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Los directores de 'La trinchera infinita' cuentan su anécdota favorita del rodaje

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Eduardo de Vicente

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Estos días llega a nuestras pantallas una de las películas españolas más importantes del año. Se trata de La trinchera infinita, la nueva obra de los realizadores vascos Aitor Arregui, Jon Garaño y Jose Mari Goenaga, autores de Loreak (Flores) y Handia. Este drama obtuvo diversos premios en San Sebastián (mejor director y guion, entre otros) y está protagonizado por Antonio de la Torre y Belén Cuesta (La llamada, Litus), que deja atrás su habitual registro cómico. Está ambientada en la Andalucía de 1936 y se centra en un hombre que es arrestado en su pueblo por los nacionales pero consigue escapar. Vuelve a su casa y se esconde en un sótano bajo unas tinajas. Allí permanecerá durante años mientras espera que un cambio le permita salir a la luz. Su mujer, una humilde modista, le ayudará a sobrevivir.

Es una película sumamente angustiosa ya desde su inicio que transmite la tensión que se vivía esos días con persecuciones rodadas con la cámara al hombro, para incrementar el nerviosismo y muchos de los planos filmados desde la perspectiva del protagonista, que verá la vida pasar a través de una rendija. El filme cuenta la guerra civil y la posguerra, la historia del país, a través de la estrecha visión del protagonista con una fotografía muy oscura, que hace que parezca casi una peli de terror y el sonido y la banda sonora contribuyen a la inquietud. Una cinta importante que va a dar mucha guerra en la carrera de premios. Los tres directores nos explican su anécdota favorita del rodaje.

-AITOR ARREGUI-“A Antonio le gusta mucho, a poder ser, ofrecer una toma distinta cada vez. No hacerlo mecánicamente y sentirse seguro, buscar distintas opciones, matices. Eso como director te obliga a pensar en qué le puedes indicar, con qué le puedes sorprender y ese es un trabajo que te exige mucho. Había una secuencia en la que Antonio tenía que presenciar cómo unos guardias civiles entraban en su casa y él, desde su zulo, tenía que reaccionar ante algo agresivo o incluso contundente. En la primera toma a lo mejor estás fresco, pero en la toma seis ya sabiendo que en las cinco anteriores ha venido una pareja de guardias poniéndolo todo patas arriba, seguramente esa frescura, esa reacción de sorpresa no es tan clara.

Siempre estábamos pensando qué podíamos cambiar y se nos ocurrió, en pleno rodaje a las 4 de la madrugada, entrar los tres directores en el escenario con escopetas gritando en euskera y llamándole: ¡Antonio! A él le gustó que se integrara también su nombre real porque eso le creaba aún más sorpresa. Nos pusimos a berrear y a insultar en euskera. Como medio equipo era andaluz, estaban todos flipando, no entendían muy bien qué estaba pasando. Cuando terminó la toma, que cortamos nosotros como actores, salió de su zulo y dijo que era lo más alucinante que le había pasado en un rodaje. Estaba encantado porque había reaccionado de una manera muy natural, sintió el miedo, creía que lo iban a secuestrar (no sé si pensaba en ETA o no sé qué). Ese día fue todo muy friki”.

-JOSE MARI GOENAGA-“La película se rodó en dos partes porque necesitábamos que Antonio engordase y hubo un parón de cinco semanas. Había un personaje de un guardia civil, interpretado por José Manuel Poga, que mantenía un diálogo con Antonio que tenía que ser rodado en la segunda parte. Resultó que, finalmente, José Manuel no iba a poder estar en esa segunda parte porque iba a ser padre y tenía decidido que se iba a dedicar a la crianza de su bebé. Solo nos quedaban dos opciones: o cambiar de actor o plantear lo que llamamos un Heat. 

En su momento se comentó, no sé si es una leyenda urbana o es real, que Al Pacino y Robert de Niro nunca coincidieron en el set para rodar la única secuencia de diálogo que había entre los dos en Heat. Era un plano-contraplano en el que en ningún momento se les veía juntos y pensamos hacer lo mismo con ellos. Es decir, grabamos a Poga en junio y, más tarde, grabamos a Antonio en agosto el contraplano, así que jamás coincidieron. Y hay un plano general en el que se ve a José Manuel de espaldas y al fondo se ve a Antonio, pero no es Poga al que se ve sino que fui yo mismo haciéndome pasar por él”.

-JON GARAÑO-“Hay una secuencia ambientada en 1955 donde la familia desayuna con la noticia de que España ha entrado en la ONU. Era una de las primeras escenas que rodaba Adrián, el chico que interpreta al hijo cuando tiene 10 años. Se aprendió el texto y estaba muy pendiente de lo que tenía que decir él y los demás. Si alguien no decía exactamente lo que ponía en el guion, nos lo advertía. Y le dijimos que nosotros no funcionábamos exactamente así y si los actores decían los diálogos de otra forma, ya nos parecía bien. Le comentamos que nos gustaría improvisar una parte de la secuencia para darle más realidad. Tratando los mismos temas que tenían que abordar, pero que lo dijesen a su manera.

Adrián no sabía lo que era improvisar, se lo explicamos y parece que le gustó mucho el concepto porque, a las primeras de cambio, Antonio y Belén pasaron todo el texto, Adrián también y luego se creció, empezó a improvisar un montón metido completamente en el personaje y haciendo preguntas bastante pertinentes sobre lo que estaba sucediendo y sobre sus padres, como si fuera el chaval de 10 años que interpretaba. Nos llamó la atención lo rápido que lo aprendía todo y lo bien que improvisaba. Al final no quedó nada de eso en la película, pero ese juego fue bonito y llamativo por lo que consiguió el chaval”.