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Museu Egipci: un paseo por la vida y costumbres de la antigüedad

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Eduardo de Vicente

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Si hablamos de Egipto seguro que nos vienen a la cabeza Cleopatra, las pirámides, los faraones, el río Nilo… No está mal, es una manera de empezar. Pero si queremos saber aún más, descubrir objetos insólitos de esa época y conocer algunas de sus costumbres, la mejor recomendación es acudir al Museu Egipci, que reúne una gran cantidad de piezas para sentirse transportado a esa era en la que fueron el centro del mundo. No hace falta saber descifrar jeroglíficos ni caminar como un egipcio como cantaban las Bangles para que nos atraiga por la propuesta.

La entrada (que también es la salida) se abre con la tienda donde observamos artículos fuera de lo normal, bastante originales. Sí, hay libros serios de tipo histórico, pero también infantiles sobre Cleopatra, los faraones o Tutankhamón, incluso un manga japonés. Muy originales son los collares, pulseras o pendientes, divertidos puzles, un juego de Playmobil, peluches de la reina de Egipto o de una juguetona momia, relojes o una alfombrilla para el ratón del ordenador inspirada en la piedra Rosetta. Dan ganas de llevarse un recuerdo a casa.

De los faraones a las joyas

La sala introductoria está dedicada a los faraones con piezas como una mesa de ofrendas y una vitrina con múltiples ejemplos que sigue un orden cronológico inverso, es decir, que empieza por el final para remontarse a la antigüedad. Sorprende descubrir que, en una figura de barro de Ptolomeo VIII, los genitales son desproporcionadamente grandes, y es que se trataba de un elemento que depositaban en los cultivos para estimular la fertilidad de los campos. O una piedra caliza que contiene una de las pocas imágenes que se conservan de Cleopatra VII haciendo entrega a una diosa de un sistro (un instrumento con forma de palo de guitarra que sonaba como una pandereta). Enfrente, un gigantesco dibujo de una pirámide. Los bustos y rostros de los faraones llenan esta sección que culmina con una estatua. Más adelante un mapa nos muestra el territorio de Egipto, un nombre que proviene de tierra negra, en referencia al barro fértil del Nilo.

Entrando ya en la habitación principal descubrimos las estatuillas de diversos cargos y personajes privados: sacerdotes y nobles pero también mayordomos y sirvientes. Allí también se encuentra la joyería de la época con mucho oro y poca plata. Abundan los pectorales, collares, anillos o amuletos como escarabajos, casi siempre con materiales semipreciosos y que sorprenden en algunos casos por su colorido. Un delicado sobrevestido también llama nuestra atención y los abundantes símbolos religiosos.

La vida y la muerte en el Antiguo Egipto

Hay que saber que casi todos los elementos provienen de tumbas funerarias que han conseguido preservar en buenas condiciones sus propiedades. A continuación conoceremos la vida cotidiana de los egipcios a través de elementos que utilizaban a menudo como la vajilla (recipientes, platos o vasos) o las armas (hachas o mazas) pero también para maquillarse. La visión se completa con una cama, de madera y cuero, perfectamente conservada, con un reposacabezas al frente.

El siguiente espacio es uno de los más atractivos para el visitante, el dedicado a las creencias y prácticas funerarias. Allí se exhiben figuritas de dioses como Isis u Osiris o una momia en la que, si te pones a mirar fijamente, pueden observarse detalles como una parte de hueso de la pierna o de los cabellos. Es curioso descubrir que ha sido objeto de múltiples autopsias y exámenes para determinar más detalles. Se ha averiguado que pertenece a una joven de unos 15 años y, con todos esos análisis, se intentan saber más datos como las circunstancias de su fallecimiento o su historia. Apasionante. La siguiente momia es algo desconcertante, un amasijo de huesos reunidos para pasar a un cartonaje dorado y varios sarcófagos o una representación en piedra caliza de una momificación, máscaras de momias, ataúdes y sus tapas. Nos despide en esta zona otro espectacular cartonaje con un espejo en la base que nos permite ver ambas caras, la superior y la inferior.

Reproducciones de las tumbas y la piedra Rosetta

Subimos al primer piso para descubrir más detalles en torno a las tumbas y sus contenidos. En la primera (recreada) podemos conocer los elementos que las integraban con mucho colorido. Están dibujados los alimentos que los difuntos podían necesitar en el más allá (uvas o panes, incluso hay unas viñetas sobre su elaboración), pero también escenas de diversión (los muertos también tienen derecho a entretenerse) y mascotas (como un gato). Una puerta falsa servía también de conexión entre ambos mundos y una mesa de ofrendas (ésta, real) para depositar las viandas. La otra es totalmente blanca y tiene fragmentos originales que se combinan con reconstrucciones de las partes restantes. También estatuas de sustitución de las caras (en forma de cubo) por si se deformaban o eran víctima de algún saqueo.

Nos explican la historia de la famosa piedra Rosetta, hallada en la guerra napoleónica pero que no fue descifrada hasta el siglo XX y vemos una reproducción de la misma, con sus tres tipos de escritura distinta. Le siguen unas figuras de escenas cotidianas con maquetas de barcos, sacrificio de animales, carniceros, granjeros, un almacén de grano, el busto de un faraón con forma de esfinge o una vitrina en la que se exhiben distintos tipos de ushebtis, pequeñas estatuas que se depositaban en las tumbas para que sirvieran al difunto.

Los dioses y la exposición sobre Tuthankamón

La parte final de este tramo se dedica a los dioses de Egipto con una representación de una pirámide escalonada coronada por el arquitecto luego divinizado Imhotep, un contenedor de vísceras, múltiples representaciones de los dioses o lo más sorprendente, momias de animales sagrados relacionados con ellos como los ibis, halcones, un gato, un cocodrilo o los peces. El sarcófago de Unnefer (que dio origen al nombre de Onofre), mortajas funerarias y dos pequeñas estatuas de la diosa Tueris, que protegía a las embarazadas, representada por una hipopótama en estado que contrasta con tanta deidad masculina.

Para completar la visita se puede bajar a la planta inferior donde suelen situarse las exposiciones temporales. Allí se encuentra Tutankhamon, història d’un descobriment, que llegó en el 2012 pero que ha dejado atrás la temporalidad para convertirse en un atractivo más del edificio. En ella puede verse una maqueta del lugar donde se encontraba y elementos del Museu que se asemejan a los hallados en la tumba del faraón (joyería, utensilios corrientes, los citados ushebtis, vasos, collares, etcétera). Pero su principal aliciente radica en la serie de fotografías realizadas por Harry Burton en 1922 que ilustran a la perfección, paso a paso, el proceso seguido para desenterrar esta histórica tumba. Te da la impresión de estar en una película de Indiana Jones.

Pero aún hay mucho más...

Este Museu está celebrando actualmente sus 25 años. Nació a raíz de la iniciativa del coleccionista Jordi Clos que ha ido obteniendo nuevos artículos a través de subastas, donaciones, casas de antigüedades y el archivo del Museo de Toledo (Ohio) que le cedió parte de su catálogo. Paralelamente organizan actividades como casales infantiles, cenas con gastronomía del antiguo Egipto, conferencias y talleres. Todo un mundo más allá de las momias y las pirámides.