CRÍTICA DE CINE

'Noche de bodas': Tex Avery regado de sangre

Con grandes dosis de ingenio visual y la alegre anarquía de un 'cartoon', el filme funciona como un cruce entre la comedia 'slapstick' y el cine 'slasher' de los 80

Estrenos de la semana trailer de 'Noche de bodas' del 2019.

Estrenos de la semana trailer de 'Noche de bodas' del 2019. / periodico

Nando Salvà

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La cultura pop lleva décadas fantaseando sobre la posibilidad de que, una vez aburridos de cazar animales, los ricos y los aristócratas se lancen a cazar seres humanos. Para reincidir en esa idea 'Noche de bodas' se infiltra en el clan Le Domas, herederos de un imperio de juegos de mesa que son proclives a rituales del todo grotescos y que, al principio de la película, están a punto de admitir en su seno a un nuevo miembro, para desmembrarlo justo después. Aún vestida de novia, en concreto, Grace (Samara Weaving) se ve obligada a participar en una versión macabra del juego del escondite en la que ella es la presa y sus nuevos parientes políticos están armados con pistolas, ballestas y hachas.

Como es habitual en el cine de terror, pues, 'Noche de bodas' equipara el subtexto y el texto convirtiendo la fortuna económica en un pacto literal con el mal. Dicho esto, lo cierto es que los directores Tyler Gillett y Matt Bettinelli-Olpin no tienen nada original o mínimamente profundo que decir sobre la depravación moral que conlleva el dinero. Prefieren tomar esa idea y regarla generosamente de sangre. Y, en el proceso, añaden interés a la cacería de dos maneras: por un lado, aquí la víctima es demasiado cáustica y resolutiva como para ejercer de cordero sacrificado; por otro, sus perseguidores son absolutamente incompetentes.

Casi ninguno de esos personajes llega a ser desarrollado más allá de su imagen inicial, pero para compensar sus limitaciones narrativas 'Noche de bodas' exhibe grandes dosis de ingenio visual y la alegre anarquía de un 'cartoon' de Tex Avery; mayormente funciona como un cruce entre la comedia 'slapstick' y el cine 'slasher' de los 80, en el que el 'gore' funciona como remate de los chistes. En todo caso, la película en última instancia se toma el genio suficientemente en serio como para no faltarle al respeto y al mismo tiempo entiende que buena parte de su atractivo está en su absurdo y su ridiculez.