CRÓNICA DE DANZA

Un poético homenaje a Marta Graham

Música y danza en honor a la legendaria bailarina inauguraron los Sampler Sèries en el Auditori

Un momento del espectáculo de homenaje a Martha Graham en el Auditori

Un momento del espectáculo de homenaje a Martha Graham en el Auditori / periodico

Pablo Meléndez-Haddad

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El compositor Ramon Humet inauguró los Sampler Sèries del Auditori con un ciclo de canciones e interludios instrumentales para soprano, piano, ‘shakuhachi’ (flauta japonesa), cuarteto de percusión y danza, una obra de 80 minutos basada en el poema 'Homenaje a Martha Graham' del barcelonés Mario Lucarda, del que coge su nombre. Humet la compuso entre el 2006 y el 2011, editándola en disco en el 2016, y en ese formato la descubrió Virginie Mécène, coreógrafa de la Martha Graham Dance Company, compañía de la mítica bailarina y coreógrafa estadounidense, fundamental en la historia de la danza contemporánea. Mécène y Humet –uno de los compositores invitados de la temporada 2019-20 del Auditori– firmaron en conjunto el espectáculo que el domingo subió al escenario de una Sala Oriol Martorell llena hasta la bandera, un encargo que se realizó en colaboración con el Centro Nacional de Difusión Musical.

En ‘Homenaje a Martha Graham’ Humet une nueve canciones para soprano y piano con diez ‘interludios meditativos’ instrumentales, que son lo que Mécène coreografía –salvo un par, que ilustra con proyecciones–, todo ello interpretado en solitario por una genial PeiJu Chien-Pott, solista de la Compañía Martha Graham. Mécène en su danza ‘minimal’ se detiene en todo el cuerpo, en el torso, las extremidades, las manos, creando desde movimientos convulsivos hasta otros mucho más poéticos, pero siempre virtuosos, consiguiendo con –aparentemente– muy poco un resultado que es pura poesía gracias a la técnica y expresividad sobresalientes de PeiJu Chien-Pott.

La soprano Sarah Maria Sun interpretó con esfuerzo y éxito las imposibles canciones de Humet, todas de gran exigencia y complejidad –lo piden todo de la intérprete, aunque la dicción en español le pasó factura–, acompañada por un seguro y clarividente Alberto Rosado al piano, mientras los interludios corrían por cuenta de Kakizakai Kaoru al ‘shakuhachi’ –sus intervenciones fueron soberbias– y el fantástico cuarteto Neopercusión al mando de todo tipo de instrumentos percutidos, dominando las partituras con holgura y creando las atmósferas necesarias para inspirar la danza.