CRÓNICA

El poderío de Ketevan Kemoklidze

La mezzosoprano georgiana ofreció un aplaudido recital en el Liceu, dentro del festival Life Victoria

Actuación de Ketevan Kemolkidze

Actuación de Ketevan Kemolkidze / periodico

Pablo Meléndez-Haddad

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El Salón de los Espejos del Gran Teatre del Liceu acogió el recital de la mezzo Ketevan Kemoklidze, programado en colaboración con el festival de 'Lied' Life Victoria y dedicado a la mezzosoprano Giulia Novelli, la hoy desconocida esposa del tenor Francisco Viñas. Acompañada de un atento y siempre competente Ricardo Estrada desde el piano, la cantante georgiana abrió el fuego con ópera, y nada menos que con la dificilísima 'Canción del velo' de la Princesa de Eboli del ‘Don Carlo’ verdiano. Desde las primeras notas impresionó la entrega, el arrojo y la adecuada proyección que impuso esta intérprete que demuestra con su canto que su oficio es su vocación, pasándoselo en grande en el escenario y contagiando a su público con su arte y su entusiasmo.

Con la coloratura, los agudos y los graves ya temperados, Kemoklidze se sumergió en un ambiente completamente diferente como es el ciclo de 'Cantos y danzas de la muerte' de Musorgsky, cuatro aproximaciones poéticas sobre el fin de la vida que sonaron con el peso específico necesario, especialmente la última, convertida casi en un monodrama y servida en una voz profunda y bien medida. Si la complicada acústica de la sala aportó una gran reverberación, no ayudó mucho la borrosa dicción de la intérprete, aunque asumió las trágicas canciones con la suficiente pesadumbre y expresividad sin sacrificar la afinación.

La segunda parte fue un auténtico muestrario del repertorio de la cantante; también se abrió con ópera, revisando arias de autores tan dispares como Donizetti, Bizet, Rossini y Ponchielli, ayudándose de un gran abanico de Teresa Berganza y de un hermoso mantón de Victoria de los Ángeles. Culminó el recital con las 'Canciones negras' de Montsalvatge, antes de dos propinas, incluyendo 'Art is calling for me'm del musical ‘The enchantress’ de V. Herbert.