CRÓNICA

Els Surfing Sirles: la bestia del rock catalán renace a lo grande en Sidecar

Cinco años después de la muerte del guitarrista Uri Caballero, la banda resucitó su rock garajero ilustrado recordándonos por qué fue un caso único de la escena catalana

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Jordi Bianciotto

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Cinco años después de la súbita desaparición de uno de sus integrantes, el guitarrista Uri Caballero, la bestia volvió a rugir y a retorcerse, y a recordarnos por qué, aun sin llegar a alcanzar un amplio éxito comercial, estableció relaciones intensas y eternas con su gente. Sí, no ha habido nadie como Els Surfing Sirles en la escena catalana moderna, tan pulcra y educada ella, y su reaparición, esta semana en Sidecar, fue un cóctel de emociones mezcladas, con trazos de ira, orgullo y melancolía.

La reactivación, inspirada por la edición, por fin, en vinilo de su primer disco, que precisamente se titulaba ‘LP’ (2010), se ha concretado hasta ahora en tres conciertos, el que ofrecieron semanas atrás en el Sugar Illegal Fest, de Vic, y los dos de estos días en Sidecar, a los que hay que añadir el del 3 de noviembre en el Konvent de Cal Rosal (Berga). Última llamada. Noches en que vuelven circular las viejas bromas privadas, la complicidad congelada en el tiempo y esa mezcla diabólica de rock garajero bastardo (con injertos de psicodelia, soul o surf), memoria ilustrada catalana, mala uva y sentido del humor conjurado a trompicones entre Vallcarca y el Montseny.

Ahora, con una versión ampliada de los Sirles: al trío superviviente, Martí Sales, Guillem Caballero y Xavi García, se han sumado dos viejos amigos, Joan Colomo y Mau Boada. Todo ello, sin intenciones de alargar el episodio más de lo conveniente: esto no es un retorno, sino una reunión excepcional. Los Sirles no seguirán, al menos por ahora, pero en estos fugaces paréntesis de vitalidad nos recuerdan lo importantes y raros que fueron.

Rito funerario

La segunda noche en Sidecar, este jueves (repertorio idéntico al de la primera), comenzó con la solemnidad de la ‘Cançó funeral’, invocación de su disco final, ‘Música de consum’, un trabajo que el deceso de Uri dejó inédito en directo (y del que también rescataron otras dos piezas, ‘Centre del món’ y ‘La gent i jo’). A partir de ahí, el quinteto se precipitó a dentelladas sobre sus clásicos congelados, turnando las voces de Martí y Guillem y combinando el doble poderío guitarrero con el órgano salvaje: de ‘Escolti, senyora onada’ (fundida con ‘El meu avi’ y ‘Esplai girls’, del disco seminal ‘Nedant en l’ambulància’) al ‘riff’ a lo ‘The Jean Genie’, de Bowie, a través de ‘Poble d’stars’ (adaptación de Pepe Sales, el tío de Martí) a través del recuerdo de la Barcelona drogata de los 90 (y de dj Sideral) en ‘Han atropellat el gat’.

Sidecar, en ebullición aunque sin romper los muebles. “El miércoles hubo más desfase”, apuntan a este cronista: ¿acaso el público del jueves era el mismo, repetidor y ya apaciguado? Quizá, consumadas las urgencias físicas, se trataba de una excitación un poco más interior, menos teatral. Pero un centenar de gargantas corearon "ves amb compte, / et robarem el trineu, / et robarem el trineu" y se aventuraron por la autopista calcinada de 'Peatge'. Canciones físicamente exigentes. "Ya no estamos para estos trotes", bromeó Guillem. "La socialdemocracia ha vencido".

Tras la arrolladora ‘Saltamarges’, el bis lo abrió  la feliz alucinación de ‘Cap al sol’, 11 minutos de cuelgue psicotrópico que en su día ellos, con una humildad conmovedora, describieron como "una especie de repaso de la historia de la música popular del siglo XX". De ahí nos fuimos al último trío de ases, las furiosas ‘Montseny’, ‘Taxista’ y ‘Pubilla de cuixa forta’. Y entre sus últimos espasmos nos dimos cuenta de cuánto echábamos de menos a Els Surfing Sirles.