CRÓNICA

Adamo, rito generacional en el Palau

El cantautor italobelga ofició su sesión anual de hitos románticos y costumbristas, generosa y sentida, ante un público que ha crecido con él

Salvatore Adamo, en el Palau de la Música

Salvatore Adamo, en el Palau de la Música / periodico

Jordi Bianciotto

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Hay en Barcelona un rito discreto, el de ir a ver a Adamo una vez al año al Palau de la Música, que es una cita no solo con un señor cantante sino con unos recuerdos, con una juventud perdida y con el perfume de una antigua civilización. Así es desde que, en el 2007, el Festival Mil·lenni le recuperó y lo asoció a su destino. El último oficio lo tuvimos este jueves, derroche de memoria, sentimiento y bonhomía con complicidad generacional.

Salvatore Adamo, nacido en Sicilia, pero crecido desde los cuatro años en Bélgica, se convirtió en los 60 en amable galán de la ‘chanson’ con puntos de fuga pop. “El tierno jardinero del amor”, lo llamó Jacques Brel, y en esa categoría se quedó viviendo, regando a placer éxitos como ‘Comme toujours’, ‘Ton nom’ o ‘Une mèche de chéveux’ (más conocida aquí como ‘Un mechón de tu cabello’), canciones a las que recurrió nada más empezar a andar el recital del Palau. Un Adamo con la voz más áspera que otras veces, que fue dulcificando poco a poco en lo largo de dos horas y media; treinta canciones que interpretó mezclando letras en francés y castellano.

Besos solo virtuales

Llenando la sala, un público que en su inmensa mayor parte había crecido con él, al que Adamo agradeció su presencia “en estos días delicados”, en alusión al coronavirus, y al que mandó “besos solamente virtuales”. Junto a él, la solvente banda habitual, de ocho “músicos polivalentes”, destacó, porque algunos de ellos combinan instrumentos como los teclados, el clarinete o el acordeón. Sonoridad elegante y matizada, incluso cuando el repertorio se decantó por la risueña melodía de ‘happy hour’ en una taberna balcánica: ‘Te tengo y te guardo’.

Aunque Adamo siempre acabe volviendo a la misma canción, es un artista que sigue publicando discos. El último es ‘Si vouz saviez...’ (2018), que le suministró los registros más evolucionados en ‘Un rêve’ y ‘Nu’, esta con cajón y aromas ‘afro’. Tuvo palabras de recuerdo para el finado Nilda Fernández al abordar su ‘Nos fiançailles’, que ambos cantaron juntos allí hace un año, y se atrevió una vez más con el catalán en ‘Tombe la neige’, a partir de la adaptación de Ramon Muns (“està nevant i jo em sento tan sol”).

Adamo profesional, caballeroso, teatral sin pasarse, con el gesto medido y el don de alternar el melodrama adolescente (‘Ensemble’) con la denuncia política (‘Mourir dans tes bras’, en recuerdo de Jan Palach, el estudiante checo que se inmoló en protesta contra los tanques soviéticos). Al final, un suministrador de magdalenas de Proust, canciones como ‘Mis manos en tu cintura’, ‘En bandolera’ o ‘Mi gran noche’, que encarrilaron la sesión entrelazándose con la crítica a internet (“que trata de formatear nuestras mentes y dictarnos los gustos”) y una afirmación con aires de declaración lapidaria: “Quiero ser cándido y naíf; lo asumo completamente”.