CRÍTICA DE LIBROS
'Ohio': Estados Unidos a la sombra del 11-S
Stephen Markley analiza en su primera novela a una generación que ha crecido en constante estado de alerta
Marta Marne
Crítica literaria
Marta Marne
Un féretro sin cuerpo. Un pueblo de Ohio cubierto de rojo, blanco y azul rindiendo homenaje a unos de sus caídos, al tercer hijo fallecido en combate de la familia Brinklan. Stephen Markley arranca así ‘Ohio’ jugando con el imaginario que la historia del cine nos ha inoculado. No, no estamos ante una obra ambientada en la guerra de Vietnam, sino en pleno siglo XXI.
‘Ohio’ se desarrolla a lo largo de una sola noche. Diez jóvenes componen el mosaico de protagonistas. Cuatro de ellos regresan a la ficticia New Canaan por unas horas debido a distintos motivos. Así las cosas, encontramos dos escenarios. Por un lado, el presente. Una noche eterna que transcurre reposada durante las casi 600 páginas de la novela, con un tono cargado de desánimo y desencanto ante una existencia que les ha defraudado. Por otro, la adolescencia. Un momento de cambio y de crecimiento personal, una época en la que todo se vive con una vehemencia más elevada que en cualquier otra etapa de la vida. ¿Cómo lo consigue? A través de una descripción muy vívida de todos aquellos instantes que nos marcan para siempre. El primer amor, los inicios en el sexo, el dolor extremo del engaño, la relevancia de las amistades forjadas en esa fase.
Todo esto podría sonar a una obra sin mayor trasfondo, pero Markley la ambienta en los años posteriores al 11-S. El panorama social y político de Estados Unidos, las guerras de Irak y Afganistán, el racismo, el ascenso de la extrema derecha, la recesión económica, la adicción a las drogas, la violencia sexual. Por el libro pululan una serie de males que han azotado a la población estadounidense de tal forma que han alterado la cotidianidad de los ciudadanos. No solo escoge todos estos elementos como telón de fondo. Los introduce en los diálogos, en sus tomas de decisiones, en la manera de reaccionar a las noticias y a la crispación social. Markley trata en todo momento de no tomar partido, de mostrar las dos caras de la moneda haciendo así de abogado del diablo.
La estructura de la obra se compone de cuatro partes, más otras dos a modo de introducción y epílogo. Cada una de ellas se centra en la narración de un personaje —Bill, Stacey, Dan y Tina— y podrían funcionar como un libro independiente. Los protagonistas de una se entremezclan como secundarios en la siguiente, y se nos va mostrando la vida en New Canaan. Al terminar la lectura sientes el impulso de irte a la primera página y comenzar de nuevo para buscar todas esas conexiones que, hasta no conocer el recorrido de cada uno de ellos, no consigues realizar.
Estoy segura que más de uno dudará acerca de si “Ohio” es una novela de género mientras avanza por sus páginas. Es cierto que posee ingredientes de denuncia social, pero el tono en algunos momentos no parece encajar del todo con los cánones establecidos. Será necesario llegar a la última parte de las cuatro para que las dudas se disipen por completo y que la imagen mental de conjunto cobre vida en tu cabeza. Y vaya si lo hará.
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