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'Persones potencialment perilloses': buscando el germen de la violencia

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Eduardo de Vicente

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Vivimos en un mundo convulso en el que la gente está preocupada por problemas políticos, laborales o sociales. Todo ello provoca que estemos con la sensibilidad a flor de piel y, a la más mínima, una simple chispa pueda provocar un incendio. Pero ¿cómo empieza todo? ¿qué origen tiene? ¿qué motivaciones? ¿por qué llegamos a extremos agresivos? En esa tarea están ocupados estos días los miembros de la compañía Produït per H.I.I.I.T representando en el Tantarantana Persones potencialment perillosos, un drama a ritmo de hip hopPersones potencialment perillosos, escrito y dirigido por Roger Torns, que intenta hallar el germen de la violencia.

Dos hermanos y un perro

El escenario está ocupado por dos taburetes junto a una mesa de cocina repleta de botellas y varios utensilios. A ambos lados, unas pequeñas rampas que llevan a una tarima que se utilizará para representar un segundo nivel. Una de las actrices, Laura Daza, nos sorprende con una canción inicial para dar paso a la primera escena en la que una madre con acento argentino (Romina Cocca) y su hija Raquel (Daza) están hablando sobre Ismael (David López), el hijo de la primera mientras bebe mate. Viven en una urbanización y esperan la llegada del joven que está en plena crisis con su pareja y regresa a casa por un tiempo indeterminado. Para la madre supone una ocasión para el reencuentro, pero la hermana tiene sus reservas ya que fue testigo de cómo le pegaba una paliza a Negre, su perro.

El recién llegado parece querer imponer sus ideas en la casa para disgusto de su hermana que considera que pretende cambiarlo todo como si fuera el amo cuando es posible que tan solo permanezca allí unos días. Únicamente confía en su novio Carles, un joven del pueblo (Àlex Sanz) algo ingenuo y pacífico. Todo se complica cuando el animal muerde a la chica e Ismael apuesta por soluciones drásticas. La misteriosa desaparición de Negre provoca que todo estalle y Raquel se enfrente definitivamente a él con consecuencias imprevisibles.

Un grito de alerta sobre la violencia

Es un montaje que parte del mito de Antígona para narrar una tragedia familiar que pretende dar una explicación (o al menos plantear una reflexión) sobre la violencia cotidiana. En ese sentido, los temas de hip hop que interpreta la cantante hacen las funciones del clásico coro griego que acompañaba las evoluciones de los personajes. Y también intenta hallar el origen de la violencia para alertar sobre los peligros del fascismo cada vez más creciente en la sociedad. En ese sentido, la última canción es un mensaje irónico repleto de intención: “¡Quédate en casa, no alces la voz!”.

No se trata de una obra de fácil digestión y provoca que el espectador se sienta incómodo en algunos momentos por la brutalidad verbal que va in crescendo, canciones incluidas. Las apariciones del dubitativo Carles suponen un respiro y un contrapunto, a veces algo cómico, en la narración que permiten tomar algo de aire.

Imposible quedar indiferente

Una obra metafórica, que intenta hurgar en la esencia humana y denunciar la violencia para llamar a oponerse a ella. En ese sentido, vale la pena escuchar atentamente las letras de los temas, que complementan la trama y suponen reflexiones interiores gritadas a los cuatro vientos. Un montaje ante el que resulta imposible quedar indiferente ya que es un golpe directo al estómago con energía, indignación y desesperación. Mientras sigan levantándose voces en este sentido, la lucha no estará perdida.