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La carrera de Maria del Mar Bonet a través de las fotografías de Toni Catany

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Eduardo de Vicente

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Los 50 años de carrera musical de Maria del Mar Bonet están sirviendo estos meses de perfecta excusa para reivindicar el trabajo minucioso de esta cantante mallorquina que revitalizó la música folclórica y la poesía desde que empezó a formar parte de los Setze Jutges hasta la actualidad. El Palau Robert se une ahora a la celebración con una interesante exposición centrada, básicamente, en su fructífera colaboración con el fotógrafo Toni Catany, que fue el responsable de las portadas de sus discos y de su imagen gráfica en carteles y otros materiales publicitarios.

Su colaboración se inició en 1966 y se mantuvo hasta su fallecimiento en el 2013. La muestra, titulada Maria del Mar Bonet als ulls de Toni Catany, incluye múltiples fotos, pero también letras de algunas de sus canciones, sitúa el contexto en el que fueron grabadas e incorpora fragmentos de Intensament, el completo libro donde el periodista musical Jordi Bianciotto, colaborador de este diario, desgranaba los momentos claves de su trayectoria.

Retratos, portadas y carteles

En la primera sala podemos ver la primera foto que le hizo, sentada y con un gato en el hombro que poco podía hacer esperar que se plasmaría en una intensa relación de casi 50 años y, bajo el epígrafe Una mirada enamorada, se pueden ver 18 retratos de los 60 y 70 que la muestran en su juventud. También destaca una instantánea de ambos en la Rambla Santa Mònica que data de 1967, la antigua cámara de fuelle que utilizaba Catany y se pueden recordar sus primeros pasos con un concierto en Palma de 1974 emitido en el programade televisión A su aire.

La siguiente estancia se titula Als ulls de l’amic y se ocupa de repasar los diseños de sus discos y carteles promocionales desde 1968 (Que volen aquesta gent?) a 2010 (Bellver) entre los que destaca la belleza de Coreografies, su proyecto junto al bailarín Nacho Duato. En una vitrina pueden observarse las hojas de contactos de diversas sesiones fotográficas con la artista entre los 60 y los 80. Salmaia, título de su álbum de 1995 que hacía referencia a ese espacio de encuentro entre el río y el mar, sirve de metáfora para relacionarlo con el trabajo entre Bonet y Catany y también ilustra su devoción por el poeta Bartomeu Rosselló-Porcel, del que musicó algunos de sus poemas y su memorable concierto en el Olympia francés con sus respectivas imágenes.

Los inspiradores de su música y su evolución

sus influencias más reconocibles se dedica el siguiente espacio en paralelo centrado en la obra de la poesía Maria Antonia Salvà y el fotógrafo Tomàs Montserrat o su pasión por las rondallas populares. También hay cuatro floreras que rememoran la portada de Cançons de la nostra mediterrània, una sesión ambientada en los jardines mallorquines de Raixa, escenario de Jardí secret, y un repaso de Bon viatge faci la cadernera o Cavall de foc donde probaron nuevas formas de expresión. Y tres detalles de recuerdo a Catany: un vídeo de 15 minutos donde la artista habla de él, la canción que le dedicó (Amorosa guajira) como homenaje póstumo y Ultramar (2017), el disco que no pudo escuchar.

La última habitación recopila 22 retratos de Maria del Mar Bonet que el fotógrafo plasmó a lo largo de todos estos años que muestran al mismo tiempo la evolución física de la cantante pero también los diferentes prismas que Catany desveló de ella. Una muestra dedicada a la artista, claro, pero también al genio que supo construir con cariño y mimo su imagen y que se convirtió en su ángel de la guarda. Dos grandes amigos, dos compenetrados colaboradores que contribuyeron a escribir algunas de las páginas más hermosas de nuestra historia musical reciente.