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Helena Taberna cuenta sus experiencias en el rodaje del documental 'Varados'

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Eduardo de Vicente

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La realizadora vasca Helena Taberna (Yoyes, Acantilado) vuelve a las pantallas esta semana con Varados, un documental sobre la crisis migratoria rodado en Grecia y en el que pretende fijar su mirada en la vida diaria de aquellos que han llegado desde otros lugares y permanecen en el país sin destino fijo. Un edificio ocupado o los campos de refugiados de Atenas o de la isla de Lesbos son algunas de sus localizaciones.

Pero lo más importante son las personas, objetivo del filme. Vemos la vida diaria de iraníes, afganos o cameruneses con personajes tan insólitos como un hombre maduro que va en silla de ruedas (¿cómo habrá conseguido llegar?), dolorosos como el de una pareja que ha dejado atrás a sus hijos, un entrenador de boxeo, un joven cocinero, unas niñas que ya saben hablar cuatro idiomas o una española (Lidia) que tiene una relación con un refugiado. Tiene que haber sido una experiencia dura para el equipo de rodaje, pero también apasionante. Quienes quieran saber más podrán conocer a Helena y Lidia el próximo lunes, ya que presentarán la película en los Cinemes Girona. A modo de aperitivo, la propia realizadora nos explica algunos detalles.

-Sin protagonistas. “El primer problema se produjo cuando llegamos a Grecia para rodar, ya que se me cayeron todos los personajes que tenía previstos, todos. El productor tuvo que empezar la búsqueda de nuevo y fue casi mejor. El primero que escogimos fue a Mohammed (el hombre paralítico), porque los personajes tenían que tener chicha y si nos descuidamos nos acaba dando lecciones... Todos fueron apareciendo y nos iban abriendo puertas, brindándonos todo tipo de facilidades”.

-Unos actores inesperados. “Cada vez que nos poníamos a rodar aparecían seres vivos que no miraban a cámara como un motorista, un perro o cualquier otro animal. Parecía que tenía un departamento de dirección de actores animales. Durante una escena en la que hay una bronca entre algunos personajes, un perro se quedó allí, como atento a lo que escuchaba. En el rodaje estás preocupada por lo esencial pero cuando haces el montaje miras lo que se mueve en segundo plano y creo que esos detalles llenan de vida a la película. Era como un buen presagio, me indicaba que estábamos en el buen camino, porque la vida iba corriendo a nuestro favor”.

-El enfoque. “Tenía claro que no iba a hacer nada que centrara el protagonismo en las onegés sino que quería conocer las vidas de los que se han establecido en Grecia, los que llevan tiempo allí sin recurrir a los casos más dramáticos ni a los que acababan de llegar. Para ellos es como una condena y van viendo cómo pasa el tiempo. Me sorprendió la capacidad de supervivencia del ser humano, que es enorme. Intentan, por si acaso, aprender idiomas nuevos que no saben si van a utilizar, se aferran a los móviles para tener acceso a la información y estar cerca de sus familias. A medida que los vas conociendo vas descubriendo nuevas capas. Ellos son quienes han expresado sus sentimientos con su propia voz y siempre intentaban mostrar su mejor cara. Pero en una película ves su rostro, su emoción y la imagen nunca miente”.

-Imágenes hermosas para una situación dura. “Asumí el riesgo de que aparecieran imágenes bonitas porque acostumbramos a retratar una vida dura con imágenes sucias, con feísmos. Pero el ser humano necesita tener algo hermoso. Mientras esté vivo lo va a ir buscando. No es una belleza falsa, de postal, es la que ellos ven. También creo en el papel de la cultura, el arte o el cine como elemento sanador con algo de transformador. Uno de los personajes descubre la novela de Zorba el griego y eso me permitió hablar del Mediterráneo, de la cultura siria, de Atenas y de ese amor por la cultura en la cuna de Europa. En Lesbos, la primera imagen fue la de un caballo blanco. Y te relaja un poco. Quería contarla visualmente con belleza y calma, sentir el tempo de los refugiados para reflexionar y ponerte en su lugar”.

-Coincidiendo con Costa-Gavras. “En una escena, los refugiados están viendo una película al aire libre. Se trata de un documental del hijo de Costa-Gavras sobre los movimientos de los gitanos. Es curioso porque me enteré de que el realizador griego quiso rodar la historia de Yoyes antes que yo y con guion escrito por Jorge Semprún. Poco después me di cuenta de que Amén guarda muchas similitudes con mi película La buena nueva ya que ambas hablan de cómo un sacerdote intenta ayudar a los represaliados (los judíos en el filme de Costa-Gavras, los republicanos en el mío) frente al inmovilismo de la Iglesia. Conviene recordar que el papa Pío XII felicitó a Franco y lo apoyó”.

-Otros guiños cinéfilos. “La secuencia final recuerda al cine de Theo Angelopoulos, los refugiados frente a la belleza de un atardecer en el puerto del Pireo. Cuando la rodaba estaba como una niña, porque veía cómo venía el barco y no sabía si interaccionarían con él. No sabía si tendría que tirar la escena a la basura o no. Pero en situaciones así los seres humanos reaccionan con normalidad y le dijeron “¡A ver si nos llevas!” Son esos fragmentos de realidad que solo te permite el documental, como la escena en la que dos mujeres bromean con que al vivir la experiencia del campo de refugiados ya tendrán algo que contar a sus nietas”.

-Los momentos más duros. “En el filme se abordan temas muy duros como el de los refugiados que, desesperados por el paso del tiempo sin que su situación avance, deciden suicidarse, es terrorífico. Sientes su decepción, que la luz que tienen en la mirada cuando llegan a su destino se va apagando y demuestra que están peor de lo que estaban, lo que provoca la desesperación. O la dureza en el rostro cuando una de las mujeres explica en la playa que querían que se dedicara a la prostitución y se ve que todas pasan por ahí”.

-Una española en Atenas. “Uno de los grandes hallazgos de la película es Lidia, la chica española que mantiene una relación con un refugiado. Es ideal, no es nada blanda, es muy chinchona. Le dice a su novio “voy a casa de tu familia para comer, no por ti, porque me encanta esta comida”. Tiene inteligencia, humor, muestra el apoyo de los voluntarios, que hacen un gran trabajo y es una historia de amor que cuenta cosas. Me la presentó Mohammed y hablé con ella y desde el primer momento vi una luz preciosa, es tan normal…”

-El reportaje y el documental. “Quería hacer un documental, no un reportaje. Yo veo muchos y son muy diferentes. El reportaje tiene la preocupación de hacer una narración pero la estética cinematográfica no solo es contenido, también es lenguaje visual”.

-La pregunta. “Me pregunto ¿dónde están en este conflicto los intelectuales europeos? Grecia es un símbolo. En Sarajevo hubo movimientos en los ámbitos del teatro y las artes plásticas pero creo que en este caso los intelectuales están bastante dormidos. No nos damos cuenta de que los emigrantes son el futuro, la sociedad del mañana se va a construir desde las migraciones. Los políticos están parados y Europa está ciega parece que no tenga cabeza ni corazón y no podemos soportar más esta situación”.