ENTREVISTA

Marina Rossell: "Tanto 'big data' y tanta tecnología, ¿para qué?"

La cantautora actúa en el Cruïlla XXS con su repertorio de clásicos y las composiciones de su último disco, 'Canta Moustaki y canciones de la Resistencia'

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Jordi Bianciotto

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Marina Rossell, la trovadora del Penedès, que cantó a Espriu en ‘Barca del temps’, y a Kavafis en la sensual ‘Cos meu, recorda’, voz de habaneras y de clásicos de paz y de guerra, se aviene a participar en los conciertos de la ‘nueva normalidad’ organizados por el Cruïlla XXS. Este sábado, en un escenario inédito y artístico, el recinto modernista del Hospital de Sant Pau.

Al principio de la pandemia publicó una canción esperanzadora, ‘Tutto andrà bene’. Se ha tachado de ingenuo o vacío ese mensaje de “todo irá bien”.

Pero es la canción más triste y más dura que he escrito. Dice “pregarem que no porti pols el vent / ni el camí”, y “tornarem a dinar davant del mar”. Es como lo sentí en ese momento. Miraba mucho la RAI y vi aquel niño pequeño saliendo a un balcón diciéndole a la niña “tutto andrà bene”, y luego la señora, y el señor..., y se daba forma a una polifonía que se me quedó dentro. Me gusta esa magia de los niños, y decir que siento alegría y siento pena. Hice la canción para enfrentarme a la pandemia. Fue mi manera de afrontarla.

El pasado otoño publicó un disco, ‘Canta Moustaki y canciones de la Resistencia’. Algunos de esos temas tienen que ver con los conflictos bélicos y sus efectos. ¿Ve esto como una guerra?

No, y no me gusta que se lea así. Es algo silencioso, invisible... Lo que veo es que ha fallado el sistema. Tanto ‘big data’, y tanta tecnología detrás, ¿para qué? No ha servido para preverlo, y eso me hace pensar. Me viene a la cabeza el relato de Monterroso, el más corto que se ha escrito, que solo dice: “cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Cuando bajaba a la calle por la noche pensaba en eso. Veo esto más como un dinosaurio, un monstruo, que como una guerra. Y no poder preverlo, cuando nos creíamos que lo controlábamos todo...

"No tengo aversión a las lenguas; la tengo a los gobiernos y a quienes las manipulan"

Las canciones de Moustaki, ¿pueden ayudarnos a conllevar esta situación, o vienen de un mundo anterior, ajeno a las nuevas claves?

No hay canciones para combatir una pandemia. La música transmite un misterio. La canción lo tiene, y yo solo aspiro a suavizar la tristeza. No a curarla. A repartir ese misterio y abrir horizontes. La cultura está siempre en esa sustancia. Y como sabemos, quedó fuera de las cosas esenciales, cuando es lo que nos ayuda a reflexionar. Es un bien necesario: abre mundos, invita a la reflexión, a la fantasía, la ilusión, la esperanza... Es una necesidad básica. No es como la comida, pero te hace el bien.

Este álbum con nuevas adaptaciones, ahora al castellano, de temas de Moustaki y suyos, ¿está más pensado en el mercado español que en el catalán?

Me costó muchísimo hacer esas adaptaciones, cuatro o cinco años; las iba haciendo poco a poco. Las hice porque cuando voy a cantar afuera me va muy bien alternar catalán y castellano, al 50%. Y porque a Moustaki le hacía ilusión, y le había dicho que lo haría. Es una cosa más que queda ahí, para quienes no entiendan la lengua, para acercar las canciones a otros lugares. No tengo aversión a las lenguas; la tengo a los gobiernos y a quienes las manipulan y utilizan como arma arrojadiza. Este año yo me iba a cantar a Colombia, Argentina, Uruguay, Paraguay... Y a Alemania.

Actúa en el Cruïlla XXS, una programación de emergencia y subsistencia, que tiene más que ver con el compromiso de mantener viva la música en directo que con un afán de negocio.

Nos tenemos que adaptar a las nuevas circunstancias. Como todo el mundo. Imagínate a la chica que está en el súper trabajando todas las horas del día, permanentemente con la mascarilla. Es muy duro, ¿no? Y ella apechuga.

No se pone en el centro del mundo.

Claro que no. Pero sí pongo a la cultura. La música, el cine, también los diarios... Todo eso son bienes culturales. Y esa nueva era en la que vivimos da que pensar. Hay una soledad digital, pero sin lo digital aún habría sido peor; habríamos estado más solos todavía. Es una paradoja. Yo he hecho muchas actividades ‘on line’. Conciertos, no, porque no me veo con ánimos para cantar así. Pero una cosa que nos venía a unir, nos está separando, y me refiero a Twitter, donde se lanza un veneno, el otro lo recoge y uno se alimenta del veneno del otro. Ves gente anónima diciendo cosas brutales. Duele el corazón ver lo que se llega a escribir. Me desestabiliza. 

¿Cómo ve ese concierto en Sant Pau, en estas peculiares circunstancias?

Será un recital al aire libre, que es lo mejor para esquivar el virus, y con las canciones de la Resistencia, las de Moustaki, los clásicos catalanes y mis piezas propias. Estará Xavi Lloses (teclados), con quien tengo una alquimia muy buena. Mark Rothko decía que las emociones básicas son la tragedia, el éxtasis y la fatalidad. Yo me conformo con transmitir emoción y humor: bonhomía, tranquilidad, bienestar... Contar las canciones, eso es lo que me interesa. Y cantar. Después de tantos años, más de cuarenta, creo que ofrezco una destilación, una esencia... Si no es ahora, ¿cuándo si no?

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