NOVEDAD EDITORIAL

Sorj Chalandon: "Me volvió loco ver a esos hombres ir de una fosa a otra"

En 'El día antes' el escritor y periodista francés rinde homenaje a los 42 mineros que murieron en el accidente del pozo Saint-Amé de Liévin en 1974

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Eva Cantón

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Lo que son las cosas. La penúltima novela del escritor y periodista francés Sorj Chalandon (Túnez, 1952) se la debemos en parte a un discurso de Manuel Valls. "Las lágrimas tenían un gusto amargo. Eran lágrimas de dolor y de indignación. En la Francia de los Treinta Gloriosos (1945-1975), una época en que las condiciones de trabajo y de vida habían mejorado para todos los franceses, ¿cómo se puede explicar, cómo se puede soportar esta tragedia? Los trabajadores no deberían ser, nunca más, víctimas de lo que se llamó, demasiado fácilmente, la fatalidad".

"Por una vez, fue muy digno", recuerda Chalandon durante una entrevista con EL PERIÓDICO en un café parisino. Las palabras del exprimer ministro francés, pronunciadas en la conmemoración de los 40 años de la catástrofe de Liévin, provocaron un curioso efecto en el autor de ‘La cuarta pared’. Rescataron una rabia antigua, la del maoísta militante contrario a la guerra de Vietnam y de Argelia, la que sintió el joven reportero del diario 'Libération' el 27 de diciembre de 1974, el día en que 42 mineros se dejaron la vida en la explosión del pozo Saint-Amé.

"De todos lados llegaba la misma palabra en bucle: fatalidad. Y eso me hizo enloquecer de rabia. Toda la información era falsa. Esas muertes podían haberse evitado, pero cuando esos hombres bajaron a la mina, no tenían ninguna posibilidad de salir vivos". La investigación del accidente reveló, en efecto, graves deficiencias en la seguridad del pozo. Durante años, Chalandon mantuvo intacto su cabreo. "Ver a esos hombres ir de una fosa a otra me volvió loco y me juré que un día les rendiría homenaje".

Pero tuvieron que pasar 40 años, los mismos que tarda en volver al lugar de la catástrofe Michel, el protagonista de 'El día antes' (Premio de los Libreros de París), que sale este jueves en España (Reservoir Books / Edicions de 1984).

El Chalandon periodista conserva en el relato los hechos, las fechas y las cifras pero el Chalandon escritor inventa el minero número 43, que podría haber muerto con sus compañeros pero no lo hace. "Estoy lo más cerca posible de ellos. Soy un minero. Vivo la misma miseria, el mismo miedo, la misma tristeza, los mismos riesgos, pero no daño la verdad".

Hay en ‘El día antes’ un deseo de justicia, de inscribir la tragedia personal en la memoria colectiva y el trasfondo de una traición que sigue viva. "Francia ha abandonado al norte. Después de la guerra los mineros eran héroes, seguían el combate en el subsuelo, extraían carbón, reconstruían el país, lo calentaban. Desde la Patronal hasta el Partido Comunista los consideraban unos combatientes. Pero luego vinieron otras fuentes de energía, se les dio la espalda y las minas murieron en la indiferencia general. Ahora no hay nada. En ese olvido hay desprecio e ignorancia".

Ese mundo desaparecido, Chalandon lo recupera a través de Michel, de su hermano muerto, del sonido de las ruedas de los castilletes, del calor oscuro de la mina, de los restos de carbón en las uñas y del gusto infantil del pan de alondra, ese resto de almuerzo que dejaba el minero para sus hijos y que viajaba desde el fondo de la tierra hasta la superficie como una metáfora del padre vivo.

Compartir un dolor

Como en el resto de sus novelas, Chalandon escribe aquí para tener una tierra y otro nombre, otra familia, otro padre y otra vida. "Incluso si todo viene de una herida, no quiero curarme. Escribo para compartir un dolor".

Pasó semanas "tocando las piedras, los ladrillos y los árboles" para convertirse en un hombre del norte y encontrar el derecho a escribir una historia que no vivió en primera persona.

"El problema de la legitimidad se me plantea todo el tiempo. Escribí un libro sobre Irlanda porque ‘Mi traidor’ era como mi hermano; escribí sobre mi padre, muerto en un hospital psiquiátrico, porque era mi padre; escribí ‘La cuarta pared’ porque entré en Sabra y Chatila, pisé la sangre humana, estuve allí durante la masacre y tenía derecho a escribir. Pero, por primera vez en mi vida, la única legitimidad que tenía era mi cólera".

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