EXPOSICIÓN

Richard Learoyd o la fotografía como enigma

La Fundación Mapfre presenta en la casa Garriga Nogués una completa muestra del artista británico, famoso por sus retratos y su gigantesca cámara oscura

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Mauricio Bernal

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Hay una cualidad en los retratos de Richard Learoyd relacionada con la cercanía: ningún fotografiado está tan cerca como un fotografiado por Richard Learoyd.  Semejante atributo podría decirse que está determinado por algo tan mecánico como su herramienta de trabajo, una gigantesca cámara oscura que él mismo perfeccionó, artilugio animado por antiguos principios ópticos que le permiten dar cauce a lo que entiende que debe ser el retrato de un ser humano. Pero el orden es el contrario, evidentemente: primero está su concepto de retrato, y luego la cámara puesta a su servicio. Británico nacido en el corazón de Inglaterra en 1966, Learoyd es objeto de una esmerada exposición monográfica en la casa Garriga Nogués de la Fundación Mapfre en Barcelona, que permanecerá abierta al público hasta septiembre.

"Crear un enigma en el espacio de una foto es un desafío", dice el fotógrafo británico

"Nunca he hecho nada distinto de trabajar en fotografía –dice Learoyd por teléfono desde Londres–. Trabajé como fotógrafo comercial, he enseñado fotografía en la universidad, y 13 o 14 años atrás tomé una decisión y volví a la última fotografía interesante que había hecho, mucho tiempo atrás, usando una cámara oscura. Y volví a empezar donde lo había dejado". Resumido, es el relato de un fotógrafo que busca y encuentra el puente para expresar con idoneidad lo que lleva dentro. Desde entonces, las impresiones de gran formato fruto de la interacción entre Learoyd y su cámara oscura son pasto de exposiciones en todo el mundo y su obra es exhibida en museos de la talla del Metropolitan de Nueva York, el Pompidou de París y la Tate Modern de Londres, entre otros. Sus fotos, únicas en sentidos que desbordan la singularidad de la obra de cualquier artista digno de ese nombre, "desbancan", según escribe en el catálogo de la exposición barcelonesa la comisaria Sandra S. Phillips, conservadora emérita de fotografía del San Francisco Museum of Modern Art, "la refinada familiaridad, e incluso la certeza, de la pintura, y crean una experiencia visual más elemental, incluso ritual".

"Una suerte de construcción gradual"

Son únicas las fotos de Learoyd porque las hace con una cámara que nadie más tiene (para que quede claro lo grande que es: su volumen es el de una habitación), porque el tamaño de las fotos es acorde al de la herramienta, y en un sentido totalmente práctico porque no existen negativos, es decir que cada ejemplar es único. ¿Qué es exactamente lo que busca el británico trabajando así? "La mecánica de la cámara oscura ralentiza todo el proceso –dice–. Todo deja de ser rápido. En un día hago cuatro o cinco fotografías, cuando en un estudio convencional un fotógrafo puede tomar 100 fotos, y luego editar la que le gusta. Este proceso es todo lo contrario de editar, es sobre tomar decisiones. Tomas la foto y 20 minutos después, la ves. Entonces puedes tomar una decisión sobre lo que tiene de bueno y de malo, y quizá pensar en lo que se puede mejorar. Es una suerte de construcción gradual. Es un proceso distinto".

"La mecánica de la cámara oscura ralentiza todo el proceso, todo deja de ser rápido"

La búsqueda de la belleza en los propios términos marca la senda del artista, y en el caso de Learoyd tiene algo de hipnótico, de cautivador, esas modelos que miran a la nada, a una suerte de abismo, acaso, que dirigen los ojos puede que hacia algún lugar de melancolía. Esas espaldas desnudas. "Crear un enigma en el espacio de una fotografía es un desafío", dice el artista. Lo cual no tiene solo que ver con la traslación fotográfica del ser humano: igual de enigmáticos que sus retratos son los insólitos bodegones de Learoyd, de los que también hay expuestos unos cuantos entre las 51 obras que conforman la muestra de la Garriga Nogués, así como las fotos que ha tomado en exteriores sirviéndose de la versión móvil de su proverbial cámara. Si el desafío es hacer del territorio de la foto un enigma, a nadie le quepa duda que en ese duelo el británico sale airoso.