CRÍTICA DE LIBRO
'Ellas hablan': otra distopía feminista
La novela de Miriam Toews aborda el motivo del perdón desde violaciones reales en una comunidad menonita
Olga Merino
Periodista y escritora
Escritora y periodista. Master of Arts (Latin American Studies) por la University College of London (Beca La Caixa/British Council). Fue corresponsal de EL PERIÓDICO en Moscú en los años 90. Profesora en la Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonès. Su última novela: 'La forastera' (Alfaguara, 2020).
Olga Merino
El lector se topa en el arranque con una nota de advertencia: entre los años 2005 y 2009, numerosas mujeres y niñas de una remota colonia menonita en Bolivia despertaban por las mañanas amodorradas, con el cuerpo dolorido y la ropa desgarrada, manchada de sangre y semen, un misterio atribuido a los demonios y a la fecunda imaginación femenina. Pero la verdad afloró con el tiempo: ocho hombres de esa misma comunidad (tíos, hermanos, vecinos) las habían estado violando sistemáticamente con la complicidad de un potente anestésico para animales elaborado con belladona. Estos son los hechos reales de los que parte la canadiense Miriam Toews (Steinbach, 1964) para edificar el poblado ficticio de Molotschna y trenzarlos mimbres de ‘Ellas hablan’ -‘Women talking’, en inglés-, la séptima de sus novelas. Conoce bien el paño: hasta los 18 años la autora se crio como menonita, una corriente protestante (anabaptista) que se quedó anclada en el siglo XVI, con una estructura patriarcal muy rígida y cuyos miembros aún hablan un alemán arcaico.
En el meollo de la trama, ocho de estas mujeres abusadas, pertenecientes a todas las franjas de edad y miembros de dos familias, las Friesen y las Loewen, se reúnen en el granero de la colonia para urdir un plan mientras las manecillas del reloj apremian, puesto que los indeseables están a punto de salir de presidio bajo fianza. ¿Quedarse y perdonar para ganar el cielo?¿Responder con violencia?¿O bien largarse de la ratonera para siempre, sin saber leer ni escribir? No les quedan más opciones.
En contra de lo que pueda parecer, Toews no se recrea en la pena y el dolor, aunque le sobrarían los ingredientes para ello -el personaje de Ona lleva la semilla de un violador en el vientre; la madre de la adolescente Neitje se ha suicidado-, sino que conduce el dilema hacia el terreno de la novela de ideas, en una suerte de diálogo socrático desplegado con un fino sentido del humor. Prosa ágil, de pies ligeros, para abordar cuestiones de enjundia: la naturaleza del mal, el libre albedrío, la traición, la responsabilidad colectiva y sobre todo el perdón. Un libro interesante.
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