CRÍTICA DE CINE

'Retrato de una mujer en llamas': la modelo invisible

Ambientado en la Bretaña de 1770, el filme de Céline Sciamma captura con delicadeza el afecto y enamoramiento que surge entre una pintora y su modelo

Retrato de una mujer en llamas

periodico

Quim Casas

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Después de tres películas urbanas sobre la identidad sexual y de clase ('Lirios de agua', 'Tomboy' y 'Girlhood'), además de un guion magnífico para un filme de animación sobre la infancia ('La vida de calabacín'), Céline Sciamma viaja hasta el tiempo pretérito, cambia de siglo y de lugar, pero no de reafirmación de los valores de la libertad individual.

'Retrato de una mujer en llamas' acontece en 1770, en una mansión situada cerca de unos acantilados en la costa de Bretaña. Allí se encuentran, conocen y reconocen Héloïse, una joven afectada por el suicidio de su hermana y que se niega a posar para un retrato de matrimonio porque no se quiere casar, y otra joven, la pintora Marianne, que tiene el encargo de retratarla sin que ella se de cuenta.

Fotografiada con una luz delicada tanto en interiores en penumbra como en exteriores grises y azulados, la película captura el afecto y enamoramiento que surge entra ambas a partir de la relación que establecen como pintora y modelo invisible, al principio, y modelo en plenitud en la segunda parte del relato.

Adèle Haenel, la actriz que encarna a Héloïse, es pareja de Sciamma. En la tradición de los cineastas (heterosexuales) que han trabajado con sus mujeres (John Cassavetes-Gena Rowlands, Carlos Saura-Geraldine Chaplin, Jean-Luc Godard-Anna Karina, Ingmar Bergman-Liv Ullman), Sciamma filma a su compañera sentimental con tacto y dedicación, siendo esa, en la ficción, la mirada de la joven pintora fascinada por su modelo.