CRÍTICA DE CINE

'Oro blanco': leche islandesa

El director islandés Grímur Hákonarson muestra cómo una agricultora lechera acaba defendiendo sus derechos enfrentándose a la corrupta cooperativa local

Estrenos de la semana. Tráiler de 'Oro blanco'

Estrenos de la semana. Tráiler de 'Oro blanco'. / periodico

Quim Casas

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El director islandés Grímur Hákonarson parece muy interesado en un tipo de temáticas y personajes, los que describen la vida rural de su país. Así fue en la laureada 'Rams (El valle de los carneros)', centrada en dos hermanos pastores que llevan sin hablarse muchos años pero tienen que unir fuerzas para salvar a sus rebaños. Y así es en 'Oro blanco', esta vez con protagonismo femenino, ya que gira alrededor de una agricultora lechera que, tras perder a su marido en un accidente, acaba defendiendo sus derechos enfrentándose a la corrupta cooperativa local.

'Oro blanco' es un retrato muy individualizado de un personaje femenino fuerte, que se enfrenta a los más poderosos e intenta unir a todos los agricultores descontentos, a la vez que lucha con todos los medios posibles para salir de la situación crítica en la que se encuentra su vida personal y laboral. En el fondo, es un canto al esfuerzo individual ante la desunión del colectivo por miedo a las represalias.

Como ya ocurría en 'El valle de los carneros', 'Oro blanco' tiende casi siempre a un humor bastante peculiar –la islandesa es una cinematográfica hierática y sutil, muy particular– pese a tratar un tema convincentemente serio de corrupción y explotación.

Es el retrato de una comunidad dispar. Es una comedia agridulce, pero que casi nunca acaba decantándose por la vena dramática. Es amable y a ratos incisiva. Guarda imágenes curiosas como la de Inga regando literalmente de leche las instalaciones de la cooperativa. Puro oro blanco.