BANDA INOLVIDABLE

La leyenda de Els Surfing Sirles: hostias y abrazos

Cuatro discos, decenas de conciertos y cientos de amigos es el legado del grupo barcelonés cuya trayectoria y manera de entender la música merecen ser recordadas y reivindicadas eternamente

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Nando Cruz

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"¿Sabéis cómo nos conocimos Uri y yo? En 1995, cuando teníamos 15 años, en pleno ascenso del Partido Popular, Aznar vino a hacer un míting al Pavelló de la Vall d’Hebron y con la gente del sindicato de estudiantes del instituto decidimos ir a colgar carteles y boicotearles el míting. ¡Solo nos presentamos Uri y yo! Él, con una ikurriña y yo, con las manos vacías, así que nos fuimos a su casa a escuchar discos de Negu Gorriak".

Quien explica la anécdota sobre el primer encuentro de los fundadores de Els Surfing Sirles es su cantante, Martí Sales. Sentados en un bar de Sant Celoni, le escuchan atentamente Guille Caballero (teclista y hermano del difunto guitarrista Uri Caballero) y Xavi García (bajista del cuarteto). Esta no la conocían. Y, por supuesto, están entusiasmados. Hace ya más de seis años que el cuarteto se deshizo abruptamente, pero se siguen viendo e incluso han vuelto a tocar juntos.

Cuatro años después de aquel encuentro propiciado por José María Aznar, Uri y Martí decidieron formar un grupo. Fue un viernes de 1999 en el bar La Reina de África de Vallcarca. Esa noche eligieron nombre y Uri dibujó las portadas de sus primeros cuatro discos. Al final grabarían solo cuatro. Cuatro discos de rock silvestre, ilustrado y libertino. Desbordados de amor por la vida, chistes privados y referencias musicales.

La primera formación de los Sirles se fogueó en una Barcelona paralela: okupas del Guinardó, parroquias de Vallvidriera y antros invisibles. Entonces versionaban a Turbonegro, The Kinks y Hombres G. Xavi entró en una segunda etapa y con dos objetivos: poder tocar la batería y estar cerca de Uri Caballero. "Se lo dije así: quiero tener un grupo contigo porque sé que será una de las cosas importantes de mi vida", recuerda. "Un día fuimos buscar a Uri a su casa. Guille estaba en la habitación tocando el piano y dije: '¿Por qué hay que estar con un bajista que no tiene ni idea, si tu hermano toca mucho mejor?'", recuerda Xavi. Guille tenía 17 años cuando se convirtió en el cuarto Sirles.

¿Has cantado en catalán?

Xavi era de Sant Celoni, pero pasaba media vida en Barcelona, en la comuna de su grupo: Zeidun. "Era un piso con un techo enano. Las latas se arremolinaban en las esquinas. Volvíamos al Montseny con la ropa sucia cuando llevábamos tres días sin comer", explica. Un día, tras un año aporreando la batería con los Sirles en el Centre Cívic Garcilaso, Xavi notó algo extraño. "¿Has cantado algo en catalán?", preguntó a Martí. "Collons, ho canto tot en català!", soltó Martí. Xavi gritó: "¡No me jodas que somos un grupo de rock catalán!". Los Sirles también harían música costumbrista. Solo que ellos tenían sus costumbres.

"En los ensayos siempre había mucha tensión. Era un psicodrama"

Martí Sales

— Sirle cantante

Ser un Sirles no era fácil. "En los ensayos siempre había mucha tensión. Uri llegaba tarde y nos abroncaba a nosotros. Eso creaba un caldo de cultivo desagradable. Emocionalmente era un psicodrama", explica Martí. Y después del ensayo "empezaban a hacer gamberradas de niño pequeño: abrían coches y puertas de casas y se metían dentro. ¡Toda la noche así!", añade Xavi. "Era como 'Quadrophenia'", ilustra Guille. No eran un grupo violento, pero la violencia formaba parte de su lenguaje corporal. "Era guay cuando teníamos una bronca antes del concierto y la solucionábamos con un abrazo justo antes de salir a tocar", suspira Xavi. Esa noche sería doblemente épica.

Martí estaba fascinado por el universo 'Perros callejeros', pero el gamberrismo de Uri Caballero tenía otro origen. Era hemofílico y, en lugar de cuidarse, optaba por todo lo contrario. "Esa es la clave de todo el asunto", apunta Xavi. "No se podía hacer ningún corte, pero si había un vaso de cristal roto en el suelo del Màgic, ¿quién caía de culo contra el vaso?", lamenta, aún desesperado. "Si Uri veía a un nazi por la calle, iba a pedirle papel de fumar. No se pegaba con nadie, pero provocaba que le pegasen", añade Martí. "Tenía un cinismo extremo. Le gustaba llevar la contraria. Era su deporte favorito", sabe Guille.

El cuarteto siguió conectado con el circuito de okupas al tiempo que rozaba el mundillo semiprofesional desde la más absoluta precariedad. Los mismos Sirles que tocaban cuatro veces en tres meses en espacios autogestionados de Vallcarca se subían a una tarima del Pedralbes Center para actuar en un paripé del torneo de tenis Conde Godó y rapiñar 800 euros para pagar la grabación de un disco. No buscaron la atención de la prensa ni mostraron interés en los elogios de la crítica profesional. Les emocionaba más descubrir que un tuitero desconocido les incluía entre los cinco artistas clave de la historia de la música catalana y así compartir olimpo virtual con Pau Riba, Tete Montoliu, Ovidi Montllor y Dr. Calypso.

"Nunca podré expresarle a mi padre la gratitud que siento por toda la música que nos hizo mamar"

Guille Caballero

— Sirle bajista

Un recorrido por las noches más memorables de los Sirles daría para un libro. Que conste al menos la de Sant Feliu de Guíxols. La cuenta Guille: "Uri había conseguido un trabajo, pero eran las seis de la mañana y se había tirado al mar para sacar el ancla de un yate. ¡Lo liberó! Luego se quedó flotando, haciéndose el muerto, mientras le gritábamos que tenía que coger el bus para volver a Barcelona. Era su primer día de trabajo en la Renfe. Cogió el bus, sí, pero se quedó dormido y se despertó en las cocheras. Perdió el trabajo".

La fonoteca de los Caballero

Els Surfing Sirles, reivindica Martí, "son culpa del padre de Uri y Guille". "Nunca podré expresarle completamente la gratitud que siento por toda la música que nos hizo mamar", añade Guille. Aun así, no fueron un grupo para listillos y coleccionistas, sino un apasionado ciclón de referencias que aterrizaba, de morros, en suelo catalán. Nadie ha sonado tan singular rapiñando de fuentes tan dispares como Mossèn Cinto Verdaguer y Donna Summer. Nadie ha sintetizado la lucha de clases con versos más pirenaicos que "Ves amb compte: et robarem el trineu". Por todo ello, y pese a ser de Barcelona, su llama libertaria prendió con mayor intensidad en comarcas. Allí, canciones como 'Pubilla de cuixa forta' y 'Poble d’stars' cobraban todo su sentido. Durante una hora, Uri, Martí, Guille y Xavi sabían transformar cualquier bar de pueblo en el centro del universo.

A los Sirles les encanta hablar. Pero más que de sus canciones, de sus amigos. De la peña de Codines, la de Berga, la de Sant Hipòlit, la de Vic… De Pau, Lluís, Mau, Càndid, Tule, Berta, Lulú, Jara, Amiel, David, Marta, Yuri, Ramon, Joan, Roger, Funu, Aleix, Marta, Iru, Gaia, Carli, Laura, Jordi, Jesús, Finestres… Esos son sus Grammy: las amistades cosechadas a lo largo del país. "Al tener este rollo de que los conciertos no acababan cuando acababan los conciertos, tenemos millones de amigos", calcula Xavi. "El concierto solo es una parte de la aventura. Me encanta haber generado esa sensación, sentirme partícipe de algo que iba más allá de la música", celebra Guille.

"Cuando murió Uri, murió el grupo. Morimos con él"

Xavi García

— Sirle batería

Porque un concierto de los Sirles podía durar cuatro días. "Ninguno de nosotros tenía carnet de coche. Y ese es un dato importantísimo para entender este grupo", aclara Martí. "Eso implica esperar el Nit Bus en Castellar del Vallès para volver de madrugada", ilustra. O quedarte allí. "Yo me he pateado toda Catalunya con un carrito del mercado donde llevaba los platos y las cajas de la batería. Salía a las ocho de la mañana, cogía el tren en Granollers, llegaba al sitio del bolo a las seis y aún me sobraba tiempo para hacer amistades", relata feliz Xavi.

Celebrar la vida

La muerte de Uri Caballero, en julio de 2013, fue un mazazo. Imposible reponerse de algo así. "Alguna gente nos preguntaba si cogeríamos a otro guitarrista", explica Xavi, aún molesto. "¿No lo habéis entendido? Los Sirles no iban de eso. Cuando murió Uri, murió el grupo. Morimos con él", suelta. "Exacto, morimos todos. Y durante estos años hemos aprendido a llevarlo. Muy dignamente, diría", añade Guille. "Ha sido espantoso, terrible a nivel emocional, pero no quería que su muerte tiñese el resto de la historia", remonta Martí. Había una última necesidad de "relacionar a los Sirles con Uri vivo y no con Uri muerto. Lo importante es que vivió. Y cinco años después, volver a tocar era cerrar la historia en todo lo alto y no en todo lo bajo", dice.

"El amor que sentíamos unos por otros suele pasar desapercibido, pero es lo que sostiene todo lo demás"

Guille Caballero

— Sirle bajista

Els Surfing Sirles renacieron el pasado otoño con Mau Boada y Joan Colomo a las guitarras. Fueron solo cuatro conciertos. No coincidieron con ninguna fecha señalada. No tocaron para festivales compramitos. No hubo entrevistas de promoción. Todo se hizo a su manera. Como siempre. Como el encuentro que ha posibilitado este reportaje. Y la verdadera despedida no acabó con el último concierto en el Konvent.0 de Berga, sino a la mañana siguiente: arropados por parejas e hijos, amigos viejos y nuevos. "Aquel desayuno fue como un fresco renacentista", describe Guille. "La vida es tan hija de puta que te olvidas de las cosas enseguida pero aquel fin de semana fue mágico. Yo pensaba: no quiero que se acabe".

Los Sirles fueron grandes expertos en estirar los buenos momentos, en robarle vida a la vida. Esa mañana saborearon al máximo otra vivencia irrepetible. Repitieron su mayor éxito: seguir vivos y queriéndose como siempre. La conversación en el bar de Sant Celoni pudo seguir horas y horas, pero Guille, quién si no, se emocionó. Martí y Xavi se levantaron y los tres se fundieron en un largo abrazo. "Pues así, siempre", susurró Martí mirando a cámara. "El amor que sentíamos unos por otros suele pasar desapercibido, pero es lo que sostiene todo lo demás", resume Guille Caballero. Y lo conjuga en presente.