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El tango o los límites del barrio

El género puede prescindir del amor y de la melancolía, pero no de la geografía en la que nació

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Lucía Lijtmaer

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Los amantes del tango saben que su receta exige de tres ingredientes: melancolía, amor y barrio. El tango puede prescindir del amor (por ejemplo, en 'Se dice de mí'), e incluso de melancolía (no hay ninguna en 'Haragán'), pero difícilmente puede prescindir del barrio. El género lo exige. Al fin y al cabo, el tango nació en los albores del siglo XX en los puertos de una ciudad en perpetuo crecimiento, Buenos Aires, y la canción debe identificarse con sus rincones y sus recovecos para poder ser tango.

Las calles del tango son plenamente reconocibles. Está 'A media luz', que describe desde la primera estrofa calle, número ¡y piso! ("Corrientes 348, segundo piso ascensor"), 'Bajo Belgrano', cuyo título es ya un barrio, o 'Sangre maleva', que lanza una retahíla de barrios ("En Boca, Avellaneda, Barracas, Puente Alsina , Belgrano, Mataderos y todo el arrabal…") donde el protagonista fue siempre respetado.

Pero de entre todos, quizás es 'Sur' el que más poéticamente describe su transformación urbana. El letrista Homero Manzi sitúa la acción en la esquina de las calles San Juan y Boedo, en el centro del barrio de Boedo, que limita con el colindante Pompeya. Ahí es dónde se encuentran los amantes.

Lo cierto es que el barrio de Boedo, poblado principalmente por gente trabajadora, se había organizado en torno a la avenida que le da nombre, primero apenas una zona de panaderías, lecherías y pulperías (pequeños almacenes que también funcionaban como bares y centros de reunión). Más adelante, con la aparición de la red de tranvías, se convirtió en zona de cafetines y tango.

El narrador recuerda una ciudad que, en 1948, ya no es como era y un barrio en pleno cambio: el barro que sugiere zonas no asfaltadas, el ferrocarril que cruza, las hierbas silvestres ("yuyos") y la luna propias de un suburbio. El barrio del narrador ha cambiado, y, de la misma manera, el amor ya no está. Por eso, después del barrio, "más allá, la inundación". El final de la ciudad, un abismo, el amor ausente, la nada.

Como en todo acto nostálgico, el tango aquí se cuenta a pinceladas sensoriales: "Sur, paredón y después...Sur, una luz de almacén...". El tango urbano más poético pasó así a la historia. Dice la leyenda que el escritor Ernesto Sabato hubiera dado a cambio toda su literatura por ser el autor de 'Sur'. Ahí queda.