía contra las dictaduras valiéndose de un Paco Rabal erigido en reyezuelo entre las ruinas de Sant Pere de Rodes. Rocha escribió a su amigo Caetano y le invitó a pasar unos días en L'Escala para discutir a sus anchas sobre cine y política. El productor del filme era Pere Fages, que, cuando el cantautor apareció por Barcelona, acompañado de Gilberto, procedió a mover hilos y llamó a Quico Pi de la Serra. “Pere era del PSUC e íntimo mío, y me dijo que me mandaba a dos amigos”, recuerda el quinto titular de Els Setze Jutges. “Yo debía vivir entonces en la plaza de Sant Jaume. Aparecieron, vieron las guitarras y empezamos a tocar. Llamé a Pere: ‘oye, estos tíos tocan de cojones’. Y me suelta: ‘Pero, ¿no sabes quiénes son? Caetano Veloso y Gilberto Gil”.

Unidos contra la censura

Brotó una amistad a través de los acordes y de la complicidad generacional: los tres, nacidos en 1942, y los tres, rebotados con sus respectivas dictaduras. “Yo comencé a hacer juegos de palabras surrealistas, como los que hacían ellos, que eran útiles para pasar la censura”, explica recordando su ‘Cançó en i’, que debía volver turulatos a los funcionarios del régimen con sus rimas psicodélicas: “La policia està al servei dels ciutadans / La servilia està al ciutei dels piutadans / La ciutadia està al polei dels sertadans...” Más que camaradería, lo suyo fue “un flechazo”, una de esas conjunciones “que solo son posibles cuando hay un interés sincero por el trabajo del otro”. En el entorno de amigos que se creó estuvieron Serrat, Pau Riba (al que Caetano consideraría el cantautor catalán “más tropicalista”) y Gabriel García Márquez.

Desde su sede central en L’Escala, Caetano recorrió el Alt Empordà y se pirró por el pescado blanco, recuerda Quico, que retrata al autor de ‘Beleza pura’ como “una persona educada, culta y que escuchaba mucho”. Volvió al año siguiente, el verano del 1971, para pasar dos meses.

Del mate a la orchata

La amistad siguió viva y Caetano escribió una canción, ‘Vaca profana’, que partía de una broma privada con Pi de la Serra. Le mencionaba en la letra, que concluía pidiendo “orxata de xufa, si us plau”. “Salió a partir de una parida nuestra, pensando en aquellos recipientes de ‘mate gelado’ que ves en Brasil. ‘Orxata de xufa, Pi do la Serra’. No sé si la compuso aquí, pero es posible”, indica el cantautor barcelonés. El tema lo grabó primero Gal Costa en su álbum ‘Profana’, de 1984, año en el que Quico hizo de anfitrión de Caetano al presentar su recital en la avenida de la Catedral, en el marco de la Mercè.

Otro encuentro, este en Río, dos años después, cuando Quico grabó allí un episodio de su programa ‘El vici de cantar’, en TV3 (un espacio sobre cantautores del mundo, un lujo hoy imposible), reforzó alianzas. También con Serrat, que estaba allí grabando su disco brasileño, ‘Sinceramente teu’. “Coincidimos todos: Chico Buarque, Caetano, Gilberto, Maria Bethânia...” Y el flechazo se multiplicó, y con él, el aura dorada de aquel primer verano en que un par de cantautores dieron un corte de mangas a las dictaduras fundiendo sus voces en las playas de la Bahía de Roses.

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